CIENCIA
Enzo Tagliazucchi y sus investigaciones para descubrir cómo
se origina la conciencia
Tras las huellas de la conciencia en el cerebro
Según el especialista, su aparición se vincula con un
diálogo complejo y distribuido en el cerebro. Qué ocurre con los pacientes en
estado vegetativo.
Por Pablo Esteban
Enzo Tagliazucchi, investigador del Conicet en el Instituto
de Física (Facultad de Ciencias Exactas, UBA).
Imagen: Gentileza La Diaria
“La conciencia es el teatro donde se desarrollan las
miserias y alegrías de los seres humanos”, dice Enzo Tagliazucchi, uno de los
referentes locales del proyecto. Es doctor en Física e Investigador del Conicet
en el Instituto de Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la
UBA. La investigación, publicada en la prestigiosa revista Science Advances,
fue realizada en centros internacionales de Francia, Bélgica, EE.UU. y Canadá,
e incluyó 159 resonancias magnéticas de individuos sanos, pacientes en estado
vegetativo y otros con mínima conciencia. Aquí explica qué es la conciencia,
describe por qué puede considerarse un “todo dinámico y complejo” y narra las
implicancias futuras que estos avances podrían tener en el campo de la salud y
la medicina.
–¿Qué es la
conciencia?
–Es un punto de vista acerca del mundo, aquella respuesta
más directa frente a la pregunta sobre qué se siente ser un cerebro humano.
Dicho de otro modo, quizás más metafórico, es una ventana a través de la que
todos miramos, tenemos experiencias y las sentimos en primera persona. Sin
embargo, todavía resulta difícil saber cómo las neuronas y la materia que
conviven en una masa esponjosa como es el cerebro, de repente, desarrollan una
propiedad única –que ningún otro sistema físico tiene– y sobre todo privada.
Esta cualidad, su privacidad, despierta mucha incertidumbre, tal es así que
podría hacernos dudar en algún punto sobre la misma posibilidad de estudiar de
manera científica a la conciencia. Se generan grandes vacíos entre el
conocimiento disponible y las experiencias sensoriales que cada persona pueda
tener. Para el filósofo Daniel Dennett, el objeto de una ciencia de la conciencia
debe ser la subjetividad que los individuos manifiestan respecto de la
comprensión de sus propios comportamientos.
–Pero como decía
Descartes, los sentidos engañan.
–Bueno, ese es uno de los asuntos que las ciencias que
estudian las subjetividades no han logrado trascender. Uno puede intentar
describir una sensación de dolor o alegría, pero como dato científico resulta
bastante difícil de explicar. Existe un trabajo muy leído y citado titulado
“¿Qué se siente ser murciélago?”, cuyo autor es Thomas Nagel. Se sabe que estos
animales se desplazan por ecolocación, es decir, calculan la distancia a la que
se encuentran los objetos mediante la emisión de sonidos que son reflejados por
aquellos. Podemos examinar su cerebro de manera de entender punto por punto cómo
funciona este proceso, pero no sabemos cómo se siente. No sabemos si se siente
como escuchar o si, más bien, la ecolocación se parece a ver. Es una pregunta
que, a menos que seas un murciélago, será imposible de responder.
–De aquí los límites
de la ciencia. Por eso, tal vez, intentar conocer el mundo sea tan fascinante:
por todo lo que todavía se desconoce. Más aún si nos referimos a la conciencia.
–Exactamente. Hoy solo podemos aspirar a encontrar los
correlatos neuronales de la conciencia. A diferencia de cualquier otro objeto
de estudio, aquí el propio sistema que estudiamos nos marca la pauta de cuáles
son las condiciones experimentales. De hecho, si en los experimentos que
realizamos las personas no nos comparten su subjetividad es imposible avanzar.
En los departamentos de física, algunas veces, quienes estudian la conciencia
no son observados con buenos ojos. Me esfuerzo en explicar que, en verdad, se
trata de un sistema físico extremadamente interesante, tan enigmático que nos
despierta nuevas preguntas a cada paso.
–Conversemos respecto
de su última investigación. ¿A dónde va la conciencia cuando el ser humano está
inconsciente?
–Nosotros trabajamos con diversas teorías que intentan
responder a este interrogante. La conciencia posee múltiples configuraciones
posibles, ya que la cantidad de escenas del sentir que se pueden presentar es
astronómica. La postura dominante en este campo plantea que cada estado
consciente depende de una disposición física particular del cerebro. Al mismo
tiempo, también sostenemos que la conciencia determina un todo unificado: el
ser humano no posee una conciencia separada para escuchar, otra para ver y una
distinta para oler, sino que reúne a todos los sentidos, los pensamientos y las
funciones. Intentar dividirla es como probar dividir los polos de un imán. Esto
origina la teoría del núcleo dinámico –desarrollada por el psiquiatra italiano
Giulio Tononi– que postula que la conciencia no constituye un lugar en el
cerebro (no determina una zona física particular) sino un proceso dinámico en
constante evolución. De este modo, cuando una persona pierde la conciencia
–durante una anestesia o un sueño profundo– el cerebro adopta configuraciones
que no le permiten soportarla. Se manifiesta como una ausencia de subjetividad.
Lo más sorprendente no es que la conciencia se vaya, sino que después vuelva y
uno siga siendo el mismo.
–La conciencia como
algo unificado que fluye en el tiempo.
–Si bien la conciencia no está fragmentada en átomos –como
se creía en el pasado–, sostenemos que es posible que esté segmentada en
momentos bien definidos. Para lograr integrarse necesita de un cierto tiempo,
fundamental para que fluya la información. Como es un proceso, jamás es algo
instantáneo.
–Su trabajo se
realizó a partir de 159 resonancias magnéticas de individuos sanos y en estado
vegetativo o con mínima conciencia. ¿Qué puede narrar al respecto?
–Quisimos comprobar si la conciencia tenía que ver con la
comunicación que se produce entre las diferentes zonas del cerebro. Mientras
que en las personas sanas hallamos un patrón rico de conectividad, en los
pacientes con “mínima conciencia” advertimos que logran establecer
comunicaciones funcionales de manera esporádica. Eso ocurre, por caso, cuando
en una situación experimental le pedimos a un individuo que nos alcance un
lápiz y quizás al primer intento no lo hace, pero luego de varios llamados
atiende la solicitud. Experiencias como éstas marcan un mundo de diferencia con
las personas a las que se diagnostica un estado vegetativo persistente; las que
rara vez logran recuperarse ya que no exhiben, a través de resonancias
magnéticas y otros análisis, esa integración
que pudiera dar cuenta de la emergencia de sensaciones subjetivas. Es
muy difícil distinguir a pacientes con mínima conciencia y aquellos en estado
vegetativo, lo cual es muy sensible porque en muchos países se toma la decisión
(como recurso humanitario) de discontinuar el soporte vital.
–Se trata de
identificar las huellas de la conciencia en el cerebro. También utilizaron
anestesia general en los tres casos. ¿Qué sucedió?
–Cuando suministramos anestesia general a los pacientes
vegetativos advertimos que no se modificaba su situación porque ya manifestaban
un estado de inconsciencia de antemano; los de mínima conciencia perdieron esos
pocos fragmentos de lucidez que evidenciaban; mientras que los sujetos
experimentales sanos también demostraron un patrón de inconsciencia. Y, luego,
realizamos otro experimento muy interesante. Seguimos la pista de Adrian Owen,
científico británico que trabaja actualmente en Canadá con pacientes en estado vegetativo. En un caso
planteó que no lograban comunicarse porque sus vías sensoriales estaban
cortadas, de modo que lo introdujo en un resonador y le pidió que imaginase
estar jugando al tenis y caminando en su casa. Cuando hizo eso, los patrones
cerebrales que emergieron fueron idénticos a los que aparecen cuando una
persona sana imagina jugar al tenis o caminar en su casa. A tal punto que Owen
logró comunicarse con el paciente y establecieron el código de que cuando
quería decir “sí” se imaginara jugando al tenis. Nosotros replicamos este
método y también comprobamos que funcionaba.
–Increíble. Estos
avances podrían brindar nuevas pistas para el campo de la salud.
–La conciencia es el teatro donde se desarrollan las
miserias y alegrías de los seres humanos. Estos resultados muestran de manera
concluyente que las manifestaciones físicas de nuestra experiencia humana nunca
van a ser inequívocamente identificadas con un grupo de regiones cerebrales. La
noción de que es posible identificar una zona del cerebro para cada facultad
humana se derrumba, al menos, para el caso de la conciencia. En el campo de la
medicina, a veces es necesario comprender que es más importante tener una
conciencia libre de sufrimiento que un cuerpo que funcione tan bien como una
máquina. Me resulta escandaloso que a pacientes avanzados de cáncer no se les
recete morfina, porque aunque tiene potencial para generar dependencia resulta
cínico no suministrarla para aliviar las cargas cuando enfrentan un estado
terminal. // TOMADO DE PAGINA 12 DE AR
No hay comentarios:
Publicar un comentario