OTRA MIRADA
SOBRE LA INSEGURIDAD
“El crítico,
como el verdadero profeta, no puede aspirar a ser el favorito de la corte” Etzioni, Amitai (1)
En los últimos
tiempos, el delito, la violencia y la inseguridad, se han constituido en una
constante entre las preocupaciones centrales de todos los ciudadanos, pero
también de estudiosos, investigadores, funcionarios políticos, educativos y
policiales, sin dejar de mencionar la repercusión estelar que tienen en todos
los medios de comunicación.
La comunidad sin
excepciones, frente a esta amenaza real o supuesta, tiene miedo, angustia y se
desespera en la búsqueda de soluciones o paliativos para un problema que no
comprende, pero que de golpe, lo tiene como potencial víctima de la locura y la
irracionalidad de inadaptados, ante la falta de respuestas por parte del poder
estatal.
En la creencia de
que algunas iniciativas pueden colaborar para superar este mal trago, que
aspiran que sea temporal, los vecinos exigen legítimamente: más policías, más
equipamiento para ellos, cámaras de vigilancia, además se enrejan, ponen
alarmas comunitarias o individuales, concurren a marchas, piquetes, debates,
reuniones con funcionarios políticos o policiales, firman petitorios pidiendo
una batería de medidas, entre ellas, leyes más duras, menos permisividad de los
jueces en las excarcelaciones y todo aquello que cada uno pueda imaginar.
Lamentablemente,
pese a todas las acciones, discursos, estudios, proyectos y propuestas, las
soluciones se hacen cada vez más ilusorias y lejanas, y la metástasis de la
inseguridad se expande por todo el cuerpo social.
En paralelo con
ello, en las distintas jurisdicciones del Estado, los dirigentes y las bancadas
políticas se inculpan mutuamente, transformando a la cuestión en un botín de
las miserias políticas, cuando no electorales.
Salideras,
motochorros, arrebatos, robos y palabras del mismo tenor pasan a engrosar
nuestro léxico diario y se constituyen junto con el ascenso del dólar blue, en
motivo de las charlas cotidianas.
En sintonía con
lo expresado, los expertos exponen sus diagnósticos, las unidades académicas
confeccionan mapas del delito y desde el Estado se anuncian reformas legales,
policiales, procedimentales y todas las que quiera imaginar, sin que nada
cambie.
Todos deberíamos
preguntarnos: ¿qué ha pasado en unos pocos años y en un país que ha tenido un
crecimiento económico a tasas chinas (como a muchos le gusta decir), para que
el delito y la violencia se hayan desmadrado de la forma que lo han hecho? ¿Qué
maldición bíblica ha caído sobre nosotros para que ocurra tal transformación?
Estas cosas, no ocurren porque sí, sino que atrás hay un
entramado previo que lo ha permitido.
La magnitud del problema, hace que las miradas habituales
sobre el mismo deban ser revisadas y mejoradas.
Muchos se
hacen los idiotas.
Desde que en el
país se difundieron las salas de juego, permitidas por el Estado Nacional,
provincial o municipal, en acuerdos con empresas extranjeras y nativas, los
índices delictuales no han parado de crecer.
Pero, en este
debate sobre la inseguridad, rara vez, se pone en el centro del mismo, la
relación directa entre el juego y criminalidad, quizás para no desnudar toda
una red de complicidades que abarca una gran parte del quehacer social.
Si bien este
flagelo reconoce múltiples causas, como la exclusión social, la pérdida de
valores, la droga, la ausencia de expectativas de vida; la señalada, no es la
más abordada ni explorada por los analistas del tema.
El juego como
generador de delito, no es extraño o una anomalía imprevista, ya que mucha de
la bibliografía específica sobre la temática, deja patente la relación lineal,
constante y estrecha entre juego e ilícitos.
Quienes por
acción u omisión convalidan estas actividades, saben o deberían saber de las
consecuencias lamentables de sus decisiones, pero se hacen y siguen haciéndose
los idiotas y nos quieren tomar por tales.
Algunos estudios
dejan claro la cuestión: INSEGURIDAD Y CRIMINALIDAD: (2) Investigaciones de la Universidad de Illinois
EE.UU., determinaron que en un periodo de 20 años los condados estadounidenses
que han contado con casinos aumentaron en 44% su índice delictivo.
El
periódico, New York Times en un artículo, señala que en la ciudad de
Delta Town, EE.UU., a partir de que se establecieron nuevamente casinos, no se
erradicó la pobreza, ni ha mejorado el nivel de vida; en cambio sí subió la criminalidad
en esa área urbana.
Un
análisis realizado en Nueva Zelanda, estableció que si se abren casinos en las
zonas urbanas de este país la criminalidad aumentaría un 52%.
Una
encuesta a funcionarios de servicios sociales de Carolina del Sur, Montana y
Oregón, en EE.UU., culpan al juego por abuso de drogas y alcohol y de otros
impactos sociales negativos.
“Atlantic
era el lugar número 50, en los EE.UU. en materia de seguridad. A tres años de
que se autorizó el juego en Atlantic, pasó del 50 al primer lugar en materia de
inseguridad”. (3)
Estos
estudios, son un espejo donde mirarnos, sobre todo en una ciudad con altos
índices delictuales y frente a un reclamo legítimo y creciente de toda la
sociedad por este flagelo, al que hay que darle una satisfacción.
Los
medios de Santa Fe, días atrás reflejaron que la mayor cantidad de casos de
trata y prostitución se dan, casualmente, en los 3 departamentos de la
provincia que tienen casinos, ligado a ello van muchas otras actividades
delictivas.
Si lo
expuesto es tan así, estamos al horno, sino lo fuera, me alegraría que muchas
voces se alcen para demostrar lo contrario.
Ascensor
para el cadalso:(4)
Mientras
muchos se rasgan las vestiduras y hacen oír sus catilinarias contra la
inseguridad, nada hacen para desarmar una de las causas del problema y cada día
se involucran más en las actividades conjuntas con las salas de juego.
Casi
podemos decir que funcionarios y casinos son socios; unos programan, difunden,
hacen planes, carreras, obras y otros ponen la plata, lo que es un decir, ya
que a la misma la pone la pobre gente que juega.
Estos
“juegos”, lejos están de ser un divertimento, ya que perder es la regla, y
encierran un nivel de tensión y crispación muy alto, lo que sumado a la
frustración de la pérdida económica, disparan la violencia a escalas
peligrosas.
Las 24
horas del día sin control, los jóvenes y sectores de menores recursos dejan en
esas salas sus magros ingresos y deben volver a sus casas con los bolsillos
flacos, el ánimo por el piso y la desesperación a flor de piel.
En ese contexto, el aumento de la delincuencia es un daño
colateral, que nadie quiere afrontar y menos desarmar una trama de la que
muchos forman parte y reciben sus beneficios.
En el
circo romano, el saludo de los gladiadores era: Ave César, los que van a morir
te saludan, por lo que parafraseando el mismo, los que van a los casino podrían
decir: Ave César, los que van a perder te saludan, unos y otros jugaban y
juegan todo; el resultado es el mismo, más violencia.
En
Santa Fe, el casino y su entorno, es la Meca y centro estelar de todas las
actividades, recreativas, políticas, hasta educativas y culturales. Tan es así,
que se le construyó para que nadie se quede afuera, un ascensor y una escalera
mecánica, ausentes en centros asistenciales o sanitarios, donde serían mucho
más útiles y necesarios. Ahora ante el colapso del estacionamiento en la
zona, se cede una plaza pública para una playa subterránea.
Jorge
Volpi, en un artículo titulado “El casino y sus metáforas”, - Reforma
-11 Sep. 11, lo dice descarnadamente: “Casino, pues, en el sentido italiano: un gigantesco
enredo, un desmadre que, más que contaminar al sistema, lo retrata. Un
sitio donde quienes pretenden ganar unos cuantos pesos -los ciudadanos- son
meros peones al servicio de quienes en verdad se enriquecen: quienes otorgan
las concesiones, los dueños de éstas,(con frecuencia otros políticos) y el
crimen organizado que lava su dinero o cobra "derecho de piso".
“En su banal
atrocidad, simboliza (...) la falta de auténticas políticas sociales, la
desvergüenza de quienes deben vigilar los centros de juego, la hipocresía en la
política sobre las adicciones, la impunidad de las mafias y la
irresponsabilidad de una clase política que, ni siquiera frente al deterioro
socioeconómico, político, y moral que representa este hecho, deja de
lado sus intereses para concentrarse, por una vez, en el interés común.”
Si algún funcionario o candidato habla de combatir la
inseguridad y omite el tema, no le crea, ya que nada se logrará sino no
controlan estos negocios, que según algunos vivos, traen desarrollo a la zona.
Esta situación, no sólo afecta a la ciudadanía, sino también
pone en riesgo la viabilidad del estado y por ello es necesario abrir un debate
superador de las habituales miradas sobre la inseguridad, que dé cabida a la
esperanza y la posibilidad de una vida en paz, igualdad y libertad.
El periodismo responsable tiene mucho que aportar para ello,
ya que los obscenamente amigables seguirán haciendo la plancha y contando
víctimas.
Lo dejo para que reflexione y me despido hasta la próxima
“aguafuertes”.
Ricardo Luis Mascheroni – Docente-
Ref: 1.- Capón Filas, Rodolfo, “Apuntes para una
praxis alternativa”, M Ediciones, pag. 5, Buenos Aires 2012.
2.- “Casinos: Efectos sociales negativos y ludopatía”, del
Dr. (c) Juan Martín Sandoval De Escurdia, Investigador Parlamentario en
Política Social y la Lic. María Paz Richard Muñoz, del Servicio de Información
y análisis, División de Política Social, Cámara de Diputados de México;
3.- HERNANDEZ,
Oscar, “Beneficios y perjuicios de los casinos”, Televisa, 09-11-07,
Mex.
4.- Novela y film de: Noël Calef y Louis Malle
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