La necesidad de
creer que hay una solución fácil a los problemas de no llevar un régimen
saludable es, junto a intereses comerciales, el origen de muchos de los mitos
creados en torno a la nutrición
P. MANZANARES |
Barcelona
En la imagen el
periodista Antonio Ortí, autor de ‘Comer o no comer’. FOTO: INÉS BAUCELLS.
Comer o no comer
Autor: Antonio
Ortí con la colaboración de Raquel Bernacer y Ana Palencia. Editorial Planeta.
286 páginas.
Ninguna crema
reductora puede reducir cuatro centímetros de tripa en 40 minutos: para ser
verdad debería aumentar la temperatura corporal en varios cientos de grados y
eso fundiría a la persona, según un modelo matemático desarrollado por el
catedrático de Fisiología de la Universidad de Extremadura José Enrique
Campillo
Ni tiene hormonas
la piel del pollo, ni el aceite crudo tiene menos calorías que el frito ni los
huevosmorenos son más nutritivos que los blancos. Todo son mentiras que nos han
sido inculcadas casi desde la infancia y que aun hoy seguimos creyendo en
ellas. Sin embargo, ninguna de estas afirmaciones tiene base científica alguna,
y a la par que muchas otras son digamos una cuestión de fe.
Para despojarlas
de ese halo casi ‘mágico’ el periodista Antonio Ortí, junto a las coautoras
expertas en nutrición Raquel Bernacer y Ana Palencia, ha investigado la verdad
que ocultan 98 falsos mitos. Y lo ha hecho preguntando a los que más saben:
médicos e investigadores que han centrado su carrera en diferentes áreas
relacionadas de algún modo con la alimentación.
En una época en
la que hemos vuelto a la idea hipocrática de que todo alimento es a la vez una
medicina y buscamos aquellos que nos ayuden a vivir más tiempo y mejor, es
fácil atribuir cualidades ‘fabulosas’ amuchos de ellos, pero ni existen los
superalimentos ni las dietas milagro.
«Cada vez comemos
peor, por eso hay esta tendencia a creer que con un comodín queda todo solucionado.
Es una salida cómoda. Pero los superalimentos no pueden suplir ni la dieta
equilibrada ni la actividad física. Además es muy peligroso creer en ellos
porque se descuidan entonces una serie de hábitos saludables más aburridos pero
más efectivos, como por ejemplo tomar sobre todo frutas y verduras, no fumar…
», explica Ortí.
El porqué del
efecto yo-yo
Justo son esos
milagros dietéticos los que originan los mitos más peligrosos para la salud,
tal y como indica Raquel Bernacer, directora de Innovación Alimentaria de
Unilever España. Y de entre ellos destacan las llamadas ‘dietas yo-yo’, que no
solo repercuten negativamente en nuestro organismo, sino que además nos hacen
creer que ciertos grupos de alimentos engordan y nos obligan a retirarlos de nuestro
régimen, provocando que este ya no sea equilibrado.
«La gente confía
y sigue dietas como la Dukan o la Atkins, por poner dos ejemplos, porque en el
fondo nadie quiere cambiar su estilo de vida. Se prefieren atajos. Pero de
igual modo que comer con prisas no suele traer nada bueno adelgazar de esta
manera tampoco», afirma el autor del libro.
Dicen los
expertos que lo que se ha engordado en tres años no se puede quitar en 15 días
y que para adelgazar –que no perder peso– saludablemente se tendría que bajar
lo engordado en el mismo tiempo que nos llevó coger esos kilos.
De hecho, el 90%
de los seguidores de estos métodos rápidos de adelgazamiento al finalizarlos
cogenmás peso del que tenían al comenzarlos. Y las personas que llevan a sus
espaldas varios regímenes de este tipo cada vez les cuesta menos ganar kilos y
más perderlos.
«Cuando dejas de
comer, tu organismo no sabe si tú has dejado de hacerlo voluntariamente o si
estás teniendo dificultades para conseguir alimento. Por eso al finalizar una
dieta y comer de nuevo con normalidad el organismo reacciona activando sus
depósitos de grasas para ahorrar y optimizar la supervivencia, en previsión de
que te vuelvas a enfrentar a otro episodio de esas características», explica
Ortí.
Y es que lo que
se come debe estar en consonancia con lo que se gasta, por eso no sirve fijar
unas calorías iguales para todo el mundo y no hay que obsesionarse con fórmulas
encorsetadas.
Con todo, la
industria es tan poderosa que es imposible no dejarse embaucar por estas promesas
u otras como las de los quemagrasas, pero ni existen los alimentos de este
tipo, ni está demostrado que la L-carnitina como suplemento alimenticio sirva
para eliminar kilos ni las cremas reductoras pueden reducir cuatro centímetros
de tripa en 40minutos: para ser verdad debería aumentar la temperatura corporal
en varios cientos de grados y eso fundiría a la persona, según un modelo
matemático desarrollado por el catedrático de Fisiología de la Universidad de
Extremadura José Enrique Campillo. «El único quemagrasas que existe es comer
menos y hacer deporte», recalca Bernacer.
Sin base
científica
Aunque casi todos
los mitos si nos paramos a pensar en ellos son absurdos, los hay de tal nivel
que sorprende que tengan tantos seguidores. Sin ser tan descabellado como la
dieta de los berberechos y el bíter (hay que estar tres días a base de ese
molusco y esa bebida) destaca uno que muchos habrán escuchado desde pequeños en
sus casas: la miga del pan engordamás que la corteza.
«Pero es justo al
contrario, ya que aunque ambas tienen lamisma composición, y por lo tanto las
mismas calorías, la segunda tiene más agua y aire. Por eso, a igual peso la
corteza engordará más por tener más calorías al haber perdido el agua en el
proceso de tostado», matiza Bernacer.
El problema es
que muchos de estos mitos son fruto de la búsqueda de un «culpable barato» que
nos exima de nuestra responsabilidad en el estilo de vida que llevamos,
recuerdaOrtí. Así el ‘eje del mal’ lo forman, injustamente, la leche, los
huevos, la sal, el azúcar y, sobre todo, las grasas. Pero en su justa medida
todos son necesarios para que nuestro cuerpo funcione bien.
«A las grasas
muchas veces se las pinta como las malas de la película y sin embargo son
indispensables, pero esto sucede porque es cierto que hay un exceso de grasas
saturadas debido a que nos estamos alejando de la Dieta Mediterránea y nos
estamos quedando con los hábitos de los antiguos bárbaros », señala el autor de
‘Comer o no comer’.
Un mal ejemplo
Ese es el motivo
por el que todos estos mitos, universales casi en su totalidad, son más
frecuentes y tienen más seguidores cuanto peor es la alimentación no solo de la
persona, también de un país.
Por ejemplo,
Estados Unidos tiene suplementos para cada día, aguas que oxigenan, cereales
energéticamente puros… Creen más en los superalimentos porque es una forma
sencilla de dejar a un lado la culpabilidad por una dieta poco saludable.
Además, es bonito pensar que con un acto tan simple se palian los efectos
devastadores de unas comidas muy ricas en grasas saturadas. Pero, ¿alguien se
lo cree?
TOMADO DE CORREO DE PAIS VASCO
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