Tras la llegada al Rio de la Plata de las noticias de que Napoleón derrumbo la administración de la monarquía en España, el día 22 de mayo de 1810, se propuso que el virrey Cisneros debía renunciar y ceder el mando, se discutió varios días y el 24 se voto por una junta de gobierno que tenia al virrey de presidente, el pueblo no acepto y el día 25 de mayo se constituyo una nueva junta, sin el virrey, presidida por Cornelio Saavedra, la nueva administración juro por Fernando VII. Es decir hasta allí se seguía fiel a la corona y a la monarquía. Un acto no muy revolucionario, sino más bien inspirado en el manejo de la caja de la aduana, por una junta, pero que seguía fiel a un rey que no era muy lúcido, ya que el pobre Fernando ni siquiera tuvo la astucia de huir como los de Portugal. Las ideas libertarias nacidas en julio del 1809 en La Paz Bolivia, entonces alto Perú, recién se haría realidad cuando San Martin escribió a su amigo Narciso Laprida, que era Congresal en Tucumán, 1816, haciéndole ver que la lucha contra los realistas era casi una contradicción de no declararse la independencia.
Las ideas que el mundo había aceptado con la revolución francesa; una verdadera revolución, no pesaban mucho en muchos de nuestros patriotas, así como tampoco la revolución que libero las colonias de América del norte de Gran Bretaña.
Esas dos revoluciones habían establecido gobiernos republicanos, democráticos, inspirados en la antigua Grecia y Roma, y movilizadas por la exigencia de la burguesía que generaba el progreso material y lo veía esfumarse en manos del sistema monárquico dictatorial y cortes llenas de haraganes.
lpm
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