domingo, 14 de febrero de 2016

FRANCISCO I EN MÉXICO

 Duro mensaje del Papa a la clase política y a los líderes religiosos

En el discurso ante Peña Nieto, denunció que los privilegios en beneficio de pocos se vuelven "terreno fértil para la corrupción y la exclusión"; calificó el narcotráfico de "metástasis que devora" Elisabetta Piqué CIUDAD DE MÉXICO.- Como deseaba, rezó, absorto, en silencio, ante la imagen de la "Morenita", la Virgen de Guadalupe, patrona de México y emperatriz de América, luego de celebrar su primera misa en este país con 100 millones de católicos. En una primera jornada apoteótica -en la que se fue a dormir tras recorrer casi 100 kilómetros en papamóvil, vivado por multitudes eufóricas-, Francisco tocó todos los puntos dolorosos de este primer viaje a México. Es una visita a un cóctel de esas periferias sociales que su pontificado quiso poner en el centro, ya que la gira incluye sitios emblemáticos, como Chiapas, Morelia y Ciudad Juárez. "El narcotráfico es una metástasis que devora", recordó ante los obispos del país, en un discurso durísimo (ver página 6). "La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo", había advertido en su primer discurso, en el Palacio Nacional, símbolo del Estado laico, que nunca antes había sido pisado por un papa. En el antiguo Palacio Nacional, donde hubo himnos de rigor, el Papa fue recibido con todos los honores por el presidente Enrique Peña Nieto. Tuvo luego un encuentro privado con el mandatario, que en un discurso de bienvenida le agradeció especialmente la visita y elogió su pontificado reformador. "México quiere al papa Francisco", dijo, lo que desató aplausos. Luego de admirar los famosos murales de Diego Rivera, en un encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático, Francisco repitió el porqué de esta visita. "Hoy vengo como misionero de misericordia y paz, pero también como hijo que quiere rendir homenaje a su madre, la Virgen de Guadalupe, y dejarse mirar por ella", dijo. Elogió la cultura ancestral y el capital humano esperanzador de México, "que tiene que ser la fuente de estímulo para que encontremos nuevas formas de diálogo, de negociación, de puentes capaces de guiarnos por la senda del compromiso solidario".También llamó a construir "una política auténticamente humana y una sociedad en la que nadie se sienta víctima de la cultura del descarte". Y pidió a los dirigentes de la vida social, cultural y política trabajar especialmente para que todos tengan un acceso efectivo a los bienes materiales y espirituales indispensables: "Vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz". En buena forma y visiblemente contento por una recepción triunfal, con mariachis, cantos de mañanitas en todos lados -especialmente en la nunciatura, día y noche llena de gente-, el Papa conquistó enseguida a los mexicanos con su sencillez, falta de protocolo e informalidad. Se detuvo a bendecir enfermos, se puso todo sombrero mexicano que le regalaron, besó bebes y bendijo a chicos, cercano como siempre.  "¡Se siente, se siente, Francisco está presente!", clamaba la multitud. Algunos portaban carteles nunca antes vistos: "¡Papancho, te queremos!".  Corazón espiritual  En una primera jornada en la que pudo advertir ese fervor especial de los mexicanos -que por séptima vez tienen el honor de recibir a un papa-, todo culminó con una primera y sobrecogedora misa ante 35.000 fieles en el santuario de la Virgen de Guadalupe, uno de los sitios más visitados del mundo, adonde peregrinan unas 22 millones de personas al año, corazón espiritual de México. Allí, en una homilía apasionada, recordó cuando en 1531 la Virgen se le apareció a un pobre indio, Juan Diego, que fue canonizado en 2002 en esa misma basílica por Juan Pablo II. Y explicó cómo la Virgen entonces sacó de la marginación y discriminación más absoluta a ese indio, transformándolo en su "embajador", un mensaje de esperanza para los 50 millones de pobres -marginados e invisibles- de México.  "En la construcción de ese otro santuario, el de la vida, el de nuestras comunidades, sociedades y culturas, nadie puede quedar afuera. Todos somos necesarios, especialmente aquellos que normalmente no cuentan por no estar «a la altura de las circunstancias» o no «aportar el capital necesario» para la construcción de las mismas", dijo. Al recordar el mensaje guadalupano, Francisco llamó a la esperanza: "No te dejes vencer por tus dolores, tristezas". Y pidió ser fieles a la Virgen. "Sé mi embajador, nos dice, dando de comer al hambriento, de beber al sediento. Da lugar al necesitado, viste al desnudo y visita al enfermo. Socorre al que está preso, perdona al que te lastimó, consuela al que esta triste, ten paciencia con los demás y, especialmente, pide y ruega a nuestro Dios", expresó Francisco. Tomado de la nación de ar 
 

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