Josefina, entre el
mar y la selva
Mano cambiada es un concepto ancestral que significa trueque
de oficios entre vecinos para lograr la supervivencia; la vida se fundamenta en
la solidaridad y no en el dinero. FOTO Cortesía J. Klinger
Mano cambiada es un concepto ancestral que significa trueque
de oficios entre vecinos para lograr la supervivencia; la vida se fundamenta en
la solidaridad y no en el dinero.
POR MARCELA VARGAS AGUIAR Nuquí se ve, escucha y se lee más
en periódicos, revistas, redes sociales y televisión desde que Josefina Klinger
fue reconocida como la Mujer Cafam 2015, un premio que se entrega a mujeres que
“dirigen de forma silenciosa, constante y eficiente” programas sociales que
mejoran la vida de otras personas, dice la organización.
Este galardón llegó a sus manos por liderar, desde 2006, un
proceso de turismo comunitario,llamado Mano Cambiada, como estrategia de
desarrollo local en Nuquí, municipio chocoano ubicado entre Bahía Solano, Bajo
Baudó y Alto Baudó, bordeado al occidente por el océano Pacífico.
Desde entonces ha contado su historia de vida una y otra
vez, sin que esto implique cansancio, pues quiere que, así como ella, muchas
otras personas valoren la tierra donde nacieron, sus recursos naturales y su
cultura, para que no luchen con una identidad por fuera de sus territorios
naturales, sino que puedan disfrutar la vida en ellos o generar un cambio. Esta
historia, por ejemplo, la contó como conferencista de una de las charlas TED
que se realizó en Colombia en 2010 y se puede encontrar en
internet.
Josefina nació en Nuquí cuando su madre tenía 20 años y su
padre 50, ella chocoana y él caucano, de origen alemán. Éste le dejó ese
apellido raro y 17 hermanos medios. Con su madre y sus otros tres hermanos por
parte de ella se fue a vivir a Quibdó.
Dice que mientras creció le enseñaron a odiar el paraíso
donde vive. Se sentía en un limbo: entre el desarraigo y las ganas de comerse
el mundo, pero con miedo porque se había creído que era menos por haber nacido
en medio de la selva chocoana.
“No sé a quién se le ocurrió decir que en Chocó todo es
pobreza”, se pregunta con vehemencia, porque hoy está totalmente en desacuerdo
con esa afirmación.
Cuando tenía 25 años, recién separada, con dos hijos
pequeños y la idea de encontrar un turista que la llevara a trabajar como
empleada doméstica, regresó a Nuquí por un tiempo. Al ver su terruño después de
varios años empezó a comprender que era un lugar lleno de riqueza, muy
diferente a la idea de miseria que tenía en la cabeza, y “un día elegí que el
dinero no me determinaría la vida y que debía darle su justa dimensión, el
capital social fue mi apuesta desde entonces”, recuerda Josefina.
Ella es nuestro Perfil Tuitero de esta semana y nos habló
acerca de su trabajo, ese que hace con la selva en la cabeza, como ella misma
dice:
¿Cómo nació Mano Cambiada?
“Hace unos años nos dimos cuenta de que tenemos un
territorio con dos activos: ambientales y culturales, pero que los territorios
estaban siendo comprados por personas de afuera. Así que decidimos emprender un
proceso que nos permitiera jugar de anfitrión, definiendo un modelo consecuente
con nuestra forma de vivir en el Pacífico. Entonces descubrimos que el
ecoturismo es un sistema, que nos permite practicar el emprendimiento, a la vez
que hacemos un uso responsable de los recursos, valoramos nuestra la cultura y
gestionamos los recursos para beneficio de todos”.
¿Por qué decidió “echarse al hombro” esta labor?
“Después de entender la riqueza de nuestra tierra, perdí los
miedos a la pobreza, a la exclusión, a la carencia de dinero. Redescubrí mi
verdadera capacidad y determiné que iba a crear otro modelo de vida a partir de
los propios recursos. Entendí que el liderazgo no se decreta, se asume”.
¿Qué se encuentra un turista en Nuquí?
“Un territorio habitado por comunidades negras e indígenas,
con una riqueza cultural que le agregan valor al Parque Nacional Utría.
Nosotros vivimos entre el agua y la selva. Tenemos 45 kilómetros de playa de
varias tonalidades, que se cubren y se desnudan al ritmo de la marea. Más de 40
cascadas, 14 ríos, aguas termales azufradas y saladas, senderos ecológicos,
variedad de especies vegetales y animales. Entre los meses de julio a octubre,
aves, ballenas y tortugas llegan a nuestro territorio a dar vida; nuestras
aguas tranquilas, cálidas y profundas se convierten en sala de parto de
ballenas jorobadas y sala cuna de otras especies marinas. Nuquí, Utría y Bahía
Solano son destinos para los espíritus que ya están listos”.
Usted dice que en Chocó les ofrecen a los turistas un valor
agregado y diferenciador, ¿cuál es?
“Hay en muchos lugares del mundo pero en Nuquí están
atendidos por nosotros, los que conocemos el lugar... Que bailamos, cantamos,
tenemos la calidez y al visitante lo ponemos a vivir nuestras costumbres de
forma natural, sin hacer de la cultura un show. Hoy el nuevo viajero busca
experiencias trascendentales y nosotros se las facilitamos”.
¿Qué ha significado este proceso de ecoturismo para la gente
de esta zona de Chocó?
“Una oportunidad para mejorar sus ingresos a través de
distintos emprendimientos de servicios y productos relacionados con la
actividad turística que dinamizan la economía. También ha representado el
autorreconocimiento, la valoración del territorio y el fortalecimiento de la
cultura”.
¿Cuál ha sido el mayor obstáculo en este trabajo?
“Los miedos propios y de la comunidad que se resiste al
cambio, creen que el éxito está delegado a los que vienen de afuera”.
¿Qué representó ser reconocida como la Mujer Cafam 2015?
“Mucha gratitud con Dios y con los que Él usó como instrumento
para que ese premio me llegara. También ha sido una oportunidad para que
Colombia y el mundo conozca que en Chocó y el Pacífico somos más que pobreza y
corrupción. Además, la reafirmación de que es posible pensar este país desde lo
rural”.
¿Qué le falta para ver convertido a Nuquí en lo que usted
sueña?
“Que la educación no promueva el desarraigo sino que los
niños y niñas de Nuquí aprendan a valorar la riqueza de su territorio y puedan
desarrollar sus capacidades acá mismo. Para eso es necesario que la
institucionalidad apoye y que todos en general cambiemos el imaginario de que
lo rural es sinónimo de fracaso y que el éxito solo se consigue afuera”. Tomado
de el colombiano
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