INFORME
Voluntarios contra la pandemia
Distintas universidades públicas de todo el país impulsaron
programas para asistir a la población por el brote de coronavirus. Docentes y
estudiantes despliegan su solidaridad en búsqueda de una sociedad más justa e
inclusiva.
Por Edgardo Nuñez
Imagen: Reinaldo Cortés
Ya en el final de la cursada 2020, los universitarios hacen
un balance sobre su año académico. Pero este año fue particular, no sólo por
las clases por Zoom, el cúmulo de bibliografía en PDF o los trabajos en grupo a
distancia. Muchos alumnos y docentes de distintas universidades públicas dieron
el presente durante la pandemia en el rol de voluntarios. ¿El objetivo?
Transmitir lo aprendido en un contexto desfavorable, en desventaja, y aplicar
socialmente lo que representa una institución pública. En voluntad para ayudar,
el balance fue positivo.
Algunas universidades aún no habían comenzado la cursada
cuando llegó la pandemia. El presidente Alberto Fernández, a través de una
cadena nacional, anunció que ese 20 de marzo cambiaba la realidad del país. En
este contexto, las casas de estudio avanzaron de golpe sobre la educación
digital y también dieron espacio a las actividades solidarias. El Suplemento
Universidad recogió cuatro historias para retratar la entrega desinteresada que
miles tuvieron a lo largo del país.
Acompañar con la palabra
La Universidad Nacional del Sur convocó y el pedido hizo eco
en aquellos que no querían estar en la casa sin hacer nada. “Se presentó un
proyecto para ayudar de forma telefónica, específicamente a adultos mayores, y
hacer un acompañamiento del tipo psicosocial, que a veces en la salud no está
cubierto”, recuerda Héctor Manuel Quirilao Cayupil, estudiante de
Acompañamiento Terapéutico, docente, fotógrafo, entusiasta de lo social.
“Se empezó a trabajar con esas dolencias, como es la salud
mental y social. Lo que se hace es acompañar a la gente que se encuentra sola,
tiene poca familia o directamente no tiene”, aclara el docente y estudiante de
44 años, y resalta que el grupo de voluntarios con los que trabajó siempre
“trató de poner en práctica todas las herramientas que se adquirieron en la
carrera”. Destaca, además, que el Departamento de Salud de la Universidad los
acompañó e impulsó siempre.
El rol del acompañante terapéutico, destaca, tiene que ver
con “pensar en el otro, empatizar con el otro y ver dónde la persona comienza a
hacer agua en ciertas cuestiones”. Quiri -como le dicen- quiere ayudar a quitar
esa agua a cualquiera, incluidos sus alumnos o los adultos mayores a los que
llama y les pregunta algo tan simple y genuino: “¿Cómo estás?”.
Critica una y otra vez que las obras sociales, e incluye el sistema de salud en su totalidad, no cubran el acompañamiento psicológico como se debería. “Desde el acompañamiento voluntario la palabra importa, se trata de buscar que a esa persona que se encuentra sola, que se encuentra con necesidades, nos lo pueda contar”, remarca.
Desde la universidad se organizaron en grupos pequeños,
guiados por docentes y una vez a la semana se reunieron para poner en un
espacio en común los casos y situaciones que tuvieron en la semana.
Con respecto a la pandemia, explica que puntualmente se
trató de empezar a desnaturalizar miedos o cuestiones que a veces se pueden
llegar a encontrar, todo a través de la charla. En muchos casos, la
incertidumbre que generó la pandemia y la sobreinformación generaron en la
población de riesgo ansiedad y depresión al comienzo del aislamiento, social,
preventivo y obligatorio.
Agradecido y entregado a lo que cree, al vínculo social y a
detenerse a ver cómo está el otro, repite y repetirá: “Siempre se puede hacer
algo para ayudar”.
Un aislamiento seguro
“La empatía no es un botón que uno aprieta y se enciende, la empatía se tiene que aprender”, asegura Guadalupe Currao Casamayor, no docente de la Universidad Nacional de Lo mas de Zamora (UNLZ) y estudiante de Derecho.
Inició en el voluntariado por comparación, por mirar a su
alrededor. “La situación de otras personas en relación con la mía, que estaba
en una posición un poco más cómoda, me generaba un sentimiento de deuda y me
dieron ganas de colaborar aportando, aunque sea, mi grano de arena”, destaca
sobre cómo equilibro su universo.
Cuando inició el voluntariado, y con el paso del tiempo, se
dio cuenta que efectivamente hacen un aporte a la sociedad, a la comunidad en
este momento difícil. “La mayoría de las voluntarias no son médicas o personal
de salud, y lo que se puede hacer es muy poco, pero se advirtió que hay muchas
personas que efectivamente necesitan de este contacto, de lo que hacemos”,
cuenta.
Su voluntariado se trata de dar una serie de recomendaciones
para las personas que tienen coronavirus y que estén aislados, para que
transiten la enfermedad de la forma más segura. Además, explican cómo cuidar a
los que conviven con una persona que tiene la enfermedad para no contagiarse.
La idea es cerrar la cadena de transmisión lo antes posible.
No es fácil. Si bien reconoce que es una afortunada en
cuanto a que su familia se mantuvo a salvo, no estuvo ajena al dolor de los
otros. Como voluntaria, admite, le tocó hablar con muchos pacientes “que
estaban mal, muy mal”.
“Recuerdo un caso en particular en el que llamé a la persona
contagiada y cuando volví a llamarla a la otra semana para hacer el
seguimiento, esa persona ya estaba muerta. Es muy fuerte, porque realmente te
hace tomar una perspectiva distinta. Te das cuenta de la dimensión de lo que la
pandemia realmente es”.
En el trabajo, señala, es sumamente importante tener una
escucha abierta, atenta, no es un “servicio de telemarketer, no estás vendiendo
nada, no tenés que cumplir con un número sino que tenés que hablar con cada
familia y cada persona”.
La UNLZ, en un claro impulso y apoyo, puso coordinadores que
motivan cada día a los voluntarios. La Universidad y los voluntarios esperan
que todo el esfuerzo sea útil y que sirvan las herramientas brindadas. “Te
sentís qué estás cumpliendo con algo que engrandece. La salida es colectiva y
te tenés que comprometer vos también y tenés que estar adentro”, concluye.
En búsqueda de casos estrechos
Habla segura, sabe lo que hace porque hace lo que le gusta.
“No es el primer voluntariado que hago, yo soy voluntaria ya hace años”,
resalta Paula Velázquez, estudiante del Profesorado de Educación Física en la
Universidad Nacional de Hurlingham (UNH). Tiene 39 años, lo aclara de entrada
por si quedan dudas de que no es una niña, y que, más allá de que no todo es
una cuestión de experiencia, sabe lo que hace.
Mientras reflexiona un poco sobre su relación entre la
carrera que eligió, su vida y la pandemia, destaca puntos concretos, como “que
uno aporta desde la educación, siempre desde la educación, y contribuir desde
ese lugar, es la base de todo”.
Comenzó hace 10 años como voluntaria en Red Solidaria en las
recorridas nocturnas. Lo hizo por dos años, para después ingresar a una ONG
llamada Amor Puro que realizaba acciones en Chaco.
“Cuando surgió esta propuesta, si bien no sabía mucho desde
dónde podía ayudar o aportar, junto con mi pareja decidimos anotarnos”, aclara
su historia tan sencilla. Con su pareja comparte la misma filosofía de brindar
ayuda y preocuparse por el otro.
Con sus programas de voluntariado, la UNAHUR los hizo sentir
parte, los incluyó, logró crear un clima de comunidad que se trasladó a todos
los que se sumaron. En esta oportunidad, su trabajo es llamar a las personas
que tuvieron contacto estrecho con algún infectado de coronavirus. Arman una
lista de todas las personas con quién tuvo contacto y realizan el relevamiento.
Se pregunta si tienen síntomas y se les indica qué tienen que hacer en caso ser
positivo.
La institución trabaja en línea con el municipio, al que le
informan de todos los casos. Si a alguien le hacen falta alimentos o
medicamentos, además de cualquier otro inconveniente, también se lo informa a
la Municipalidad de Hurlingham para que se haga cargo de cada caso particular.
“La gente está muy angustiada. A veces te cuentan que también tiene otros problemas de salud o hablamos con personas que quizás perdieron a la madre y al padre por el coronavirus. Muchos tienen angustia y depresión por estar aislados, por eso creo que el tema de llamar, estar y demostrar que la otra persona te interesa los ayuda mucho”, asegura.
Por medio de capacitaciones del Ministerio de Salud y de la
UNAHUR aprendieron a ser lo más empáticos y contenedores posible. Aun así,
lamenta que hay gente que toma poca conciencia del riesgo que existe.
Una ayuda integral
Ana Ríos Portel tiene 23 años y cursa la Licenciatura en
Kinesiología y Fisioterapia en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Desde
los 17 trabaja en distintos voluntariados. “Es un camino de ida”, enfatiza.
En este caso, la UNC tiene la extensión en voluntariados y
busca que los alumnos de cualquier carrera hagan al menos 30 horas de este tipo
de actividades en diversas áreas. El desafío es poder unir la carrera y la
experiencia de relacionarse con gente que de alguna u otra forma está
necesitada. Este año, inevitablemente, todo se conectó: la carrera, la pandemia
y la gente que necesitaba una mano.
Dentro del voluntariado, especifica, el rol que tienen es
“abordar distintas problemáticas y aprender a reconocerlas para poder hacer un
cambio en la realidad”. Así de comprometida busca estar siempre Ana. Y la
Universidad acompaña con distintos tipos de programas para que exista un
compromiso social estudiantil.
“Buscamos aprender a ponernos en el lugar del otro. Mejorar
la empatía y comprometernos con la realidad que vivimos y que quizás
desconocemos. Está bueno posicionarse en cierto lugar y preocuparse por el otro
para poder acercarle las posibilidades a las que quizás no puede acceder,
compartir algo para crecer juntos y mejorar la sociedad”, destaca.
En cuanto al difícil momento de la pandemia, destaca que
desde el voluntariado les piden “acercar el conocimiento con respecto a lo que
es el Covid-19” y puntualiza que brindan información sobre salud en general,
sobre cómo armar huertas sustentables o sobre nutrición.
Considera el voluntariado como una manera de llegar a la
gente, para tratar de compartir un momento y “más en este momento tan difícil”.
“Es mejor poner los problemas en común y buscar soluciones colectivas”, opinar
y no puede imaginar un futuro atractivo sin pensarlo en plural.
Por el lado de la institución, el objetivo práctico es que
los estudiantes puedan articular sus carreras y el voluntariado. “Toda
actividad de ayuda que pude sumar, aunque tenga el tiempo contado, me las sumé
porque me parece muy importante conectar con las otras personas, y la intuición
nos empuja a realizar un camino colectivo en el que uno se puede apoyar en
docentes y compañeros”, celebra, con su dulzura y su tonada.
Tomado de pagina 12 de ar
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