CAN- LA:
En el Día del Medio Ambiente, “el grito en el cielo”
La expresión ‘poner el grito en el cielo’ suele usarse en hispanoamérica
para expresar indignación. Gritar es quizás la más antigua forma de protesta
que usamos cuando queremos hacernos escuchar.
Hoy en el Día Mundial del Medio Ambiente vale la pena elaborar una
especie de grito colectivo. Que alcance los oídos, pero sobre todo las
conciencias, de quienes tienen en sus manos la suerte del Planeta, y negocian
por delegación de todos, el futuro de la humanidad entera. Las convenciones y
los acuerdos entre países que buscan proteger el medio ambiente se han quedado
cortos ante el daño que le hemos infligido. Actuando en nombre de un progreso
de dudoso origen hemos abusado de la naturaleza y hoy ésta parece vengarse de
nosotros.
La crisis del medio ambiente es hoy la crisis del cambio climático. Y
esta última es, ante todo, una crisis de la sensatez humana. Nos equivocamos. Como civilización y
como colectivo humano. Por ello no tenemos mucho que celebrar, aunque aún
podemos rectificar. Poner el grito en el cielo ha de servirnos para comunicar
la amenaza y movilizar la acción colectiva.
El desafío
de construir una nueva sociedad no puede ser local sino global. Y compete, no
sólo a las disciplinas ambientales y climáticas, sino muy especialmente, a las
ciencias sociales y económicas. Es preciso rediseñar las estructuras físicas,
culturales y axiológicas del mundo que hasta hoy hemos construido. Equivocarnos
de nuevo no puede ser una opción.
Por ello
vale la pena recordar que a principios del siglo XX algunos advirtieron que no
podíamos mantener nuestros criterios de crecimiento y progreso materiales
basados en la errónea idea de que vivíamos en un planeta infinito. Poco
entendimos la sencilla verdad de que el nuestro es un planeta finito, y que por
lo tanto ‘desarrollo y crecimiento per
se’ son insostenibles por naturaleza.
Cuando
afloraron los problemas ambientales globales en lugar de rectificar el camino
minimizamos la gravedad de los problemas. Proclamamos que de ser cierto que la
problemática del ambiente representara alguna amenaza para los sistemas
naturales, también lo era que ello podía ser solucionado por el binomio
economía tecnología. Pero equivocamos la respuesta global: el desarrollo
sostenible. Un esquema eufemístico de crecimiento que no toca las estructuras
conceptuales de la economía clásica. Y algo más: ignoramos que esta crisis
contenía en sus entrañas un monstruo más siniestro, que iría a mostrarnos sus
perfiles más críticos hacía el final del siglo XX en forma de cambio climático.
Una crisis sistémica que amenaza la vida sobre la Tierra. Y también la
infraestructura técnica y económica del progreso: las grandes ciudades, las
industrias, las infraestructuras de los servicios públicos, la agricultura, el
agua, la salud pública, los ecosistemas naturales y construidos, la pesca, los
árboles, las semillas, la economía y el arte.
Por estos
días se reúnen en Bonn los líderes del mundo para examinar el futuro de las
negociaciones sobre la crisis del clima, por ello desde Climate Action Network Latinoamérica pensamos que la sociedad
civil debe enviarles un mensaje en forma de grito demandante. Existen muchas
razones para que ‘pongamos el grito en el cielo. Entre todas las que podrían
esgrimirse, una se destaca por su alarmante certeza: el Observatorio de Mauna Loa, en Hawai, acaba de revelar que las
concentraciones promedio de dióxido de carbono en la atmósfera alcanzaron la
barrera de las 400 partes por millón, lo cual pone a la humanidad en el borde
de uno de sus límites. ¿Reaccionaremos ahora?
Por Climate Action Network Latinoamérica CANLA, 05 de junio 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario