lunes, 25 de marzo de 2019

CAMPO ARGENTINO , ADMINISTRACION MACRI NO FAVORECIO PARA NADA


Qué está pasando con la producción agropecuaria ¿?
Una cosecha para pocos
Ni el boom exportador prometido ni la recuperación generalizada para todo el agro. Apenas un puñado de grandes productores se beneficiaron con la actual política.
Por Martín Burgos y Javier Rodríguez
Producción: Javier Lewkowicz
El “boom” que no fue
Por Martín Burgos *
Portado por la cruzada contra las retenciones móviles, ligado al mito del centenario y su inserción en el mundo, el gobierno tuvo como uno de sus principales objetivos de política económica lograr un “boom exportador” que le permitiera al país dejar atrás 70 años de decadencia industrializante. 
A poco de empezar la campaña electoral, los tres años de gestión obligan a realizar un balance comparando lo prometido con lo logrado en el sector agropecuario. Empezando con los datos de exportaciones de alimentos, vemos que estas se sitúan en 35 mil millones de dólares anuales desde 2014, siendo ese año levemente superior por efecto de los precios internacionales de la soja (37 mil millones), y 2018 levemente inferior debido a la sequía (31 mil millones). Pero lo destacable es que no se percibe ningún dato relevante en la balanza comercial de alimentos que nos permitan hablar de cualquier “boom exportador”.
Lo que sí es notable es el incremento singular de las importaciones de 1,6 mil millones de dólares en 2014 a 4,4 mil millones de dólares en 2018. Estas importaciones crecientes hacen que la balanza comercial de alimentos no dejó de deteriorarse hasta alcanzar un piso en 2018. Por lo tanto, no sólo no tuvimos “boom exportador” de alimentos sino que incluso podemos hablar de un “boom importador” que afectó en primer lugar la industria que le agrega valor a los productos agropecuarios.
Entre los ejemplos de ese “boom importador” se encuentran el incremento de las importaciones de carnes y preparación de carnes (136 a 300 millones de dólares entre 2014 y 2018), de frutas (304 a 320 millones de dólares), de bebidas (71 a 138 millones de dólares) o de cereales (14 a 32 millones de dólares). 
Pero la explicación principal de ese crecimiento se explica por las importaciones de soja de 76 millones a 2572 millones de dólares. Entre los orígenes más destacados se encuentran Paraguay y Estados Unidos, que conocieron un pico en 2018 por la sequía y la guerra comercial entre China y Estados Unidos. Si bien esta soja se transforma y luego se reexporta bajo la forma de aceite y harina, tampoco se destaca un incremento de las exportaciones de aceite sino que salvo en el año 2016, las exportaciones siempre se ubicaron por debajo de 4000 millones de dólares e incluso debajo de los 3000 millones de dólares en 2018.
La explicación de esos resultados, más allá de circunstancias climáticas y externas, son las políticas que se tomaron en este tiempo. Si bien la eliminación de retenciones de 2016 modificó la ecuación económica favoreciendo al maíz y al trigo, el incremento de los costos (alimentos para animales, tarifas, nafta) no siempre fue favorable al incremento del valor agregado. Por otra parte, las retenciones indiferenciadas entre poroto, aceite y harina provocaron la pérdida de competitividad de la parte industrial de la soja. En cuanto a las últimas negociaciones comerciales entre Brasil y Estados Unidos, es muy probable que afecten la exportación de trigo hacia nuestro vecino. En esto, el error estratégico del gobierno fue menospreciar la importancia de la integración regional, en particular del Mercosur, frente a competidores externos. 
Este conjunto de políticas sectoriales se articularon con un modelo económico insustentable que al quedarse sin financiamiento externo terminó en la fuerte crisis del año pasado. Como suele ocurrir, “una buena cosecha” no garantiza la salvación del modelo económico. Al contrario: el modelo económico en su agonía requiere de cada vez más recursos, y el gobierno no dudó en buscarlos en un aumento de las retenciones a las exportaciones. 
La situación que estamos viviendo es que la actual restricción externa le da al sector agropecuario una relevancia que hasta ahora no había tenido en el modelo económico, principalmente porque la deuda externa proveía los dólares necesarios. La liquidación de la cosecha para reforzar las arcas del Banco Central se volvió fundamental, pero enfrenta dos problemas: por un lado, la lógica decisión de muchos sojeros de retener su cosecha esperando un (probable) salto del tipo de cambio. Por otro lado, su propia política de extender los plazos de liquidación de exportación.
* Coordinador del Depto. de Economía Política del CC de la Cooperación.
Engañoso crecimiento
Por Javier Rodríguez
Los últimos datos oficiales evidencian un deterioro importante en el desempeño de la economía argentina. El estimador mensual de la actividad económica mostró para diciembre último una caída interanual del 7 por ciento. El desempleo aumentó, el poder adquisitivo de los salarios se redujo fuertemente. La producción industrial cayó más de un 10 por ciento, mostrando una profunda crisis sectorial. 
En este contexto, el Gobierno intenta presentar buenos resultados en algún sector productivo y por eso se centra en resaltar un desempeño positivo en el sector agropecuario. Con este objetivo publicita ampliamente que este año habrá una cosecha récord de granos. Se refieren únicamente a una parte del sector agropecuario, la de la producción de cereales y oleaginosas: esperan que eso sea percibido como que todo el sector agropecuario se encuentra en una muy buena situación. Pero el panorama es muy distinto cuando se analiza qué sucede con el conjunto de los que producen en el agro. 
 En efecto, un conjunto muy variado de productores agropecuarios está sufriendo una profunda crisis. Las medidas adoptadas por el gobierno de Macri impactaron de manera directa en los costos de las producciones que utilizan a los granos como insumo. Así, actividades de mayor valor agregado como la producción tambera, porcina y avícola perdieron rentabilidad ante el aumento del maíz. A ello se le agregó el marcado aumento del combustible junto con la retracción de la demanda, producto de la caída generalizada del poder adquisitivo de los salarios. También afectó negativamente el encarecimiento del crédito. En algunos casos, en esos contextos tuvieron que soportar además una indiscriminada apertura importadora.  
 Los resultados son categóricos en el caso de la lechería: la producción cayó en 2016 un 14,7 por ciento y ese bajo nivel de producción se mantuvo. En 2018, la producción de leche fue un 12,7 por ciento menor que la de 2015. Producto de la pérdida de rentabilidad, el cierre de tambos fue un proceso que durante los tres años del gobierno de Macri se profundizó e intensificó. En 2018, el 4,4 por ciento de los tambos más chicos debieron abandonar la producción, según datos del Senase.
En el caso de las producciones regionales, la situación más dramática se da en el caso de peras y manzanas, pero no es el único. A los factores ya mencionados se le sumó la importación. En el Alto Valle, el abandono productivo de fincas se multiplicó. En el caso de la vitivinicultura, las importaciones de vino a granel impactaron –dada la desregulación del complejo productivo– en menores precios pagados al productor y, con ello, en caída de la rentabilidad.  
Otros casos como la horticultura también atraviesan una situación complicada como consecuencia de los factores explicados a lo que se le suma el abandono de las políticas de apoyo e impulso a la agricultura familiar, plasmada en la discontinuidad de los programas específicos junto con el desmantelamiento de las áreas de apoyo técnico a la producción.  
 En esta breve revisión de las situaciones presentes en el agro, llegamos así a la producción de granos. Como en los otros casos, se quitaron o redujeron los derechos de exportación, pero el año pasado se los reimplantó de manera generalizada. Con la quita o reducción de los derechos de exportación y luego su reinstalación y aumento, en el medio “se perdió” todo el sistema de reintegros que implicaba que el pequeño y mediano productor pagara proporcionalmente mucho menos (incluso cero en algunos casos) que aquellos que producen en grandes superficies. Los productores pequeños y medianos van a pagar este año más retenciones que las que pagaron en 2015, mientras que los que manejan altos volúmenes, menos. 
 Las medidas derivaron en una mayor rentabilidad inicial en la producción de estos granos. Esa mayor rentabilidad no implicó un aumento en el ritmo de crecimiento de la producción. En efecto, mientras que en el período 2003-2015 la superficie con cereales y oleaginosas creció a una tasa anual acumulada promedio del 3,2 por ciento, ese valor no aumentó durante el gobierno de Macri. La causa, probablemente, haya que buscarla por el lado del fuerte aumento de la tasa de interés para las colocaciones financieras. En ese contexto, publicitar que la cosecha será un récord es cuanto menos engañoso, ya que el ritmo de crecimiento no es para nada excepcional.         
* Doctor en Economía, profesor UNLa y UBA, investigador del Ceset.
Tomado de pagina 12 de ar

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