El día que Luján amaneció bajo el agua y sus vecinos no
durmieron
El curso del agua llegó a los 5,10 metros; los evacuados
ascienden a 550, y fue quizás la madrugada más larga para muchos de los
habitantes de esa ciudad
Por Diego Yañez Martínez
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Foto: LA NACION /
Silvana Colombo"La noche que la ciudad no durmió". Esa frase, aunque
suena hecha, se ve. Cada dos cuadras, cada cinco, hay un momento en el que el
agua llega hasta la cintura y aprieta. Silvia Leuco carga en su espalda a su
hijo, Thiago, de cuatro años, tratando de evitar que sus pies toquen el agua
que, lejos de ser azul, tiene un marrón que predomina. Y allí, al agacharse,
las mojarritas asoman.
Sin luz, sin internet. Así está la casa de Silvia. Toda la
cuadra de Rivadavia al 200 presenta el mismo escenario y además, por seguridad,
las luces de la calle fueron cortadas. "El agua me llegó al garaje y
estuvo a 20 centímetros de entrar a casa", dice. Para evitarlo tapó los
desagües con bolsas de arena, y cada dos horas se asomaba a la vereda,
asustada, esperando lo peor, aunque con la certeza de que no iba a abandonar su
hogar.
Hasta ayer a última hora, según informaron a LA NACION desde
el despacho de oficinas de Política Social de Luján, el total de evacuados era
de 550. Mucho si se considera que la población de esta ciudad, de acuerdo al
último censo, tiene 120.000 habitantes. El curso del agua llegó a media mañana
de ayer a los 5,10 metros sobre su nivel y fue el mayor desborde desde aquel
que los vecinos y comerciantes recuerdan sin nostalgia: el de noviembre de
1985.
Una distancia de pocos metros puede marcar la diferencia
entre una zona sin inundaciones: una en donde el agua llega las rodillas, y
otra que pasa la cintura. A una cuadra de la casa de Silvia, se encuentra la de
Andrea que, al igual que ella, prefiere tomarse con calma la situación.
"Ayer nos reíamos porque estuvimos hasta las cinco de la mañana en la
vereda, todos, mirando un papelito como para entretenernos un poco ". Se
refería a los vecinos, que no podían dejar de ver la creciente y juntos,
además, se hacían compañía y custodiaban sus pertenencias.
La crecida del río
Luján superó los 5 metros y el agua está a punto de ingresar a la
catedral. Foto: LA NACION / Ezequiel
MuñozFoto 1 de 16
Desde el centro de Políticas Públicas, que coordina la
distribución de alimentos y donaciones, y a una cuadra de distancia de la casa
de Andrea, el movimiento es incesante. "La última inundación así fue a
fines de los ´80", dice Jorge Sereno encargado de los depósitos y
traslados. Coincide con él, el ministro de esa cartera, Sergio Sequeira.
A unas cuadras de allí, ya en el centro, la famosa catedral
ofrece un postal diferente. Los contados turistas que hay, en vez de
fotografiar la Basílica en su interior, captan con sus lentes otra imagen: la
del agua en las zonas aledañas. En este punto el agua bajó considerablemente,
prueba de ello es la tierra levantada, y sólo dos calles laterales de la
Iglesia permanecen inundadas.
Para poder llegar al colegio Marista de Luján, que está a
dos cuadras, la única opción es pasar por allí. Las clases fueron suspendidas
desde el mismo martes y aún no está confirmado si hoy los alumnos podrán
retomar a las aulas. Ayer hubo más de 70 centímetros de agua. Zunilda Cháves
madre de dos chicos que asisten a esa escuela, cuenta que fue impactante al
nivel que llegó el agua. Las autoridades sacaron fotos de allí, mostrando el
interior inundado.
Las galerías, museos y la réplica del Cabildo, separadas por
pocos metros de la Basílica, aún siguen con el agua en importantes niveles.
Pero el paisaje es de chicos jugando, a pesar del peligro. Y se ven sus
sonrisas. Eso cambia radicalmente en dos de los centros de evacuados, donde si
bien muchos tratan de no desesperarse y toman todo lo mejor posible, siente la
carencia de sus cosas, su hogar, y las pérdidas materiales.
El Polideportivo es el centro de evacuados más grande. Por
allí a lo largo de la tarde de ayer pasó el intendente, Oscar Luciani, el ministro
de Salud, y también el secretario de Producción y Turismo y Cultura, Luis
Zarazzi.
Los damnificados, muchos de los cuales viven en las zonas
más carenciadas de la ciudad, perdieron lo poco que tenían. Y ante el fuerte
impacto que significa, los más chicos, sobre todo, tuvieron que recibir
contención psicológica. "Tratan de tomarlo con humor porque nos les queda
otra, pero es muy duro, perdieron mucho", dice Zarazzi.
Diego Frías, es uno de ellos. Introvertido, y con la mirada
baja, cuenta que cuando se levantó a la madrugada en la casa "había 50
centímetros de agua" y que llegó a sacar algo. La heladera se mojó, pero
espera que al volver a su casa y puede enchufarla, aún funcione.
Hace dos años, Ada Alfonso, de Paraguay, se fue a vivir a
Luján, en una casa humilde, en el barrio de San Jorge, al lado del río. Al
principio sus hijos fueron trasladados al Polideportivo, mientras ella estaba
en el SIC, otro de los centros. "Lo primero que saqué de la casa [cuando
el agua irrumpió con fuerza]fueron los documentos de mis cinco hijos, para que
puedan tener un futuro mejor", dice, siempre sin perder una sonrisa. Y
conserva la esperanza.
La ciudad de Luján amaneció ayer como pocas veces. Ante eso,
los vecinos se unieron. Unos miraron un papelito, o al menos trataron, porque
no había luz. Otros jugaron. Y otros perdían su mirada en la nada, esperando,
que todo termine, pero con el importante aliciente de saber que no estaban
solos. "Lo bueno de todo esto, es que sirvió para demostrar que todos
podemos tirar para el mismo lado", dijo una voluntaria del centro de
evacuados..
tomado de diario La Nación de ar
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