Cándida Escalante es un ejemplo de las líderes que --sobre todo en el campo-- están trabajando para que su vida y la de su comunidad mejoren. Lizandro Roque / END
Cándida Escalante es lideresa, maestra comunitaria, esposa, madre, feminista, evangelizadora, deportista y hasta cantautora. Lizandro Roque / END
Durante 30 años no tuvo otra prioridad en su vida que ir hasta el río, distante a unos 800 metros de la casa de su madre, a acarrear agua para el oficio y el baño de una prole de 11 hermanos, más los adultos del hogar.
La mayoría de las mujeres de Santa Teresa, una comunidad rural asentada a dos kilómetros de Somotillo, cumplían esa misma labor, porque la quebrada era la única fuente de agua. Allí lavaban el maíz para las tortillas, lavaban ropa y llenaban baldes para el consumo de todos los del lugar, que ahora es habitado por 55 familias.
Cándida Escalante, llegó a los cinco años a vivir a esta comarca, donde todas las casas están hechas de barro y tejas, y la que a pesar de su cercanía a Somotillo, hasta hace seis meses vivían literalmente en la oscuridad. Pasó tantas penurias por la falta de agua, que hasta dice sentir que la tarea de conseguir el líquido le robó la oportunidad de profesionalizarse, como era su sueño.
Poco a poco se fue involucrando en la gestión de proyectos para mejorar las condiciones de los habitantes del caserío, y de repente allí estaba en los cabildos de Somotillo, interpelando a todo pulmón al alcalde para que volviera la mirada hacia Santa Teresa. Se convirtió en líder comunitaria.
En 2007, el agua finalmente llegó a Santa Teresa, y con ello también surgieron oportunidades insospechadas para esta sencilla mujer de 37 años, que con dificultad culminó el bachillerato y se “parte en mil” trabajando por los suyos.
Cándida integra el selecto grupo de personas que durante la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable, que se celebrará en junio próximo en Brasil --también llamada Cumbre de la Tierra Río +20, el más importante encuentro sobre el tema-- tendrá la oportunidad de dirigirse a los representantes del mundo y hablar de Santa Teresa, de su proyecto de agua y el éxito de la gestión comunitaria; además, por supuesto, de dar testimonio sobre cómo poblaciones enteras sufren por no tener acceso al agua.
Sin discurso escrito
La verdad es que no tiene claro qué les va decir, pero con enorme determinación manifiesta que está lista para viajar, y que despojada de toda pena aprovechará el privilegio de expresarse que le da el haber sido designada para recibir el Premio Ecuatorial, que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, otorga a iniciativas de impacto social o ambiental.
De unos 300 proyectos postulantes a dicho galardón, fue escogida la experiencia de Pozos Comunitarios que el Centro Humboldt desarrolla en comunidades rurales del país, entre ellas Santa Teresa.
Esta iniciativa de trabajo comunitario está permitiendo a miles de habitantes de zonas rurales, trasformar completamente su vida, y eso fue altamente valorado por el PNUD en las evaluaciones para otorgar tan importante distinción.
Cándida cuenta con tristeza cómo pasó toda una vida consumiendo agua contaminada de la quebrada. “Los niños vivían enfermos, y las madres a cada rato estaban en el trabajo de hacerles cocimientos de hojas de guayabo para desparasitarlos… ¡si es que en ese río se orinaban los animales, era pura contaminación!”. Ellos además ni hervían el líquido antes de beberlo.
Recuerda que en verano el afluente se secaba, y solo quedaban unas especies de pocitos que tenían que escarbar para que saliera el agua. Y en invierno, con las crecidas del río, les tocaba acomodarse a beber el “agua zarca” porque el río quedaba “revuelto”.
Sin educación ni salud
En Santa Teresa nada lo tienen fácil. La gente sobrevive de los cultivos que siembran en sus parcelas o de trabajos temporales que viven “rebuscando”.
Henry, esposo de doña Cándida, por ejemplo, siembra cuando es temporada, y el resto del tiempo busca que lo contraten para obras de construcción.
Según Cándida, en este lugar es usual ver a mujeres jefas de hogar, porque los varones, en su mayoría, dejan el país en busca de trabajo que les permita garantizar la comida de sus familias.
Santa Teresa tampoco tiene escuela. Los niños deben caminar largas distancias para poder estudiar. La hija mayor de Doña Cándida, que cursa el tercer año de Secundaria, diariamente hace el viaje en bicicleta hasta Somotillo para asistir al colegio.
“A veces no quiere ir, pero yo le digo que ya hubiera querido yo tener una bicicleta para ir, o zapatos, ¡qué va! Nosotros nos hemos puesto la meta, el compromiso de sacarlos adelante, y que ellos (sus dos hijos) se preparen, con sacrificio pero allí vamos”, dice la señora, sentada en la sala de la sencilla casita que construyó con su esposo hace casi 15 años.
En el caso de los niños de Primaria, tienen que ir al poblado vecino, al que solo se llega cruzando el río. En invierno, con las crecidas, pierden clases, asegura la señora.
Y toda esa dificultad que tienen con el acceso a la educación, orilló a Cándida a otra de sus funciones: maestra comunitaria. Dice que descubrió que le gusta el magisterio, y no descarta un día volver a las aulas para titularse como docente.
Ella atiende un grupo de más de treinta niños en edad preescolar. Les da clases en una casa particular, porque tampoco tienen un espacio asignado.
Por esa labor recibe C$500, “pero no es ni por los riales ni por el bono de 700 pesos…, la verdad es que yo veo la necesidad”, dice la mujer, que además de su función como líder, es manager de un equipo de béisbol femenino, realiza labor evangelizadora, atiende una venta, hace comida para vender en el cuadro los fines de semana, cuida a sus hijos y su casa, y nunca le dice “no” a un proyecto extra que demande su gestión.
Según cuenta, además de la satisfacción que le da el ver concretado proyectos que están mejorando la calidad de vida de los lugareños, a ella le satisface el deporte y la música.
El problema es que el juego de pelota, que distrae los fines de semana a la comunidad, era dominado por varones. Ella ya con conocimiento de la necesidad de que la mujer gane espacio en los diferentes ámbitos, un día se dijo: “¿Cómo es posible que solo los varones ganen esos trofeos por jugar beisbol y sean campeones?”, y así un día formó la liga de beisbol femenino que le permite ahora exhibir en su sala, además de unos cuatro retratos familiares, un par de brillantes dorados trofeos que dan fe de las habilidades como deportista de su equipo, en el cual tenía la responsabilidad de cuidar la primera base.
Empiezan a ver la luz
Hasta hace seis meses, la pequeña sala de Cándida --en cuyas paredes agrietadas el tiempo revela su paso-- era una especie de cine.
El televisor de 14 pulgadas que mantiene tapado con una funda, para protegerlo del polvo, era el único de la zona donde la luz eléctrica era el sueño máximo de los habitantes.
Cándida con mucho esfuerzo reunió para comprar un par de paneles solares, y fue la primera en conocer la energía. A partir de entonces la televisión en plena modernidad fue toda una novedad para los pobladores de Santa Teresa, habituados a pasar la noche a la luz del candil.
“A veces tenía que botar el arroz, porque pegaba mucho el candil para ver que no se me quemara y terminaba agarrando olor a gas”, relata.
Hace seis meses, finalmente, las autoridades escucharon sus peticiones y les conectó la energía.
Eso también les sirvió para el proyecto del pozo artesiano, de donde llevaban el agua a las casas utilizando un generador de energía.
Desde 2007 cuando les dieron el “sí” para el proyecto todos los de la comunidad aportaron su esfuerzo, cavando las zanjas por donde van las tuberías. Y si bien es cierto que el líquido no sale de las llaves las 24 horas del día, ahora ya nadie en el lugar detiene su vida, como antes, por la necesidad de conseguir agua.
Ahora en la lista de necesidades urgentes Doña Cándida ubica una escuela y un centro de salud, pero esas conquistas piensa que son cuestión de tiempo, gestión y sacrificio.
A todo está dispuesta, sobre todo ahora que los premios de la vida le manifiestan que la tenacidad y el trabajo de los pobladores son un esfuerzo clave para impulsar cambios en sus comunidades.
enviado en red FOROBA
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