AMÉRICA LATINA: EDUCACIÓN SUPERIOR, INVESTIGACIÓN Y
CRECIMIENTO SUSTENTABLE
Por Carlos Malamud
Debido al más que notable crecimiento económico de la última
década, América Latina ha conocido importantes transformaciones políticas y
sociales. Pero, tan buen desempeño no oculta ciertos temores ante la
sostenibilidad del proceso. ¿Podrán los países de la región escapar a la
aplastante lógica del ciclo económico? ¿Qué ocurrirá cuando los precios al alza
de las commodities inicien una etapa declinante?
Una de las principales preocupaciones de los actuales
gobernantes latinoamericanos debería ser la de transformar una oportunidad en
una realidad. Es decir, como aprovechar la actual etapa, caracterizada por el
crecimiento exportador, en un proceso de crecimiento de larga data. Para ello,
como dijo Domingo Sarmiento, "hay que educar al soberano". En el
actual mundo globalizado e híper competitivo, educar no es sólo enseñar a leer
y a escribir, sino también formar a las jóvenes generaciones para que el día de
mañana aumenten su productividad económica.
En este punto, el exitismo desbordado, el mismo que pretende
dar lecciones a diestra y siniestra de cómo hacer las cosas, no es suficiente.
Si se comparan los logros y avances de la educación universitaria
latinoamericana con los obtenidos en otras regiones, competidoras directas de
América Latina, el panorama comienza a ser más preocupante. Pero ese mismo
panorama se transforma en desolador cuando nos centramos en cuestiones de
inversión y desarrollo (I + D) o en los avances científicos y tecnológicos. En
este apartado buena parte de la realidad latinoamericana podría describirse con
la lapidaria frase unamuniana del "que inventen ellos".
A fines de 2011 Jorge Grunberg, rector de la Universidad ORT
Uruguay, dictó la conferencia “El fatalismo es fatal. Algunas reflexiones sobre
la decepción latinoamericana”, donde llamaba la atención sobre el problema que
debería afrontar América Latina en el futuro mediato si sus países y gobiernos
eran incapaces de solucionar ciertos problemas capaces de hipotecar el
crecimiento económico. Entre ellos, los más importantes se concentraban en la
educación universitaria y la generación de ciencia y tecnología.
Una pocas cifras presentes en su conferencia nos introducen
bruscamente en el problema. Comencemos por la presencia de universidades en los
rankings internacionales. Según diversas mediciones de 2011, entre las 500
mejores universidades del mundo sólo había un 3% de latinoamericanas (9
universidades), frente a un 1% de África y un 26% de Asia, un 29% de América
del Norte y un 41% de Europa. Si bien podemos olvidarnos del 70% que acaparan
Europa, Estados Unidos y Canadá, no podemos hacerlo con el 26% de los países
asiáticos, rivales directos de América Latina en lo relativo a la conquista de
mercados internacionales.
Con todo, la baja presencia entre las universidades de élite
no es lo peor. Lo peor es que sólo investiga el 7% de las casi 4.000
universidades latinoamericanas. Esto implica que su personal docente e
investigador publica al menos 50 artículos científicos por año. Las cifras completas,
con datos de 2007 a 2011, nos dicen lo siguiente: el 66% de las universidades
latinoamericanas son universidades de enseñanza, ya que no publican artículos
científicos; el 28% son universidades “artesanales”, publican menos de 50
artículos anuales; el 5% son universidades con investigación, publican entre 50
y 600 artículos; y sólo el 2% (62 centros de estudios) son universidades
"de" investigación, con más de 600 artículos al año.
Ahora bien, el panorama todavía se complica más si vemos que
la mayor parte de los graduados universitarios se concentran en las ciencias
sociales y las humanidades, lo que lleva a constatar una importante escasez de
técnicos e ingenieros. Así, por ejemplo, la proporción de graduados en
ingeniería en Finlandia o Corea es de tres a cinco veces mayor que en Uruguay o
Brasil. Entre 1996 y 2010 las publicaciones latinoamericanas en ingeniería
fueron menos del 5% que las asiáticas. O, peor aún, en el mismo período, las
publicaciones de Brasil, un país de 190 millones de habitantes, fueron casi
iguales a las de Singapur, con tan sólo 5 millones. Y si ésta es la realidad de
Brasil, un país puntero en la región en materia educativa, pensemos lo que
puede ser la realidad de la gran mayoría de los países restantes.
El "relato" de muchos gobernantes, que insisten en
sus grandes logros en el combate contra la pobreza y la desigualdad, no puede
hacer ocultar una realidad tan preocupante. La dinámica tradicional de avances
y retrocesos en la región sólo puede romperse apostando por una mejora radical
en enseñanza e investigación. Pero ello requiere una aproximación libre de los
grandes prejuicios ideológicos existentes en América Latina, generalmente
coincidente con aquellas explicaciones centradas en cargar las culpas y las
responsabilidades en los extranjeros.
Enviado en escenarios alternativos
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