Por Stephen Leahy
Uxbridge, Canadá, (IPS)- En 2012, un año de clima
extremo, supimos de forma inequívoca que la energía basada en los combustibles
fósiles que alimenta nuestras sociedades también las está destruyendo. Aceptar
esta realidad es el mayor reto para este nuevo año. Reestructurar nuestras
sociedades y nuestros estilos de vida para adoptar alternativas verdes es el
penúltimo desafío de esta década.
No hay tarea más importante para nosotros que colaborar,
porque el cambio climático afecta a todo, desde la alimentación hasta la
disponibilidad de agua. Varios análisis científicos demuestran que ya contamos
con la tecnología necesaria para reestructurar nuestra sociedad y así depender
de energías alternativas verdes. El último de estos fue publicado el miércoles
2 por la prestigiosa revista Nature. Claramente establece que el verdadero
obstáculo es la política, no la tecnología ni sus costes (es más barato actuar
que no hacerlo).
Mantener el calentamiento planetario por debajo de dos
grados depende fundamentalmente de que «los países comiencen establecer serias
acciones para reducir las emisiones de gases invernadero», señala la
investigación, titulada «Estimaciones probabilísticas del coste de una mitigación del
cambio climático».
El fenómeno ya elevó las temperaturas globales 0,8 grados,
con significativas consecuencias. Ningún científico climático cree que un
aumento de dos grados será «seguro». Muchos países, especialmente los menos
avanzados y los pequeños estados insulares, quieren que el límite mundial sea
de 1,5 grados. Aun así, grandes proporciones del Ártico y de la Antártida
continuarían derritiéndose y elevando el nivel del mar, aunque a un ritmo más
lento.
Una demora en cambiar a fuentes de energía no fósiles sería
muy gravosa. Esperar hasta 2020 para reducir las emisiones mundiales de gases
invernadero será el doble de costoso que ponerles tope en 2015, según indica el
análisis de Nature.
Una seria acción para reducir las emisiones de gases
invernadero requerirá que el 65 por ciento de las actuales plantas de energía
que utilizan carbón cierren durante la próxima década o en la siguiente, indica
un anterior estudio de Nature. En vez de eso, las emisiones globales siguen
rompiendo nuevos récords, creciendo alrededor del tres por ciento al año. Al
parecer, en 2012 sumaron 52 gigatoneladas. Ese es nuestro marcador anual
climático, el número más importante en la historia de la humanidad.
Ese número debe bajar a entre 41 y 47 gigatoneladas para
2020 si se quiere tener una razonable oportunidad de mantener las temperaturas
globales por debajo de los dos grados. Las actuales promesas de reducción de
emisiones de los países no son ni de cerca suficientes, y probablemente harán
que se llegue a las 55 gigatoneladas en 2020, según estiman algunos estudios.
A pesar de saber esto y de saber que 11 de los últimos 12
años han sido los más calientes de todos los registrados, los países se negaron
a incrementar sus recortes de emisiones en la última Conferencia de las Partes
de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático,
llevada a cabo entre noviembre y diciembre en Doha.
Detrás de este fracaso político se encuentra la poderosa y
rica industria de los combustibles fósiles. Al igual que la industria del
tabaco antes, esta gasta cientos de millones de dólares en desinformar y en
hacer lobby contra cualquier acción para reducir el uso de su fuente de
energía. Su único interés es aumentar sus ganancias a través de más ventas de
carbón, petróleo y gas.
La industria de los combustibles fósiles podría
transformarse en un grupo corporativo de buenos ciudadanos proveyendo los
servicios de energías verdes que necesitan nuestras sociedades. Pero se han
negado a hacerlo en estos últimos 20 años, a pesar de sus promesas.
Cada vez más estudios demuestran que el público quiere una
acción en materia del clima. Nadie desea que sus hijos vivan en un mundo
recalentado y catastrófico, y por eso la falta de acciones serias es un absoluto
fracaso de la democracia.
La única forma de que esto cambie es que los ciudadanos
asuma su responsabilidad con el futuro y vayan a sus capitales exigiendo
acción, negándose a irse hasta que se tomen medidas. Para lograr una acción,
debemos actuar.
El tiempo es corto. Quedan apenas 24 meses para 2015, cuando
las emisiones tienen que comenzar a disminuir. No quedan más opciones que salir
a las calles. La organización ambiental 350.org ya está convocando una
movilización así para el 17 de febrero en Washington DC.
Decenas de marchas más son absolutamente esenciales. Es
tiempo de actuar. Es tiempo de moverse.
* Stephen Leahy es el principal corresponsal de IPS de
ciencia y medioambiente. Lleva cubriendo temas ambientales desde hace dos
décadas.
Tomado de euro express, sugerido en boletín gal
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