lunes, 5 de octubre de 2015

MEDIDAS CONTRA LA VIOLENCIA A LAS MUJERES

 Autoridades de la salud de las Américas acuerdan nuevas medidas para enfrentar la epidemia de violencia contra la mujer La violencia contra la mujer es una grave violación a los derechos humanos y un problema de salud pública en todos los países a lo largo de las Américas, que tiene repercusiones significativas, no sólo con respecto a la salud, sino también sociales y económicas para las mujeres, los niños, las familias, las comunidades y las economías nacionales.
Para abordar este problema, las autoridades de la salud reunidos esta semana en la sede de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), se comprometieron a mejorar la capacidad de los sistemas de salud para prevenir y responder ante la violencia contra la mujer.
"En todo el mundo, al igual que en nuestra región, la violencia contra la mujer tiene proporciones epidémicas debido a su alcance y su impacto", dijo Cuauhtémoc Ruiz, director interino del Departamento de Familia, Género y  Curso de Vida, de la OPS. "Es un problema de salud pública que exige una respuesta firme de los sistemas de salud. Tenemos que trabajar más duro para preparar a los proveedores de salud para atender a las mujeres afectadas por la violencia, y necesitamos acelerar la investigación para determinar cuál es la mejor manera de prevenir la violencia contra la mujer".
En las Américas, una de cada tres mujeres en algún momento de la vida ha experimentado violencia infligida por el compañero íntimo o violencia sexual por una persona diferente de la pareja. En un 38% de los casos de mujeres asesinadas en la región, el perpetrador fue la pareja o una ex pareja.
Las formas de violencia contra la mujer van desde la violación, la agresión física y el asesinato, hasta el acoso sexual en las escuelas y en el lugar de trabajo, así como el maltrato verbal y emocional. Además de las lesiones físicas y la muerte, esa violencia puede conducir al suicidio, a la propagación de las enfermedades de transmisión sexual, incluso de la infección por el VIH/sida, a embarazos no deseados, a trastornos de estrés postraumático, a la depresión y la ansiedad, entre otras consecuencias.
En algunos entornos, las mujeres pertenecientes a grupos étnicos minoritarios pueden encontrarse expuestas a mayores riesgos de sufrir violencia que otras. En un análisis de datos recabados en Bolivia, se determinó que existía un riesgo doble de sufrir violencia infligida por el compañero íntimo entre las mujeres que en el hogar hablaban un idioma diferente del español. En Ecuador, las mujeres que se autoidentificaron como indígenas notificaron niveles más altos de violencia perpetrada por la pareja que las mujeres que se identificaron como mestizas o blancas. En Canadá, la probabilidad de que las mujeres indígenas sufran violencia es casi tres veces mayor que entre las mujeres de la población general.
La violencia contra la mujer también tiene costos económicos. Estos incluyen costos directos para los servicios de salud, los servicios sociales, la justicia penal y los sistemas de tribunales de familia, así como costos indirectos para las sobrevivientes, las familias, los empleadores y la sociedad en general, debido a la pérdida de productividad y las consecuencias psicosociales negativas para las mujeres y sus hijos. En un análisis amplio efectuado en Canadá se calculó que el impacto económico anual de la violencia conyugal, incluidos los costos directos e indirectos, ascendía a 7.400 millones de dólares canadienses. Un análisis del Banco Mundial concluyó que la violencia de pareja le cuesta a Perú 3,7% de su producto interno bruto (PIB), debido en gran parte a los días de trabajo perdidos.
La violencia contra la mujer tiene graves consecuencias negativas para los niños. La evidencia indica que las repercusiones sociales y de salud a largo plazo derivadas de la exposición en la niñez a la violencia de pareja son similares a las ocasionadas por el maltrato físico y emocional o el descuido del menor. En los hogares afectados por la violencia contra la mujer perpetrada por la pareja, los niños tienen también mayores probabilidades de sufrir castigos físicos.
Pero los sistemas de salud pueden desempeñar una función esencial en la prevención y en la respuesta a la violencia contra la mujer.
"Sabemos que es más probable que las mujeres que experimentan violencia busquen a los servicios de salud por consecuencias como un embarazo no deseado, infecciones de transmisión sexual, depresión y ansiedad, pero no necesariamente le dicen a su proveedor de salud que han experimentado violencia", explicó Alessandra Guedes, asesora regional sobre Violencia Familiar de la OPS/OMS. "El desafío para los servicios de salud es identificar a las mujeres que han experimentado violencia para brindar el cuidado inmediato y para darles apoyo, en áreas que incluyen servicios legales y sociales", explicó.
Las investigaciones en salud pública también han empezado a identificar estrategias de prevención prometedoras, como luchar contra las normas que perpetúan la desigualdad en materia de género y toleran ese tipo de violencia, invertir en el empoderamiento político y económico de las mujeres, prevenir el maltrato de menores, tanto contra los niños como las niñas, y reducir el consumo nocivo de alcohol.
En el plan adoptado por las autoridades de salud, se propone:
• fortalecer los compromisos políticos y financieros para abordar la violencia contra la mujer en los sistemas de salud;
• fortalecer la capacidad de los sistemas de salud para prestar atención y apoyo eficaces a las mujeres que son víctimas de violencia, y
• fortalecer la función de los sistemas de salud en la prevención de la violencia contra la mujer;
• mejorar la disponibilidad y el uso de la evidencia científica para  fundamentar la política y los programas.

Este plan se elaboró a través de consultas amplias que incluyeron a aproximadamente 100 expertos que representaban a los gobiernos de los países miembros de la OPS, organizaciones de la sociedad civil, movimientos de mujeres, instituciones académicas, organismos multilaterales y de las Naciones Unidas, para poner de relieve y catalizar las actividades encaminadas a abordar la violencia contra la mujer. Se fundamenta en un cúmulo cada vez mayor de pruebas científicas recabadas en las últimas décadas por la OPS/OMS, otros organismos del sistema de las Naciones Unidas, así como organizaciones académicas y de investigación. TOMADO DE ASI SOMOS DE CORDOBA AR 

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