Deficit fiscal de Argentina similar al de Grecia y Brasil Según
un informe de IDESA, Grecia y Brasil son ejemplos de crisis políticas asociadas
a campañas electorales que eludieron hablar sobre los desajustes económicos.
Ambas experiencias muestran que los costos de esta conducta son muy negativos.
Como la situación fiscal de la Argentina no es más holgada, sería bueno que los
candidatos expliciten sus estrategias para ordenar las finanzas públicas.
Sortear esta responsabilidad puede servir para capturar el poder, pero potencia
los riesgos de futuras crisis.
Alexis Tsipras, a meses de haber ganado las elecciones, se
vio forzado a renunciar por los enfrentamientos dentro su propio gabinete y la
desintegración de la colisión política que le permitió llegar al poder. Dilma
Rousseff, también a pocos meses de haber sido reelecta, enfrenta una abrupta
caída de su popularidad, con masivas protestas callejeras.
El elemento común de ambas experiencias es el oportunismo
político de sus campañas electorales. En ellas, se eludió abordar las causas de
la insostenible situación a la que se había llegado como consecuencia de los
excesos sistemáticos de gasto público. En el caso de Grecia, si bien desde hace
varios años se vienen aplicando medidas de austeridad, el desequilibrio fiscal
todavía se ubica en un 3,8% del PBI. La situación fiscal de Brasil es aún más
compleja ya que el déficit se estima en el 5,8% del PBI.
La situación fiscal de la Argentina, ¿no amerita ser
considerado como el tema prioritario dentro de la campaña electoral? Los datos
recientemente publicados por el Ministerio de Economía sobre la primera mitad
del año 2015 revelan que:
El déficit fiscal del Estado nacional asciende a 3,8% del
PBI.
Dentro de los ingresos públicos se computan transferencias
del Banco Central por 1,0% del PBI y se hace figurar como ingresos de ANSES
rentas del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) por 0,8% del PBI.
Corrigiendo estas dos fuentes, el desequilibrio fiscal
asciende a 5,6% del PBI.
Estos datos muestran que la situación fiscal de Argentina,
en la visión oficial, es análoga a la de Grecia y, excluyendo las fuentes
extraordinarias de ingresos, es asimilable a la de Brasil. Cabe recalcar la
pertinencia de no considerar como ingresos genuinos a las transferencias del
Banco Central, ya que son fruto de la inflación, ni a las rentas del FGS, que
mayoritariamente son una ficción contable al provenir de títulos públicos y
operaciones financieras con organismos estatales del propio Estado nacional.
El manejo de las finanzas públicas en la última década ha
sido tan irresponsable y poco profesional que el próximo gobierno no podrá
evitar el ordenamiento fiscal. En este contexto, la peor alternativa es negar
el problema, ya que llevaría a que la aceleración de la inflación y la
devaluación sean las que hagan el ajuste, licuando el valor real de los
salarios, las jubilaciones y los subsidios sociales. El camino correcto es
atacar el derroche de fondos públicos y blindar el gasto destinado a los
sectores vulnerables. Esto es socialmente mucho más positivo, pero requiere
inteligencia política y profesionalismo.
Si los rubros del gasto público se calculan en puntos
porcentuales sobre el PBI, los subsidios a la energía, transporte y empresas
públicas absorben 4%, el empleo público el 3%
y las jubilaciones sin aportes más de 2%. La Asignación Universal por
Hijo, en cambio, representa menos del 1%. Es claro que lo urgente es reducir
los subsidios económicos y sustituirlos por un subsidio social a través de una
tarifa especial a los hogares más pobres. Más complejo, pero ineludible, es
abordar las consecuencias del uso masivo del empleo público en beneficio de
familiares, amigos y militantes, y dar sustentabilidad al sistema previsional
jaqueado por la distribución indiscriminada de jubilaciones sin aportes. En
materia de programas asistenciales, la prioridad no es el ahorro de recursos
públicos sino cambiar los diseños y modernizar la gestión para incorporar
incentivos a la participación laboral y el empleo formal y no, como ocurre en
la actualidad, a la inactividad y a la informalidad.
Subestimar los problemas y eludir los debates en la campaña
electoral puede ayudar a capturar el poder. Pero, como lo demuestran las
experiencias de Tsipras y Rousseff, potencia los riesgos de crisis económica,
política y social a partir del 10 de diciembre. TOMADO DE ASI SOMOS DE CORDOBA AR
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