PREMIOS NOBEL AL
SERVICIO DE MONSANTO Y SYNGENTA
Silvia Ribeiro*
Son pocas las veces que tanta gente prominente del ámbito
científico presume su ignorancia en tan corto espacio. Así es la carta pública
que un centenar de ganadores del premio Nobel publicaron el 30 de junio
defendiendo los transgénicos, particularmente el llamado arroz doradoy atacando
a Greenpeace por su posición crítica a estos cultivos. La misiva abunda en
adjetivos y apelativos altisonantes, hace afirmaciones falsas y no da
argumentos, por lo que parece más una diatriba propagandística de empresas de
transgénicos que científicos presentando una posición.
Para empezar, el llamado arroz dorado (arroz transgénico
para expresar la provitamina A) que defienden con tanto énfasis, no existe. No
por las críticas que le haya hecho Greenpeace y muchas otras organizaciones,
sino porque sus promotores no han podido hacer una formulación viable, pese a
casi 20 años de investigación y más de 100 millones de dólares invertidos.
Tampoco han demostrado que tenga efecto en aportar vitamina A.
La primera versión de
ese arroz transgénico con betacaroteno (GR1) fue un accidente de investigadores
suizos que experimentaban otra cosa, por lo que nunca controlaron exactamente
el proceso. Esa versión requería comer kilos de arroz diariamente para completar
la dosis necesaria de vitamina A. Luego Syngenta compró la licencia y como
propaganda donó la licencia de investigación a una fundación, en la que es
miembro la Fundación Syngenta. Pero la empresa retuvo los derechos comerciales.
En 2005, anunció la versión GR2, con más provitamina. Pero no ha podido
demostrar que la provitamina sea estable, ya que se oxida fácilmente y en
poscosecha disminuye a 10 por ciento del contenido. Como es una manipulación
genética experimental de alteración de rutas metabólicas, podría tener cambios
imprevistos con efectos graves para la salud. Varios científicos han señalado
esos riesgos y los mitos del arroz dorado(entre otros, D. Schubert, 2008, y
Michael Hansen, 2013; http://goo.gl/ChvI4Q).
Por otro lado,
vegetales comunes como la zanahoria, col, espinaca y muchos tipos de quelites
–hierbas comestibles comunes que acompañan la siembra campesina y las culturas
culinarias tradicionales– aportan mucho más vitamina A que ese arroz, sin
efectos secundarios y sin pagar a trasnacionales. Por el contrario, la
agricultura industrial y de precisión que defienden en la carta de los Nobel,
por ser plantadas en grandes monocultivos con agrotóxicos, eliminan esos
quelites y también a los campesinos, desplazados y contaminados por las megaplantaciones.
La carta afirma que el hambre es por falta de alimentos, lo
cual es falso: la producción mundial de alimentos sobra para todos los
habitantes del planeta ahora y en 2050. Si existen hambrientos y desnutridos es
porque no tienen tierra para producir ni pueden acceder a los alimentos. La
cadena agroindustrial de alimentos –que detenta los transgénicos– desperdicia
de 33 a 40 por ciento de la comida producida según datos de la FAO, lo cual
alcanza para alimentar a todos los hambrientos del mundo. Además, como informa
Greenpeace en su respuesta, 75 por ciento de la tierra agrícola se usa para
producir forrajes para animales en cría industrial y agrocombustibles, no
alimentos. (goo.gl/e5xEwc). La afirmación de que los transgénicos son seguros
para el ambiente y la salud ha sido rebatida, con argumentos y referencias
científicas, por más de 300 científicos convocados por la Red Europea de
Científicos por la Responsabilidad Social y Ambiental (goo.gl/VM8i3W).
Pero quizá lo más
notable es que la carta no menciona que sólo seis trasnacionales (en vía de
volverse tres) controlan todos los agrotransgénicos en el mundo, 61 por ciento
de todas las semillas comerciales y 76 por ciento del mercado global de
agrotóxicos. ¿Cuánta
falta de ética y honestidad es necesaria para ocultar que su propuesta de
agricultura de precisión es el negocio de un puñado de trasnacionales, todas
con larga trayectoria de violación de derechos ambientales, humanos y a la
salud?
La sombra de las
trasnacionales cae pesadamente sobre esta carta supuestamente científica. Se
dicen preocupados por el hambre y los niños desnutridos en el sur global, pero
eligen presentar la carta en una conferencia de prensa en Washington, Estados
Unidos, en un momento muy oportuno para favorecer a las empresas de
transgénicos. En esta semana el Congreso debe votar una ley sobre etiquetado de
transgénicos que quiere impedir que los estados tomen decisiones en este tema.
Buscan anular la norma de etiquetado que comenzó a regir desde el 1º de julio
en Vermont, luego de un referendo que votó en favor de ello.
A su conferencia de
prensa se impidió asistir a Greenpeace, cuyo representante fue bloqueado por
Jay Byrne, ex jefe de comunicaciones de Monsanto, que increíblemente
¡funcionaba de portero de la conferencia! (goo.gl/i8FXDg). Lejos del altruismo
científico, los firmantes organizadores de la carta, Richard Roberts y Phillip
Sharp, son también empresarios biotecnológicos. El sitio donde publican la
carta es un espejo de otro que redirige al Genetic Literacy Project, frente de
propaganda disfrazado de las trasnacionales de transgénicos y agrotóxicos.
(GMWatch goo.gl/WekAin).
Pero lo más ofensivo
es su pregunta final: ¿Cuánta gente pobre debe morir para considerar [la
crítica a los transgénicos] un crimen contra la humanidad?Opino que los
firmantes deben ir inmediatamente a las zonas de plantaciones de soya
transgénica en Paraguay, Argentina, Brasil, donde las madres pierden los
embarazos y niños y trabajadores mueren de cáncer por los agrotóxicos de los
cultivos transgénicos. Esos son crímenes contra la humanidad.
* Investigadora del
Grupo ETC www.renace.net
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