El “séptimo continente” ya lo llaman los científicos, que
buscan con urgencia una solución para la mayor isla de desperdicios en el
planeta: un basurero flotante al norte del océano Pacífico que tiene entre 15 y
20 veces la superficie de Uruguay… y no deja de crecer día a día.
.Viernes 1ro de JUNIO de 2013 | 12:12
Foto: edublogs.org
A unos 1.000 quilómetros de Hawaii, el vertedero marítimo
viene de superar los entre 2 y 3,5 millones de quilómetros cuadrados de
extensión, una catástrofe ecológica que no cesa de aumentar.
Millones de toneladas de plástico giran debido a las
corrientes, en el sentido de las agujas del reloj, como lo haría una cisterna
de baño al ser activada, con la diferencia que la masa de basura no degradable
se sitúa entre la superficie y los 30-40 metros de profundidad sin ir a ninguna
parte. El remolino gigante que es alentado por la corriente del Pacífico Norte
impide que los plásticos se dispersen hacia las costas continentales y
conforman ya un centro de espiral de casi 22.000 quilómetros de circunferencia.
Una misión francesa busca que se tome conciencia del asunto
Susana Tibaldi
Para Taller de Educación Ambiental Mayu Sumaj Córdoba
El buque francés L´Elan, con una expedición de la Sociedad
de Exploradores de Francia, acaba de llegar a la zona, donde procura registrar
todo lo inherente al fenómeno causado por los humanos, y que no solo pone en
peligro la vida animal del océano, sino que afectará indefectiblemente todos
los ecosistemas marinos a un plazo indeterminable todavía.
Se trata de la tercera expedición científica a la “isla de
basura” desde que fuera descubierta en 1997 por Charles Moore. Las denuncias de
las expediciones anteriores no han tenido repercusión suficiente fuera del
ámbito ecológico y nadie parece hacerse responsable ni emprender acción alguna.
Los franceses intentan determinar a qué grado la masa
compuesta por todo lo plástico que el hombre ha fabricado alguna vez, pero
principalmente por pequeñísimas piezas del tamaño de un grano de arroz, están
minando la fauna y la flora oceánicas. Además de contaminar el agua, el
plástico es ingerido por los peces, a los que no solo mata, sino que cuando son
capturados, trasladan el plástico a sus predadores, animales mayores, o el
hombre.
Esta es una extensa zona del Pacífico donde el agua circula
en el sentido de las agujas del reloj describiendo una espiral lenta. Allí los
vientos son flojos y las corrientes tienden a forzar la materia que flota en el
agua hacia la zona central de baja energía del remolino. Existen muy pocas
islas donde pueda recogerse el material flotante, permaneciendo en el remolino,
en cantidades estimadas en seis kilos de plástico por cada kilo de plancton
natural.
Los plásticos no son biodegradables (su degradación tarda
entre 500 y 1000 años) y, a medida que pasa el tiempo, lo único que ocurre es
que se divide en piezas cada vez más pequeñas, pero que retienen la composición
molecular original. El resultado es una enorme cantidad de “arena” de plástico
que a muchas criaturas marinas les parece un alimento. El problema es que el
plástico no puede digerirse, por lo que los pájaros o peces que lo consuman
pueden morir de desnutrición con el estómago repleto de plásticos. Y aunque
consuman otro tipo de alimentos, el caso es que los pequeños gránulos de
plástico actúan como esponjas para diversas toxinas, concentrando así productos
químicos como el DDT (compuesto principal de los insecticidas) o el PBC (una
materia química muy venenosa) a una tasa un millón de veces superior del nivel
normal.
La actividad humana sobre el planeta produce inquietantes
consecuencias. Los científicos han descubierto una gran multitud de microbios
que han colonizado con éxito las islas de plástico que flotan sobre los
océanos. Los microorganismos que forman estas comunidades representan un
hábitat ecológico nuevo provocado por el hombre. Los investigadores tienen un
nombre para ello. Lo denominan la 'plastisfera'.
1ro de
JULIO DE 2013
En un estudio recientemente publicado en Environmental
Science & Technology, los científicos de la Asociación de Educación del Mar
(SEA), la Woods Hole Oceanographic Institution (WHOI) y el Laboratorio de
Biología Marina (MBL), todos en Woods Hole, Massachusetts (EE.UU), analizaron
desechos plásticos marinos recuperados de la superficie del mar en varios
lugares del Océano Atlántico Norte. La mayoría eran fragmentos de un tamaño
milimétrico.
Usando microscopía electrónica de barrido y técnicas de
secuenciación de genes, los científicos encontraron al menos 1.000 tipos
diferentes de células bacterianas en las muestras de plástico, incluyendo
muchas especies individuales que aún no han podido ser identificadas. Se han
observado plantas, algas y bacterias que fabrican sus propios alimentos
(autótrofos), animales y bacterias que se alimentan de ellos(heterótrofos),
depredadores que se alimentan de estos, y otros organismos que establecen
relaciones sinérgicas. Estas comunidades complejas existen en trozos de
plástico apenas más grandes que la cabeza de un alfiler y surgieron con la
explosión de los plásticos en los océanos en los últimos 60 años.
Los organismos que habitan en la 'plastisfera' son
diferentes de los de las aguas del mar circundantes, lo que indica que los
desechos plásticos actúan como arrecifes microbianos artificiales",
explica Tracy Mincer, del SEA. "Proporcionan un lugar donde microbios distintos
pueden establecerse y tener éxito". Además, estas comunidades son
probablemente diferentes de las que se depositan de forma natural en el
material flotante como plumas, madera y microalgas, porque los plásticos
ofrecen condiciones diferentes, incluyendo la capacidad de durar mucho más
tiempo sin degradarse.
Como nota positiva, los científicos han encontrado
evidencias de que los microbios pueden degradar los plásticos. Observaron
grietas microscópicas y agujeros en distintas superficies de plástico que
pueden haber sido hechas por los microbios incrustados en ellos. La intención
de los científicos es estudiar a estos seres para poder hacer experimentos en
este sentido. Los desechos plásticos también representan un nuevo medio de
transporte, como balsas en las que pueden desplazarse microbios dañinos,
incluyendo patógenos causantes de enfermedades y especies de algas nocivas. Uno
de los plásticos analizados estaba dominado por miembros del género Vibrio, que
incluye bacterias que causan el cólera y enfermedades gastrointestinales. J. de J.
enviado por susana
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