Los guías de la reserva diseñaron tres estaciones para
recibir a los visitantes.
La primera consistía en una degustación de té de diferentes
plantas autóctonas y la entrega de un souvenir de aromáticas que contenía una
breve descripción de la planta y su uso en infusiones. También se propusieron
actividades lúdicas para niños y adultos, como el jenga y un tatetí con
animales característicos de la Reserva, que permitía conocer de una manera
creativa la diversidad biológica de la zona.
La segunda estación comprendió una visita guiada, actividad
en la que la Reserva tiene mucha experiencia. El objetivo de siempre es
estimular los sentidos de los visitantes, percibir sonidos y aromas sutiles en
un espacio abierto y en un silencio más importante que el de las horas de luz,
que permite la contemplación mezclada con la magia de la noche.
La última estación fue en el Centro de Visitantes. Allí se
presentó un Susurrador, se realizó un reconocimiento de plantas aromáticas, se
mostraron los cubos y rompecabezas con imágenes de la fauna y flora de la
Reserva, se exhibió el material de trabajo del programa “La Reserva va a la
escuela” y se realizó una muestra de fotos de Eduardo Queirolo, fotógrafo de la
ciudad, que despliega parte de su obra artística dentro de la Reserva.
Tomado de Fundación Habitat
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