EL MODELO BOLIVARIANO Y LA SUSTENTABILIDAD
El modelo que el presidente Hugo Chávez aplicara en
Venezuela durante 14 años se apoya, en lo económico social, en la explotación
masiva de recursos naturales exportables para volcar los beneficios que esto
genera sobre los sectores de la población más necesitados.
Con adecuaciones locales y conscientes de estar haciendo una
excesiva simplificación, este mismo modelo es el que se aplica en la actualidad
en Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador y Uruguay que constituyen un conjunto de
países cuyas políticas se consideran progresistas más por estas intenciones que
por otras consideraciones.
En otras ocasiones, hemos dicho en este mismo sitio, que el
desarrollo sustentable es aquel que conjuga sustentabilidad productiva, con
sustentabilidad social, ambiental y cultural. En una nota publicada por
Página/12 el 8 de marzo de 2013, el destacado sociólogo Boaventura de Souza
Santos analiza diversos aspectos de la realidad venezolana y agrega una
dimensión esencial: la “sustentabilidad política”.
A continuación presentamos la nota cuyo interés es
innegable.
Chávez, el legado y los desafíos
Por Boaventura de Sousa Santos * Página/12 - 8 de marzo de
2013
Murió el líder político democrático más carismático de las
últimas décadas. Cuando esto sucede en democracia, el carisma crea entre
gobernantes y gobernados una relación particularmente movilizadora, porque
reúne a la legitimidad democrática con una identidad de pertenencia y un
conjunto de objetivos compartidos que van mucho más allá de la representación
política. Las clases populares, habituadas a ser golpeadas por un poder lejano
y represor (las democracias de baja intensidad alimentan ese poder), viven
momentos en los que la distancia entre representantes y representados casi se
desvanece. Los opositores hablan de populismo y autoritarismo, pero raramente
logran convencer a los votantes. Es que, en democracia, el carisma permite
niveles de educación cívica difícilmente alcanzables en otras condiciones. La
compleja química entre carisma y democracia profundiza ambos procesos, sobre
todo cuando se traduce en medidas de redistribución social de la riqueza. El
problema del carisma es que termina con el líder. Para continuar sin él, la
democracia necesita ser reforzada con dos ingredientes cuya química es
igualmente compleja, sobre todo en un inmediato período poscarismático: la
institucionalidad y la participación popular.
Al gritar
en las calles de Caracas “¡todos somos Chávez!”, el pueblo es lúcidamente
consciente de que Chávez hubo uno solo y que la Revolución Bolivariana tendrá
enemigos internos y externos lo suficientemente fuertes como para poner en cuestión
la intensa experiencia democrática de los últimos catorce años. En Brasil, el
presidente Lula fue también un líder carismático.
Después de él, la presidenta Dilma aprovechó la fuerte
institucionalidad del Estado y de la democracia brasileñas, pero ha tenido
dificultades para complementarla con la participación popular.
En Venezuela, la fortaleza de las instituciones es mucho
menor, mientras que el impulso de la participación popular es mucho mayor. Es
en este contexto que debemos analizar el legado de Chávez y los desafíos en el
horizonte.
El legado
- La redistribución de la riqueza. Chávez, al igual que
otros líderes latinoamericanos, aprovechó el boom de los recursos naturales (en
especial, el petróleo) para realizar un programa sin precedentes de políticas
sociales, sobre todo en las áreas de educación, salud, vivienda e
infraestructura, que mejoraron sustancialmente la vida de la inmensa mayoría de
la población. La Venezuela saudita dio lugar a la Venezuela bolivariana.
- La integración regional. Chávez fue un artífice incansable
de la integración del subcontinente latinoamericano. No se trató de un cálculo
mezquino de supervivencia o hegemonía. Chávez creía como nadie en la idea de la
Patria Grande de Simón Bolívar. Las diferencias políticas sustantivas entre los
países de la región eran vistas por él como discusiones dentro de una gran
familia. Cuando tuvo la oportunidad, procuró restaurar los lazos con el miembro
de la familia más reticente y más pro estadounidense, Colombia. Procuró que las
relaciones entre los países latinoamericanos fueran mucho más allá de los
intercambios comerciales y que éstos se pautasen por una lógica de
complementariedad y reciprocidad, y no por una lógica capitalista. Su
solidaridad con Cuba es bien conocida, pero fue igualmente decisiva con la
Argentina durante la crisis de 2001-2002 y con los pequeños países del Caribe.
Fue un entusiasta de todas las formas de integración
regional que ayudaran al continente a dejar de ser el patio trasero de Estados
Unidos. Encabezó el ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas), luego
ALBA-TCP (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América - Tratado de
Comercio de los Pueblos), también quiso ser miembro del Mercosur. La Celac
(Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe) y la Unasur (Unión de
Naciones Suramericanas) son otras de las instituciones de integración a las que
Chávez dio su impulso.
- Antiimperialismo. En los momentos más críticos de su
gobierno (incluyendo la resistencia al golpe de Estado del que fue víctima en
2002), Chávez se enfrentó con el unilateralismo estadounidense más agresivo
(George W. Bush), que llegó a su punto más destructivo con la invasión de Irak.
Chávez tenía la convicción de que lo que estaba pasando en Medio Oriente
pasaría un día en América latina, si la región no se preparaba para esa
eventualidad. De ahí, su interés por la integración regional. Pero también
estaba convencido de que la única manera de frenar a los Estados Unidos era
alimentar el multilateralismo, fortaleciendo lo que quedaba de la Guerra Fría.
De ahí, su acercamiento a Rusia, China e Irán. Sabía que los Estados Unidos
(con el apoyo de la Unión Europea) continuarían “liberando” a todos los países
que pudiesen desafiar a Israel o ser una amenaza para el acceso al petróleo. De
ahí, la “liberación” de Libia, seguida por la de Siria y, en un futuro próximo,
Irán. De ahí, también, el desinterés de los Estados Unidos y la Unión Europea
por “liberar” el país gobernado por la dictadura más retrógrada, Arabia
Saudita.
- El socialismo del siglo XXI. Chávez no consiguió construir
el socialismo del siglo XXI, al que llamó socialismo bolivariano. ¿Cuál sería
su modelo de socialismo, teniendo en cuenta que siempre mostró una reverencia
por la experiencia cubana que muchos consideraron excesiva? Me consuela saber
que en varias ocasiones Chávez se refirió con aprobación a mi definición de
socialismo: “El socialismo es la democracia sin fin”. Es cierto que eran
discursos y que la práctica sería sin duda mucho más difícil y compleja. Quiso
que el socialismo bolivariano fuera pacífico, pero armado para que no le
ocurriera lo mismo que a Salvador Allende. Nacionalizó empresas, lo que causó
la ira de los inversores extranjeros, que se vengaron con una impresionante
campaña de demonización de Chávez, tanto en Europa (especialmente en España)
como en los Estados Unidos. Desarticuló el capitalismo que existía, pero no lo
sustituyó. De ahí, las crisis de abastecimiento e inversión, la inflación y la
creciente dependencia de los ingresos petroleros. Polarizó la lucha de clases y
puso en guardia a las viejas y a las nuevas clases capitalistas, que habían
tenido durante mucho tiempo un monopolio casi total de la comunicación social y
que siempre mantuvieron el control del capital financiero. La polarización
llegó a la calle y muchos consideraron que el gran aumento de la delincuencia
era su producto (¿dirán lo mismo del aumento del delito en San Pablo o
Johannesburgo?).
- El Estado comunal. Chávez sabía que la máquina estatal
construida por las oligarquías que siempre habían dominado el país haría todo
lo posible para bloquear el nuevo proceso revolucionario que, a diferencia de
los anteriores, nacía con la democracia y se alimentaba de ella. Buscó, por
eso, crear estructuras paralelas. Primero fueron las misiones y las grandes
misiones, un amplio programa de políticas públicas en diferentes sectores, cada
una con un nombre sugestivo (por ejemplo, la Misión Barrio Adentro, para
ofrecer servicios de salud a las clases populares), con participación social y
ayuda de Cuba. Después fue la institucionalización del poder popular, un
ordenamiento territorial paralelo al existente (estados y municipios), con la
comuna como célula básica, la propiedad social como principio y la construcción
del socialismo como objetivo principal. A diferencia de otras experiencias
latinoamericanas que trataron de articular la democracia representativa con la
democracia participativa (el caso del presupuesto participativo y los consejos
populares sectoriales), el Estado comunal asume una relación de confrontación
entre esas dos formas de la democracia. Tal vez ésa sea su gran debilidad.
Los desafíos
- La unión cívico-militar. Chávez asentó su poder sobre dos
bases: la adhesión democrática de las clases populares y la unión política
entre el poder civil y las fuerzas armadas. Esta unión siempre ha sido
problemática en el continente y, cuando existió, tuvo casi siempre orientación
conservadora e, incluso, dictatorial. Chávez, él mismo un militar, consiguió
una unión de sentido progresista que le dio estabilidad al régimen. Pero para
eso tuvo que darles poder económico a los militares, lo que, además de ser una
fuente de corrupción, mañana puede volverse en contra de la Revolución
Bolivariana o, lo que es lo mismo, subvertir su espíritu transformador y
democrático.
- El extractivismo. La Revolución Bolivariana profundizó la
dependencia del petróleo y los recursos naturales en general, un fenómeno que,
lejos de ser específico de Venezuela, está hoy presente en otros países
administrados por gobiernos que consideramos progresistas, como Brasil,
Argentina, Ecuador o Bolivia. La dependencia excesiva de los recursos naturales
bloquea la diversificación de la economía, destruye el medioambiente y, sobre
todo, constituye una agresión constante a las poblaciones indígenas y
campesinas, en cuyos territorios se encuentran esos recursos, contaminando sus
aguas, desconociendo sus derechos ancestrales, violando el derecho
internacional que exige la consulta a las poblaciones, expulsándolas de sus tierras,
asesinando a sus líderes comunitarios. Hace apenas unos días asesinaron a un
gran líder indígena de la Sierra de Perijá (Venezuela), Sabino Romero,
referente de una lucha con la que me solidarizo desde hace años. ¿Sabrán los
sucesores de Chávez enfrentar este problema?
- El régimen político. Aún cuando es votado
democráticamente, un régimen político hecho a medida de un líder carismático
tiende a ser un problema para sus sucesores. Los desafíos son enormes en el
caso de Venezuela. Por un lado, la debilidad general de las instituciones; por
el otro, una institucionalidad paralela, el Estado comunal, dominado por el
partido creado por Chávez, el PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela). Si
se instaura el vértigo del partido único, será el fin de la revolución
bolivariana. El PSUV es un agregado de diversas tendencias y la convivencia
entre ellas ha sido difícil. Desaparecida la figura aglutinante de Chávez, es
necesario encontrar maneras de expresar la diversidad interna. Sólo un intenso
ejercicio de democracia interna le permitirá al PSUV ser una de las expresiones
nacionales de profundización democrática que bloqueen el avance de las fuerzas
políticas interesadas en destruir, punto por punto, todo lo que fue conquistado
por las clases populares en estos años. Si la corrupción no es controlada y si
las diferencias internas son reprimidas por declaraciones de que todos son
chavistas y que cada uno es más chavista que el otro, se abrirá el camino para
los enemigos de la Revolución. Una cosa es cierta: si hay que seguir el ejemplo
de Chávez, es crucial que no se repriman las críticas. Es necesario abandonar
el autoritarismo que ha caracterizado a grandes sectores de la izquierda
latinoamericana.
El gran desafío para las fuerzas progresistas del continente
es saber distinguir entre el estilo polemizante de Chávez, ciertamente
controvertido, y el sentido político sustantivo de su gobierno, inequívocamente
a favor de las clases populares y de una integración solidaria de América
latina. Las fuerzas conservadoras harán todo lo posible para confundirlos.
Chávez contribuyó en forma decisiva a consolidar la democracia en el imaginario
social. La consolidó donde es más difícil que sea traicionada, en el corazón de
las clases populares. Y donde también la traición es más peligrosa. ¿Alguien
imagina a las clases populares de tantos otros países derramando ante la muerte
de un líder político democrático las lágrimas amargas con que los venezolanos
inundan las pantallas de televisión del mundo? Este es un patrimonio precioso,
tanto para los venezolanos como para todos los latinoamericanos. Sería un
crimen desperdiciarlo.
* Doctor en Sociología del Derecho, profesor de las
universidades de Coimbra (Portugal) y Wisconsin (EE.UU.).
Traducción: Javier Lorca
Tomado de arq
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