EL CALENDARIO DE LOS
PUEBLOS INDÍGENAS INDICA QUE OCTUBRE ES EL
MOMENTO IDEAL PARA LA SIEMBRA
Los pequeños agricultores de Tumbaco, guardianes de las
técnicas ancentrales
Desde tiempos milenarios, los labradores se guiaban por la
Luna para sembrar, podar y cosechar sus alimentos. Esta práctica se mantiene en
la comunidad Tola Chica, en las afueras de Quito.
FOTO En el huerto de su casa, ubicada en Tumbaco, Rogelio
Simbaña siembra y cosecha hortalizas, frutas y 20 especies de tomate. Miguel
Jiménez
En algún lapso del tiempo, la tierra significaba más que un
pedazo de territorio para asentarse y producir alimentos. Los habitantes de los
pueblos originarios, entre ellos los de Ecuador, concebían este recurso como su
madre (Pacha mama). Este tipo de deidad se complementaba con los astros y se
ligaba a su forma de hacer agricultura. Como parte de su conocimiento ancestral
y en base a los periodos de luz y oscuridad; frío y calor, los pueblos
indígenas elaboraron un calendario. Septiembre, por ejemplo, es el tiempo de la
Luna y las mujeres (Quilla Warmi Pacha), mientras que octubre es el de la
siembra y las ofrendas a la tierra (Tarpuy Pacha). Rogelio Simbaña, de la
comunidad Tola Chica, en el sector de Tumbaco, a las afueras de Quito, conoce
del tema pues creció entre sembríos. Él aprendió de su abuelo que la Luna y la
tierra están conectadas, por eso se guía con un calendario de este satélite
para obtener los productos que entrega a una tienda orgánica de la capital. El
último jueves, Simbaña caminaba por los 4.000 metros de tierra destinada para
los cultivos. Sostiene que la base de la agroecología es producir frutos y
hortalizas para el consumo personal-familiar y vender el excedente. En su
comunidad, el 80% de la comida que se consume es producida por ellos. Solo el
20% se compra. Al tocar la textura de una de las 20 especies de tomate que
produce, explica que cada una de las 4 fases lunares interviene en el aumento,
crecimiento o germinación de las plantas. Por ejemplo, en cuarto creciente, la
luz lunar sube y esto le da a las plantas un crecimiento balanceado,
favoreciendo el desarrollo de su follaje y raíz. Además, la distancia de este
satélite afecta y se relaciona con fluidos como la savia, un líquido vital que
transportan las plantas desde su raíz (ver infografía). Durante el cuarto
menguante, cuando la Luna decrece, también disminuye la intensidad de la luz;
en esta etapa se sugiere realizar trasplantes para que el cultivo pueda crecer
fuerte. En cambio, la Luna nueva es apta para el reposo y la adaptación de las
plantas al medio. En esta etapa, las emisiones lunares son bajas, por lo que el
crecimiento de los árboles es más lento. Dolores Chinachi es otra agricultora
que conoce estas ventajas ancestrales. Sabe que cuando la Luna decrece es
tiempo de sembrar rábanos o papas. Es decir las plantas que crecen debajo de la
tierra. Esta técnica también se aplica en la jardinería. En luna nueva se poda
y arranca la ‘mala hierba’, dice Ana María Pérez, del Club de Jardinería de
Quito. Pérez asegura que cuando se corta un tronco, fuera del cuarto menguante,
se llena de bacterias que provocan agujeros en el tallo. Si se hace en cuarto
creciente, el tronco permanece sólido y fuerte. Simbaña afirma que ellos no
usan químicos para combatir plagas, porque esta costumbre industrial no va
acorde con la filosofía de la comunidad. “La Pacha mama nos da todo, incluso
insumos para luchar contra los bichos que puedan existir en nuestros sembríos”.
El ají es uno de los insecticidas naturales más eficientes, penetra fácilmente
en la planta y, como no genera residuos tóxicos es inofensivo para los
consumidores. “Su uso permite conservar la biodiversidad y también garantiza la
seguridad alimentaria”, agrega Chinachi. Por su parte, el agrónomo Guillermo
Ortega informa que esta guía de siembra se inició en tiempos ancestrales,
sobrevivió a la conquista de los españoles y se mantiene hasta la actualidad.
“Además de los productores a baja escala, las personas que instalan pequeños
huertos en sus casas u oficinas también aplican esta técnica”. En Quito, por
ejemplo, hay 13.559 personas involucradas en la agricultura urbana, según el
proyecto de Agricultura Urbana Participativa (Agrupar). No son los únicos. El
Programa del Buen Vivir Rural, que se ejecuta con el apoyo de FIDA, ha
permitido que 13 mil familias, de los quintiles más pobres, mejoren sus
cultivos en 13 provincias del país. Los pequeños agricultores de estas 129
parroquias rurales están rescatando la siembra ancestral, y su trabajo es clave
para asegurar la soberanía alimentaria. (F)
Son el 43% de la fuerza laboral
La FAO destaca el papel femenino en la agricultura
Más de 500 millones de explotaciones familiares gestionan la
mayor parte de las tierras agrícolas y producen la mayor parte de los alimentos
del mundo, indica el último reporte de la FAO titulado: ‘El estado mundial de
la agricultura y la alimentación: Innovación en la agricultura
familiar’.
Las explotaciones familiares son necesarias, dice la FAO, para
garantizar la seguridad alimentaria mundial, cuidar y proteger el entorno
natural y terminar con la pobreza, la subalimentación y la malnutrición. Pero
estos objetivos solo pueden alcanzarse si las explotaciones familiares llegan a
ser mucho más productivas y sostenibles; en otras palabras, necesitan innovar
en un sistema que reconozca su diversidad y la complejidad de los desafíos ante
los que se encuentran.
En este desafío, la FAO destaca el papel milenario de las
mujeres en los campos, no solo al momento de la cosecha sino también desde la
preparación de la tierra, pues muchas de ellas recorren largos trayectos para
conseguir agua y así irrigar la tierra.
En el informe de la FAO también se destaca que los programas
dirigidos a las mujeres tienen mayores efectos en la seguridad alimentaria y la
nutrición. “Aquellos proyectos en los que se tienen en cuenta las cuestiones de
género, que reducen las dificultades de tiempo de las mujeres y refuerzan su
control sobre los ingresos aumentan el bienestar materno infantil. Esto es
especialmente importante porque la malnutrición materna e infantil perpetúa la
pobreza de una generación a otra”, dice la organización. Las mujeres
representan el 43% de la fuerza laboral agrícola. (I) TOMADO DE EL TELEGRAFO DE
ECUADOR
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