El peligro es quedar callados
Por Oscar Soria |
La historia está hecha del material de la vida. Como ella,
tiene diafanidades y momentos de trueno, porque se escribe hondamente con letra
hecha de decisiones y hecha de trabajo. Las claridades se redactan con la luz
que emanan todas esas personas valientes que se "plantan" por sus
ideas cuando el poder, en momentos definitorios, parece no respetar la razón o
el dialogo, y hace peligrar la dignidad y la propia vida de la gente.
Hace unos días, en la columna El peligroso marketing de guerrilla de Greenpeace, el autor
planteaba que esta organización "no debe buscar héroes muertos o presos
para comunicar sus justas causas", asumiendo que el trabajo de esta ONG
ecologista se basa en un "marketing de guerrilla" que roza con la
ilegalidad y pone en peligro la vida de sus activistas. Tras una inicial
ponderación estética de la creatividad, el fondo del artículo parece sugerir
una reserva ética sobre la misión de la organización al hablar de lo
"correcto y lo cuestionable" de sus métodos.
Como comunicador de organizaciones sociales, quisiera dar
tranquilidad. En primer lugar, porque cada protesta es cuidadosamente analizada
y consensuada, y los riesgos físicos y legales son exhaustivamente evaluados.
En toda su historia, nadie ha resultado muerto como consecuencia de las
acciones directas. En segundo término, porque en ese movimiento global que es
Greenpeace todos los activistas tienen plena conciencia de las consecuencias
inmediatas e históricas de sus decisiones y del mundo en el que quieren vivir.
Y no son los únicos. Miles de activistas, voluntarios y
profesionales en ONG o movimientos sociales toman decisiones vitales, éticas,
filosóficas y políticas. Trabajadores humanitarios de Médicos Sin Fronteras así
como promotores sociales de Save the Children o Unicef, por ejemplo, también
arriesgan su seguridad en el terreno. ¿Eso es cuestionable? No. Se sabe que
cualquier misión de esta naturaleza tiene riesgos asociados, y cada trabajador
ejerce el derecho de asumirlos o no, sin perder de vista que lo importante es el
objetivo de incidir en mejorar la realidad que nos rodea.
¿Ha sido ilegal la protesta en el Ártico ? Evalúelo el lector. Más bien, ha
quedado en evidencia que fueron las autoridades rusas quienes violaron acuerdos
internacionales, hecho que ha generado una demanda de Holanda, el país de
origen de la embarcación, y el repudio de todo un arco de respetables juristas
y organizaciones como Amnistía Internacional. Es más: fue el presidente ruso,
Vladimir Putin, quien aseguró que los 30 tripulantes detenidos "no son
piratas". "No conozco los detalles de lo que pasó pero es totalmente
evidente que no son piratas", dijo. Y es ahora el propio asesor de
derechos humanos del Kremlin, Mikhail Fedotov, quien cuestiona los cargos de
piratería de la fiscalía rusa. Recordemos lo importante: los activistas tenían
la intención de detener una acción ilegal, esto es, la de abrir plataformas
petroleras en áreas protegidas.
Es lo que sucedió exactamente en Argentina en 2004, cuando
el gobierno de Salta quería rematar una reserva natural e indígena, violando
leyes locales y nacionales. Greenpeace accionó y sus activistas fueron
arrestados, pero ellos eran conscientes de que son y forman parte de un
movimiento mucho más amplio que ha venido cuestionando el impacto ambiental y
social de la expansión de la frontera agropecuaria en el país. Ciudadanos
comunes voluntarios cuyas acciones han sido claves para generar nuevas
legislaciones que protegen a los bosques y su gente.
¿Es la justicia lo mismo que la legalidad? ¿Qué pasa cuando
una ley es injusta? ¿No tienen acaso los ciudadanos el derecho a resistir
pacíficamente la injusticia incluso cuando se disfraza de ley? Y esto no
significa desconfiar de la ley, sino tener en claro que, a veces, algún
legislador escribe con líneas torcidas, no derechas. Claro: se objetará que,
ante una ley injusta, se debe recurrir a tribunales, parlamentos o a hacer
protestas por las calles, en vez de tomar acciones directas. Muy cierto, cuando
los tiempos lo permiten, lo cual no ocurre en todos los casos. Todas las
acciones de Greenpeace son pacíficas. Jamás se ha usado la violencia.
Pensemos. Imaginemos un mundo donde las sufragistas hubieran
optado por acatar la ley a rajatabla: las mujeres no tendrían todavía hoy
derecho al voto. Hablamos de resistencia, no de ilegalidad. ¿Y qué hay de los
movimientos por la igualdad racial en Sudáfrica o en Estados Unidos? ¿Estaba
permitido cuestionar el Apartheid? ¿Era ético o no ético respetarlo? Esas son
las preguntas que debemos hacernos. ¿Dónde habría quedado el sueño de Martin
Luther King si no hubieran resistido pacíficamente las leyes injustas? "¡Yo
tengo un sueño!", fue su grito de libertad, y lo hizo posible. ¿Y qué
hubiera sido de la India sin Ghandi? ¿Fue su lucha "temeraria"? Nunca
hubiéramos conocido la resistencia civil y no violenta que llevó a la India a
la independencia sin Gandhi.
Greenpeace no busca héroes. Llegan solos, y tienen el tipo
de heroísmo que nace de las personas comunes que, ante situaciones
extraordinarias, entregan respuestas también extraordinarias. Personas comunes
con decisiones extraordinarias la fundaron: periodistas, fotógrafos, amas de
casa, ingenieros y objetores de conciencia fueron los que formaron Greenpeace
en 1971. Desde entonces, miles de ciudadanos se unen o se han unido a esa
utopía en algún momento de sus vidas: día a día, ellos eligen poner su granito
de arena, sea en sus oficinas, los barcos o en las calles de miles de ciudades
en los cinco continentes. Pero también Greenpeace encuentra millones de héroes
anónimos en el mundo digital y las redes sociales que, lejos de toda épica
televisiva, día a día, peticionan y opinan, forzando a las empresas y las
instituciones estatales más poderosas del mundo a revisar sus políticas
ambientales.
La historia es pendular, se dice. Apolínea y dionisíaca.
Tiempos de equilibrio alternados por otros tiempos definitorios donde el poder
parece no respetar la razón o el diálogo, pone en peligro la vida con un claro
desprecio por la dignidad de los seres humanos. Es entonces cuando surgen los
valientes que se "plantan" por sus ideas y mueven el péndulo otra
vez.
Los 30 miembros de la acción directa que Greenpeace llevó a
cabo en el Ártico son sujetos históricos de esos que mueven el péndulo. Merecen
nuestro respeto porque nos interpelan, nos hacen preguntar dónde estamos y cómo
nos plantaremos para detener la destrucción que hace agonizar nuestro planeta y
el futuro de nuestros hijos. Tal vez, deberíamos ser más honestos con nosotros
mismos, ir al fondo de nuestros corazones y preguntarnos dónde está nuestro
héroe interior que espera salir para escribir una historia diferente. Dónde
está nuestra conciencia, esa que puede enfrentar el miedo y vencer el peligro
que entraña quedarnos callados.
Oscar Soria fue Director de Comunicación de Marca de
Greenpeace Internacional y, previamente, Director de Comunicación de Greenpeace
Argentina..
TOMADO DE LA NACION DE AR POR SUGERENCIA DE Hernán Giardini
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