El gran basural
Por Lourdes Peralta, ABC Color.
El año pasado, en Nápoles, la Camorra recibió al nuevo gobernador
desparramando toneladas de basura por las calles, con una guerrilla estratégica
de jóvenes motorizados que se encargaron de regar la basura por toda la ciudad.
Nosotros también tenemos nuestras mafias colectivas, familiares y personales. A
los mediocres sistemas de recolección en distintas ciudades les sumamos el
lentísimo cambio de mentalidad de la gente que no entiende que, además de
inundaciones de agua, se vienen las de basura. No solo aumentarán los malos
olores y la contaminación visual, sino el riesgo de enfermedades y pestes. La
falta de higiene es una vieja estampa local.
Los siempre patriotas empresarios del transporte no proveerán tachitos,
ni carteles, ni choferes capaces de aconsejar a los pasajeros no tirar basura a
la calle desde el colectivo; tampoco los nuevos ricos aprenden nuevos hábitos.
Otra postal folclórica se dibuja en aquellos que sacan la basura para que se la
lleve el raudal; los que se sientan a comer en las plazas y dejan latitas,
botellas, cartones, bolsitas, etc.; los que tiran escombros y restos de poda en
plazas y baldíos. Muchos fantasmas pululan en la noche y madrugada quemando
desperdicios.
Buscar justicia en la Municipalidad provoca un estrés postraumático por
los interminables funcionarios que pelotean “tu problema” de oficina en oficina
hasta llegar a alguno que te sugiere “llamá a la Central, ahí te van a indicar
dónde dirigirte”. Así funciona la calesita de la Muni de Asunción y,
seguramente, de otras ciudades. Cualquier empleado que atienda el teléfono tiene
que estar capacitado para explicar los pasos a seguir a fin de concretar una
solución.
El nivel de educación urbana es bajísimo. “Se educa en la casa”,
decimos, y es cierto, pero enseñar a tirar el papelito en el cesto ya no basta;
la basura crece alarmantemente. Tiene que existir una alianza entre familia,
escuela y empresas. Una directora cuenta que a los chicos que por A o B
motivos, no quieren estar en la clase, sobre todo de matemática, los invita a
limpiar el patio. “Aquí adentro colaboran, pero afuera vuelve a cambiar todo,
chicos y grandes tiran la basura en el suelo. Es difícil, porque también el
tema de la prohibición por ley puede llegar a saturar; al final, la gente te
contesta ‘las leyes se hicieron para violarlas’ ”.
En algunos países avanzados no existe la recolección casa por casa,
sino la contenerización y se han reemplazado los contenedores de plástico por
los de metal. Hay contenedores soterrados que están al nivel del suelo y se
utilizan para parques y plazas; aquí –seguro por algún negociado entre amigos–
en las plazas de barrios hay un inservible tachito de metal que, si no está
agujereado por herrumbre, está repleto de basura que nadie recoge.
La basura es un tema político y no se vislumbran interesados. Todo
gobierno nacional, en vez de gastar multimillonarios presupuestos propagando
ideologías que no pisan tierra y solamente son el jugoso salario de unos pocos,
debería apostar a la unificación ciudadana, centrarse en una fuerte educación
ecológica, formal e informal, crear conciencia para la participación y aplicar
multas. Si un vecino honesto se postulara a candidato y propusiera planes para
acabar con la basura, sería bienvenido aire fresco. Hasta ahora, ningún
aspirante a la presidencia habla de este gran problema, y tal vez sea porque
implica manejar un discurso libre, que proponga un concepto de vida que
recupere valores perdidos, principalmente dentro de la administración familiar.
Dicen que aún en los países avanzados la gran mayoría solo teme a las fuertes
multas y por eso cumple las reglas de higiene. No seremos la excepción, y es
urgente que se tomen medidas. Paralelamente, tenemos que preocuparnos por
buscar información para poder proponer soluciones a la basura, algo que cada
día genera más discordia.
Tomado de abc de Paraguay
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