Duro mensaje del Papa
a la clase política y a los líderes religiosos
En el discurso ante Peña Nieto, denunció que los privilegios
en beneficio de pocos se vuelven "terreno fértil para la corrupción y la
exclusión"; calificó el narcotráfico de "metástasis que devora" Elisabetta
Piqué CIUDAD DE MÉXICO.- Como deseaba, rezó, absorto, en silencio, ante la
imagen de la "Morenita", la Virgen de Guadalupe, patrona de México y
emperatriz de América, luego de celebrar su primera misa en este país con 100
millones de católicos. En una primera jornada apoteótica -en la que se fue a dormir
tras recorrer casi 100 kilómetros en papamóvil, vivado por multitudes
eufóricas-, Francisco tocó todos los puntos dolorosos de este primer viaje a
México. Es una visita a un cóctel de esas periferias sociales que su
pontificado quiso poner en el centro, ya que la gira incluye sitios
emblemáticos, como Chiapas, Morelia y Ciudad Juárez. "El narcotráfico es
una metástasis que devora", recordó ante los obispos del país, en un
discurso durísimo (ver página 6). "La experiencia nos demuestra que cada
vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en
detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve
terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las
culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el
secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo",
había advertido en su primer discurso, en el Palacio Nacional, símbolo del
Estado laico, que nunca antes había sido pisado por un papa. En el antiguo
Palacio Nacional, donde hubo himnos de rigor, el Papa fue recibido con todos
los honores por el presidente Enrique Peña Nieto. Tuvo luego un encuentro
privado con el mandatario, que en un discurso de bienvenida le agradeció
especialmente la visita y elogió su pontificado reformador. "México quiere
al papa Francisco", dijo, lo que desató aplausos. Luego de admirar los
famosos murales de Diego Rivera, en un encuentro con las autoridades, la
sociedad civil y el cuerpo diplomático, Francisco repitió el porqué de esta
visita. "Hoy vengo como misionero de misericordia y paz, pero también como
hijo que quiere rendir homenaje a su madre, la Virgen de Guadalupe, y dejarse
mirar por ella", dijo. Elogió la cultura ancestral y el capital humano
esperanzador de México, "que tiene que ser la fuente de estímulo para que
encontremos nuevas formas de diálogo, de negociación, de puentes capaces de
guiarnos por la senda del compromiso solidario".También llamó a construir
"una política auténticamente humana y una sociedad en la que nadie se
sienta víctima de la cultura del descarte". Y pidió a los dirigentes de la
vida social, cultural y política trabajar especialmente para que todos tengan
un acceso efectivo a los bienes materiales y espirituales indispensables:
"Vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad
efectiva, un ambiente sano y de paz". En buena forma y visiblemente
contento por una recepción triunfal, con mariachis, cantos de mañanitas en
todos lados -especialmente en la nunciatura, día y noche llena de gente-, el
Papa conquistó enseguida a los mexicanos con su sencillez, falta de protocolo e
informalidad. Se detuvo a bendecir enfermos, se puso todo sombrero mexicano que
le regalaron, besó bebes y bendijo a chicos, cercano como siempre. "¡Se siente, se siente, Francisco está
presente!", clamaba la multitud. Algunos portaban carteles nunca antes
vistos: "¡Papancho, te queremos!". Corazón
espiritual En una primera jornada en
la que pudo advertir ese fervor especial de los mexicanos -que por séptima vez
tienen el honor de recibir a un papa-, todo culminó con una primera y
sobrecogedora misa ante 35.000 fieles en el santuario de la Virgen de
Guadalupe, uno de los sitios más visitados del mundo, adonde peregrinan unas 22
millones de personas al año, corazón espiritual de México. Allí, en una homilía
apasionada, recordó cuando en 1531 la Virgen se le apareció a un pobre indio,
Juan Diego, que fue canonizado en 2002 en esa misma basílica por Juan Pablo II.
Y explicó cómo la Virgen entonces sacó de la marginación y discriminación más
absoluta a ese indio, transformándolo en su "embajador", un mensaje
de esperanza para los 50 millones de pobres -marginados e invisibles- de
México. "En la construcción de ese
otro santuario, el de la vida, el de nuestras comunidades, sociedades y
culturas, nadie puede quedar afuera. Todos somos necesarios, especialmente
aquellos que normalmente no cuentan por no estar «a la altura de las
circunstancias» o no «aportar el capital necesario» para la construcción de las
mismas", dijo. Al recordar el mensaje guadalupano, Francisco llamó a la
esperanza: "No te dejes vencer por tus dolores, tristezas". Y pidió
ser fieles a la Virgen. "Sé mi embajador, nos dice, dando de comer al
hambriento, de beber al sediento. Da lugar al necesitado, viste al desnudo y
visita al enfermo. Socorre al que está preso, perdona al que te lastimó,
consuela al que esta triste, ten paciencia con los demás y, especialmente, pide
y ruega a nuestro Dios", expresó Francisco. Tomado de la nación de ar
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