Declaración
de los pueblos indígenas del Abya Yala-XI Período de Sesiones del Foro
Permanente
El Abya
Yala es la cuna de grandes civilizaciones que legaron al mundo
valiosos conocimientos –alimentos, tecnologías, formas de organización social y
política, culturas– que aún hoy causan asombro. Un proceso único y propio que
fue interrumpido con la invasión europea en 1492.
Despojados,
perseguidos, masacrados en trabajos forzados, prohibidos de usar nuestras
vestimentas e idioma, de practicar nuestra espiritualidad, los pueblos
indígenas, sin embargo, resistimos. Conservamos principios y prácticas ancestrales
como la reciprocidad y la complementariedad, nuestra identificación con la
Madre Tierra, nuestros sistemas propios de trabajo y economía colectivos, de
organización social, nuestros sistemas de autoridades y de justicia, nuestra
cultura.
Para invadirnos,
someternos, saquearos y diezmarnos, los conquistadores europeos se
valieron de dos instrumentos, la cruz y la espada, para imponer su
doctrina: un solo dios, un solo rey. Obtuvieron una bula papal que les otorgaba
estas tierras con la condición de “evangelizar” a los indígenas (extirpar
idolatrías). Einventaron el racismo, el criminal concepto de razas
“superiores” e “inferiores”, sustento ideológico de ese y posteriores
genocidios.
Ese es el
cruel origen del capitalismo, el período de acumulación de capital. Pero la
colonización iniciada hace quinientos años continúa hasta hoy. En
América, tras las independencias formales, las repúblicas mantuvieron las
instituciones coloniales. Y en las dos últimas décadas del siglo pasado los
poderosos del norte emprendieron la nueva colonización: la globalización
neoliberal.
Nuestros
Estados se someten aún más al poder de las multinacionales, que son las
carabelas del presente. En nombre del desarrollo, reprimarizan las economías,
sustentándolas en las actividades extractivas: minería, petróleo, bosques,
agua, bioviversidad y megaproyectos. Esas multinacionales invaden con apoyo de
los Estados nuestros territorios indígenas y criminalizan nuestra protesta ante
esta violación sistemática de derechos.
El nuevo
dios y el nuevo rey es el libre comercio. Nuestra Madre Tierra es
maltratada por la minería, por los megaproyectos de infraestructura diseñados
para saquear nuestros recursos. Y en nombre de la seguridad, en todo el
continente se instalan bases militares, nacionales y estadounidenses,
precisamente en los lugares donde están los bienes naturales, que para
Occidente no son más que “recursos estratégicos”, esos que en su mayoría están
en nuestros territorios indígenas.
Este
modelo neoliberal extractivista de saqueo y maltrato a la Madre Tierra no da
más: las múltiples crisis que azotan hoy el planeta: social, cultural,
económica, ambiental, de paradigmas, evidencian los límites de este sistema,
incapaz de sostenerse a sí mismo. Es una crisis de la civilización occidental,
en la que el cambio climático es el síntoma y la consecuencia más evidente.
Para
enfrentarlo, los poderosos profundizan aquello que ha provocado la crisis.
Las falsas soluciones basadas en los mecanismos de mercado. REDD y
todas sus variantes, bonos de carbono, mecanismos de desarrollo limpio,
agrocombustibles, energías “limpias”. Y para ello pasan por encima de nuestros
derechos territoriales, a la consulta y consentimiento previo, libre e
informado, a la autodeterminación.
Los
Estados hacen cumbres mundiales en la que nosotros, los pueblos indígenas, que
estamos entre los más afectados, no tenemos espacios reales de participación,
y donde las decisiones son tomadas por los países poderosos, los mayores
responsables de la crisis climática, que ahora nos hablan de desarrollo
sustentable y economía verde solo para evadir su responsabilidad y persistir en
sus políticas neoliberales de saqueo y maltrato a la Madre Tierra.
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