Los países
desarrollados cumplen Kioto pero noGerardo Honty
Los países ricos
cumplirán con el Protocolo de Kioto de acuerdo a los datos que reveló esta
semana Naciones Unidas. Pero esto no quiere decir que hayan reducido sus
emisiones, sino que el Protocolo tiene suficientes puertas de fuga como para
que puedan cumplir con lo escrito, sin cumplir con la meta.
La Secretaría de la Convención de Naciones Unidas sobre Cambio
Climático ha publicado el pasado 16 de noviembre los datos sobre los
inventarios nacionales de gases de efecto invernadero de los países
“desarrollados” (listados en el Anexo 1 de la Convención) para el período 1990
– 2010[1]. La recopilación de estos inventarios es el instrumento clave de
Naciones Unidas para medir los avances y ulterior verificación del cumplimiento
de las metas fijadas para estos países
en el Protocolo de Kioto.
De acuerdo a los datos correspondientes al año
2010, los países del Anexo 1 han reducido un 14% sus emisiones de gases de
efecto invernadero respecto de las que
habían tenido en 1990. Si esta tendencia se mantiene, estos países habrán
cumplido largamente con los compromisos de Kioto (que establece para estos
países una reducción conjunta de 5,2%). Vale la pena resaltar que esto incluye
a todos los países que firmaron el Protocolo de Kioto, incluido Estados Unidos
aunque finalmente no haya sido ratificado por su Congreso.
Parecería que el Protocolo de Kioto ha sido un
éxito y los países industrializados se han tomado en serio sus compromisos de
reducción de emisiones. Pero este no es el resultado de los esfuerzos de los
países, sino que es la consecuencia inevitable de las decisiones tomadas en
Kioto en 1997 y en los años subsiguientes por la Convención de Cambio Climático,
particularmente los Acuerdos de Marrakech del año 2001.
Es el resultado, entre otras cosas, de la
posibilidad de evadir compromisos a través de los mercados de carbono, de la
contabilización caprichosa y arbitraria del secuestro de carbono de los bosques
y de la debacle económica de los países de la ex Unión Soviética[2]
Si tomamos en cuenta solamente a los países
industrializados que no son economías en transición y consideramos solamente
sus emisiones sin contabilizar el secuestro de carbono por los bosques, el
resultado es muy distinto: en este caso se constata un aumento de las emisiones
de 4,9%. Es decir, países como Estados Unidos, Australia, Canadá, han aumentado
enormemente sus emisiones. Australia, por ejemplo, en un 30%.
El problema es que los países con economías en
transición redujeron en un 40% sus emisiones como consecuencia de la caída de
su economía y además presentan un secuestro de carbono en sus boques de más del
10%. Como consecuencia de ello, estos países muestran en su conjunto una
reducción del 52,6% respecto de las emisiones que tuvieron en 1990. Esto hace
que la suma conjunta de todos los países del Anexo 1 presente reducciones tan
importantes.
El Protocolo de Kioto, por otra parte, les
permite a estos países vender toda esa gran reducción de emisiones de las ex
repúblicas soviéticas a los demás países industrializados y es lo que permitirá
finalmente cumplir con los objetivos fijados en Kioto. En consecuencia, esto no
demuestra tanto que el mundo está mejorando su performance ambiental, como la
habilidad de los negociadores en la Convención para encontrar vías de escape a
compromisos verdaderos. Entre los pliegues de la multitud de textos que
construyen el andamiaje jurídico de la Convención se esconden todas las trampas
necesarias para que todo siga como está.
Esta es una reflexión importante de hacer, en
este momento en que está a punto de comenzar una nueva “ronda de negociaciones”
en Qatar. Se espera que este sea el primer paso de una larga cadena de
reuniones que deberá llegar al 2015 con un nuevo acuerdo vinculante para todas
las partes.
Nuevos pliegues se están construyendo en los
nuevos textos para seguir trampeándole al mundo la posibilidad de estabilizar
el clima. Entre ellos nuevos mecanismos de mercado, nuevas formas de agregar
secuestro de carbono en bosques, nuevas tecnologías para capturar carbono, y un
largo etcétera.
Y en esto no están solos los países
industrializados. También hay muchos intereses en juego (y muchos expertos
negociadores) entre los países llamados “en desarrollo”. Estos compiten entre
sí a ver quién se puede quedar con la mejor parte de la futura torta del
Mecanismo de Desarrollo Limpio, o con los dólares que vendrán de nuevas formas
de conservar el carbono de los bosques (REDD+), o con las compensaciones que
les correspondan por ver reducida su posibilidad de exportar petróleo o
productos agrícolas con alto contenido de carbono.
Nadie es inocente en este juego. Cada uno
agrega su “pliegue” al entramado loco e incomprensible de los acuerdos en
debate que tiene como meta comenzar a implementarse en 2020, una fecha
excesivamente tardía para la urgencia climática.
Este es el contexto de la COP 18 que comienza
el próximo 26 de noviembre en Qatar. Un primer paso en un largo camino que nos
llevará, en el mejor de los casos, a un acuerdo tardío, incomprensible e
inútil. Como el Protocolo de Kioto.
*Gerardo Honty es Analista de CLAES, Centro
Latinoamericano de Ecología Social
enviado en red foroba
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