domingo, 2 de agosto de 2015

400 MIL HECTÁREAS DEFORESTADAS EN ARGENTINA


DESIDIA  |  400 mil hectáreas perdidas de bosques El dato es aterrador: 400.000 hectáreas destruidas. El 0.14% del territorio nacional perdido. Sólo de bosque. Sí, se está hablando de 4000 kilómetros cuadrados de bosque argentino que ya no existen.
Al parecer, poco importa que estén identificados los 500 agentes principales que viven del negocio de la deforestación. Poco importa que sean corporaciones alimentarias las que más puntúen en el ranking asesino de las empresas examinadas. Poco importa que tres de los gigantes de la nueva economía (Rusia, China, India) sean los que más daño ocasionan a las selvas tropicales una vez que quedaron diezmadas las reservas de madera en Europa. Poco importa que, a eso, se sumen la especulación inmobiliaria y la visión cortoplacista del sector agrícola con sus urgencias de soja. Se trata del problema ambiental, social y económico más grave del país. Y se trata de que es necesario hacer algo, y en lo inmediato, para frenar semejante atrocidad. La superficie de bosque de Cuña Boscosa en Santa Fe tiene una tasa de deforestación anual de casi 20 mil hectáreas, una superficie mayor a la ciudad de Rosario. Lo poco que queda del Impenetrable chaqueño está en manos de organizadores de safaris de caza furtiva y de quienes talan y pescan de manera indiscriminada. La destrucción del bosque tropical en el mundo entero afecta la disponibilidad de agua dulce, la biodiversidad y la vida humana. Pero no hay caso: se sigue pensando en el bosque como un recurso forestal infinito. Y, por ello, pasible de ser tomado por empresas que poco y nada tienen que ver con el cuidado y el uso racional de la materia prima. Hasta la sociedad y ciertos gobiernos suponen a los árboles como un bien inagotable. Se sabe, pero nadie parece creer demasiado en eso, que el cambio climático y los bosques están íntimamente ligados. No se entienden los motivos como para que no se comprenda que los cambios que se producen en el clima mundial afectan a los bosques debido a que las temperaturas medias anuales son más elevadas, a la modificación de las pautas pluviales existentes hasta no hace mucho y a la presencia cada vez más frecuente de fenómenos climáticos extremos. Se sabe, pero nadie parece hacerle caso al hecho de que los bosques, y la madera que producen, atrapan y almacenan dióxido de carbono, con lo cual contribuyen considerablemente a mitigar el cambio climático. Ni siquiera parece comprenderse demasiado bien que, luego de una tala indiscriminada de un bosque, al llover, el agua no retenida escurre cuenca abajo encontrando, en muchos casos, a las ciudades donde la población humana se halla muy concentrada. Dicen los expertos y los miles de informes que “la eliminación de bosque significa alterar el modo en el que cicla el carbono; es decir, en que se vuelve más disponible en la forma más oxidada, que es el dióxido de carbono. Los cultivos y pastizales también retienen una cantidad de carbono y agua. Pero, debido principalmente a su escasa biomasa, es decir materia orgánica acumulada, y la vida más corta de sus organismos, la materia cicla de un modo más veloz”. Nadie parece escucharlos. Dicen otros expertos y sus miles de informes que “el modelo y sistema económico actual exige crecimiento y desarrollo, y pareciera que esta concepción del mundo moderno se estableció en nuestro pensamiento y no podemos imaginar alternativas. El modelo económico se basa en la concentración de capital, materia, seres humanos y el resultado es la sociedad moderna civilizada”. ¿Civilizada?
En el reverso de la medalla sucede que la destrucción, explotación excesiva o incendio de los bosques puede producir dióxido de carbono, gas responsable del efecto invernadero. Todos lo saben, muy pocos lo impiden. Los combustibles fósiles liberan dióxido de carbono al quemarse e incrementan la presencia de este gas en la atmósfera que, a su vez, contribuye al calentamiento del planeta y el cambio climático. También se sabe, tampoco se impide.
Ya van 400.000 hectáreas menos. Es momento de llegar a esas alternativas de las que todos hablan y pocos llevan a cabo. DESMONTES, DESERTIFICACIÓN E INUNDACIONES | Menos bosques y especies Graciela Pérez | La Argentina es uno de los países con más bosques del planeta. Además, cuenta con el potencial de reforestar, pues tiene una amplia superficie. La otra cara de esta realidad es que registra altas tasas de desmonte. Para la región del Gran Chaco, es del 2,5%, una de las más altas del mundo y, según la Secretaría de Ambiente de la Nación, entre 2007 y 2011 se perdió más de un millón de hectáreas de bosques nativos. Los árboles son una de las formas más eficientes, en términos económicos, para capturar dióxido de carbono y mitigar el cambio climático. Por ello, forestar puede resultar un buen negocio. Así lo entendieron muchos países. Pero en el país no existe la lógica de volver a plantar un árbol una vez que se tala.
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En la Argentina, a pesar de la sanción de la Ley de Bosques promulgada en 2007, en sólo seis meses de 2013 “se desmontaron 44.823 hectáreas, de las cuales 10.796 eran bosques protegidos por la normativa”, precisaron desde la organización ambientalista Greenpeace. El peor ejemplo sucede en Salta. El gobierno provincial está realizando cambios de zonificación con el objetivo de autorizar desmontes en zonas protegidas por la Ley de Bosques. Por esta vía, ya se perdieron 150 mil hectáreas.
Estudios realizados desde la Universidad Nacional de Rosario demostraron que, desde 1976 a 2008, la superficie de bosque de Cuña Boscosa santafesina se redujo de 790.529 a 404.672 hectáreas y alcanzó entre 2005 y 2008 una tasa de deforestación anual de 19.574 hectáreas. Casi 400.000 hectáreas perdidas de timbó colorado, lapacho rosado, ombú, guayaibí, palmera pindó, quebracho. Y gran variedad de fauna: águila coronada, carpintero negro, capuchino, ñandú, tucán, aguará guazú, yacaré overo y oso hormiguero, por mencionar algunos. En el Impenetrable, a 500 kilómetros de Resistencia, donde se educan niños de comunidades wichís y qom, la harina de algarrobo es codiciada. El árbol está siendo talado de manera brutal para vender su madera en rollizos a 300 pesos la tonelada. Lo mismo sucede con el mistol –cuyo fruto es un sucedáneo del café–, el chañar y otros árboles que abundan en la región. A su vez, el palosanto, árbol que necesita entre 100 y 150 años para desarrollarse, se vende a China para pisos de parqué, transatlánticos y yates de lujo. A la tala de árboles se suma la instalación sistemática de campamentos de cazadores furtivos y safaris de negociantes internacionales que matan animales con armamento cada vez más sofisticado.

En Chaco se desmontaron 218.034 hectáreas entre 2007 y 2013. Por tal motivo, en enero de este año comunidades indígenas presentaron una acción de amparo por los desmontes ilegales. Intervino el Juzgado Civil y Comercial 6 de Chaco, que ordenó monitorear la situación de los bosques nativos. El tribunal designó a la antropóloga Graciela Bergallo para que realice un informe sobre la situación social en la zona. El documento fue presentado ante el juzgado, y alertó: “La degradación y desaparición del bosque nativo pone en riesgo la sobrevivencia del territorio, de la comunidad wichí y de las personas que la integran”. La situación actual de la Selva Paranaense o Selva Misionera es realmente crítica: Sólo queda un 7% de su superficie original. Con una superficie inicial de más de 2 millones de hectáreas hoy quedan apenas unas 40.000 hectáreas de selvas prístinas y alrededor de 800.000 hectáreas de selvas secundarias. Según datos oficiales, entre 1998 y 2007 en Misiones se deforestaron 144.153 hectáreas. Mientras que desde la sanción de la Ley de Bosques (2008) hasta mediados de 2011 el promedio anual de deforestación disminuyó en un 50%. Sin embargo, se desmontaron 21.406 hectáreas, de las cuales 3.630 eran de bosques protegidos por la normativa.
Deforestación y desertificación Un grupo de investigadores de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Nacional de Santiago del Estero advirtió sobre el proceso de desertificación. Estos investigadores estudian, desde 1975 a la fecha, la extensa zona denominada Chaco argentino o región neotropical, formada por Santiago del Estero, este de Salta y este de Tucumán y llega, en su límite inferior, hasta La Rioja y Catamarca. Según el responsable de la investigación, el ingeniero forestal Pedro Boleta, desde aproximadamente 1970 en el Chaco seco argentino hubo sobreexplotación del bosque, como consecuencia de la práctica indiscriminada de desmonte y de la tala rasa con topadoras. Esto provocó alteraciones irreversibles en el suelo. Entre esas alteraciones está la desertificación de lo que antes fueran tierras fértiles.
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Por su parte, la Unidad de Manejo del Sistema de Evaluación Forestal (Umsef), en su informe sobre pérdida de bosque nativo en el norte argentino correspondiente al período diciembre 2007-octubre 2008, pone en evidencia la existencia de deforestación en las provincias de Salta y Jujuy. Las áreas desmontadas corresponden a la transición entre las regiones Parque Chaqueño y Selva Tucumano Boliviana, ocupando principalmente el pedemonte. En las provincias de Santiago del Estero y Chaco, la deforestación se localiza en el límite entre ambas que históricamente presentó un uso tradicionalmente agrícola. A su vez, hacia el centro de la provincia de Santiago del Estero se evidencian áreas deforestadas principalmente para uso ganadero debido a las restricciones hídricas en esta zona. Asimismo, el mismo patrón se observa en la zona del Impenetrable en la provincia del Chaco donde las condiciones climáticas tampoco son propicias para la agricultura. El informe sostiene que el área de estudio presentó en los últimos 10 años los registros de deforestación más importantes del país. Este hecho se evidencia a partir de los datos de los períodos 1998-2002 y 2002-2006 que corresponden al monitoreo de bosque nativo que realiza cada cuatro años la Umsef. Asimismo, destaca que, en el período previo a la sanción de la Ley de Bosques Nº 26.331, el proceso de deforestación se intensificó notablemente y por último, a pesar de la sanción de la ley, se registraron desmontes. Es decir, que si bien en el período 2007-2008 disminuyó la intensidad de la deforestación en relación con el período anterior, dicho proceso no dejó de ocurrir y superó el valor correspondiente al período 1998-2002. Agrega que en las provincias analizadas los procesos de pérdida de superficie de bosque fueron causados principalmente por el avance de la frontera agropecuaria. Las imágenes satelitales ponen de manifiesto la existencia de nuevos cultivos, que en varias oportunidades corresponden a soja. En este marco, se evaluó la existencia de desmontes entre los años 2006 y 2011 en las regiones forestales con mayor impacto en los últimos 20 años, las cuales son Parque Chaqueño, Selva Tucumano Boliviana y Selva Misionera. De 2006 a 2011 se deforestaron en el país 1.779.360 hectáreas. Las provincias más afectadas fueron Santiago del Estero (con 701.030 hectáreas), Salta (con 440.943) y Chaco (con 182.441).Los departamentos de General Güemes, Almirante Brown y General San Martín son los más perjudicados en Chaco, mientras que en Catamarca la zona de Patiño fue la más castigada. En Salta las regiones de Anta, Metán, General San Martín y Orán sufrieron la tala depredadora. Entre las provincias más diezmadas está Santiago del Estero con las localidades de Alberdi, Choya, Copo, Juan Ibarra, Moreno, Pellegrini y Quebracos. La pérdida de bosque nativo entre los años 2013 y 2014 se dio en mayor medida en las regiones forestales del Parque Chaqueño, Yungas (Selva Tucumano Boliviana), Selva Paranaense (Selva Misionera) y Espinal (distritos del Caldén y del Ñandubay). Además de la pérdida acelerada de bosques nativos, aquellos que quedan en pie sufren un proceso continuo de degradación desde hace más de cien años. Ya sea para extraer madera, tanino, durmientes de ferrocarriles, postes de alambrados o carbón.
En los últimos años, la explotación de productos como la soja, el papel, la carne de res, el cuero, el aceite de palma o la madera causan la mayor parte de la deforestación. Además, todo ello incide directamente en el calentamiento global, ya que la deforestación y el uso de la tierra son responsables de más del 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial.
Inundaciones “Transformar bosques en pastizales o cultivos significa que no toda el agua que podría retener el bosque puede ser retenida en ecosistemas de pastizal o cultivos”, señalaron investigadores de la Universidad Nacional de Rosario. Además, sostuvieron que gran parte del carbono que asimila el bosque podría liberarse ocasionando mayor dióxido de carbono. Las intensas lluvias que provocan desbordes de ríos, arroyos y la pérdida de vidas humanas, así como también graves daños económicos, obedecen principalmente a la grave pérdida de cobertura forestal que no permitió contener las intensas precipitaciones. Según el biólogo cordobés Raúl Montenegro, los desbordes que se produjeron en marzo pasado en las provincias de Córdoba, Santiago del Estero y Santa Fe, obedecen a dos motivos. “Hubo dos causas principales para las inundaciones recientes. Primero, precipitaciones extensas en tiempos breves. Segundo, ambientes serranos deforestados y por lo tanto cuencas hídricas donde el agua, en lugar de ingresar al subsuelo y la ‘esponja rocosa’, circula en superficie a gran velocidad”, explicó el biólogo. Montenegro recordó que “en Córdoba queda menos del 5% de la superficie que tenía originalmente el bosque nativo, y que entre 1998 y 2002 sufrió la más alta tasa de desmonte de la Argentina y una de las mayores del mundo”. Por su parte, Greenpeace coincidió y señaló que “a pesar de la sanción de la Ley Nacional de Bosques, los desmontes para desarrollo agropecuario y urbano arrasaron con bosques nativos en zonas frágiles, perdiendo la protección de la vegetación frente a las fuertes lluvias”. Deforestadores Además de los empresarios locales, son varias las empresas que utilizan las materias primas de los países en vías de desarrollo para elaborar sus productos. El Programa Global de la Cubierta Forestal (GCP, por sus siglas en inglés) identificó a los 500 grandes agentes que intervienen en el negocio de la deforestación. De las 250 empresas examinadas, las que más puntúan son las corporaciones alimentarias Nestlé, Groupe Danone, la japonesa Kao Corp, la estadounidense Procter & Gamble y las británicas Reckitt Benckiser Group y Unilever.

Asimismo, entre los países demandados que más daño están haciendo a las selvas tropicales están Rusia, China y la India. El gigante asiático, por ejemplo, importa el 22% de todas las materias primas de riesgo forestales. India, por su parte, es el mayor importador de soja y aceite de palma. Más difícil de valorar es el papel de otros agentes que ni son gobiernos ni participan de alguna manera en la cadena de suministro. Es el caso de los fondos de inversión o los grandes bancos. El proyecto Forest 500 explica que “varias instituciones financieras, aunque no están necesariamente involucradas en la financiación de la deforestación, se exponen al problema a través de sus actividades de inversión”. La especulación inmobiliaria y la visión cortoplacista de diversos actores del sector agrícola ocasionan el más grave problema ambiental, social y económico del país. Para peor, la pérdida de bosques nativos demostró ser irrecuperable tomado de envio de velez en red foroba 

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