La crisis en Rurrenabaque, una pesadilla China
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La construcción del puente y el contraste de Rurrenabaque. |
Mónica Oblitas
Desde el barco se ve el lugar que cruzará el puente. |
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Los negocios se están adaptando a la presencia china. |
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Texto: Mónica Oblitas/ Rafael Sagárnaga
REPORTAJE | ERA UNO DE LOS PUEBLOS MÁS
ATRACTIVOS PARA EL TURISMO EN BOLIVIA. HOY, ESTÁ EN GRAVE RIESGO DE PERDER SU
IDENTIDAD Y SU PRINCIPAL INGRESO.
En Rurrenabaque, tradicionalmente conocida como la “capital
de la felicidad”, la “perla amazónica” o “la puerta de la Amazonía” hoy
reina el desasosiego. Un proyecto comunitario trabajado durante 30 años parece
desmoronarse abruptamente, víctima de fuerzas externas y justo cuando parecía
consolidado.
No es necesario remontarse hasta hace mucho tiempo para
notar el cambio. En realidad, hasta fines de 2014, las calles de Rurrenabaque
aún estaban repletas de turistas, la mayoría jóvenes, que llegaban para conocer
los célebres encantos de la zona.
El turismo israelita ocupaba el primer lugar en la lista,
aunque cada vez llegaban más europeos. Chilenos, argentinos, brasileños,
peruanos, estadounidenses..., en los locales de Rurrenabaque, se escuchaban los
más diferentes acentos.
Con su naturaleza embriagante, Rurrenabaque invitaba a
quedarse. Está en el centro de una zona exclusiva a nivel mundial porque, al
ser el principio de la Amazonía y el fin de las estribaciones andinas, suma un
sinfín de paisajes, flora y fauna. De hecho el entorno (áreas de Madidi y
Pampas) es considerado la séptima región de mayor biodiversidad en el mundo.
Incluso recientes estudios de la Wildlife Conservation Society (WCS) prevén
situarlo aún más alto.
Por ello, pese a las crónicas dificultades de transporte, el
esfuerzo para llegar valía la pena. Y sobre todo porque Rurrenabaque, durante
tres décadas, desarrolló infraestructura y servicios turísticos en una apuesta
social singular para Bolivia. Enclavada en el borde de la frontera entre Beni y
La Paz, abrazada por las Serranías del Bala y el río Beni, se brindaba a los
visitantes con una surtida oferta de atractivos. Hasta 2014, entre discotecas,
bares, restaurantes, albergues exóticos, circuitos turísticos de jungla,
navegación, y actividades al aire libre, los turistas estaban en su salsa y los
empresarios también.
Pero hoy, todo ha cambiado. Es la noche del viernes 15 de
julio, en años pasados, a esta misma hora, las calles rebalsaban de jóvenes
bailando y cantando, entrando y saliendo de restaurantes y discotecas. Ahora no
hay más que un par de perros callejeros en la plaza y varias calles del entorno
se hallan en penumbra. Los restaurantes están cerrados, las discotecas, las que
quedan, se muestran vacías. Los contados visitantes que llegan son aquellos que
trabajan en alguna de las obras, la mayoría españoles, porque los chinos no se
juntan con los locales. O, por lo menos, no lo hacen para
consumir ningún
producto turístico.
Julio era una de las épocas altas. “A la hora del desayuno,
todos los días tenía varios turistas sentados en la acera, esperaban que se
vaciaran mesas para ingresar –dice el empresario Carlos Espinoza-. Ahora a lo
mucho se llena la mitad de la cafetería, estimo que mi negocio cayó un 80 por
ciento”. Espinoza vive hace 21 años en Rurrenabaque. Ha sido parte de diversos
proyectos turísticos y ecológicos y no recuerda un bajón similar.
Luis (*), un indígena mosetén que trabaja en uno de los
albergues comunitarios, confió también sus preocupaciones a OH! mientras
mostraba el emprendimiento a orillas del río. “Antes salíamos con un bote lleno
de turistas que se iban por la mañana a tomar su avión, y ya por la tarde
volvíamos con otro bote completo de turistas –explica Luis-. Ahora a lo mucho
llegan dos o tres extranjeros por día,
Los testimonios se multiplican. Una funcionaria hotelera
cuenta que en su trabajo realizaron mejoras para recibir turistas, pero
debieron resignarse a aceptar a un particular tipo de parejas. “Son
trabajadores chinos que llegan acompañados de jovencitas, por lo general de
rasgos aimaras –detalla-. Traen chicas muy jóvenes. Pagan la pieza por un día,
pero la ocupan sólo por unas horas”.
La crisis de los porteños (así se les llama a los nacidos en
Rurrenabaque) es patente y ya ha sido cuantificada por las autoridades de
Gobierno. El viceministro de Turismo, Joaquín Rodas, explicó a OH! que se ha
calculado una caída de 60 mil a 35 mil visitantes anuales, es decir casi 42 por
ciento, casi la mitad. Sin embargo, los empresarios de la zona consideran que
la baja es mucho mayor y que el sistema de cálculo de ocupación es precario
porque hasta ahora no hay un registro digitalizado de los huéspedes. Incluso
temen un virtual fin del turismo en los próximos años.
El abogado Daniel Manzaneda, quien también ha incursionado
en actividades turísticas, explica que sólo en la calle donde vive han cerrado
cuatro restaurantes. “Estoy decepcionado, ‘Rurre’ está dejando de ser turístico
por la concentración de empresas y va a ser peor –lamenta el jurista-. Yo
quería trabajar con el Medio Ambiente, vivir con mi familia. Ahora ya no
me gusta la idea de que mi
hija crezca acá”.
Los porteños advierten el factor que agravará fatalmente su
crisis. La confluencia de tres obras de infraestructura, ejecutadas por
empresas chinas, presuntamente sin mayores precauciones ambientales: el puente
que unirá Rurrenabaque con su vecina San Buenaventura, la carretera a Ixiamas y
un complejo agroindustrial azucarero.
En ese escenario destacan la polémica construcción del
puente. Este atravesará el pueblo a escasos 400 metros de la plaza principal y
afectará directamente a decenas de negocios turísticos. Se estima que permitirá
un flujo de 1.500 camiones de alto tonelaje por día.
La preservación ecológica empezó ya a resentirse. Los
trabajos de las obras han coincidido, por ejemplo, con un alarmante
resurgimiento del tráfico de especies, sobre todo de jaguares. Desde 2014, la
Dirección General de Biodiversidad ha registrado el decomiso de 800 colmillos
del gran felino amazónico. La mayoría de los casos se produjeron en esta zona y
fueron protagonizados por súbditos chinos. Rurrenabaque, durante tres décadas,
desarrolló campañas de preservación intensivas que redujeron radicalmente la
caza furtiva, pero repentinamente el delito se disparó.
La baja actual también es atribuida a decisiones
gubernamentales. Pesa, por ejemplo, la imposición de visas a ciudadanos
israelitas. Eran uno de los grupos principales y desde la medida virtualmente
desaparecieron. El viceministro Rodas señala que también afecta la crisis
económica internacional que castiga a países como Argentina y Brasil.
Igualmente recuerda las precarias condiciones en las que funciona el aeropuerto
de la población. “Estamos desarrollando una campaña intensa para relanzar este
destino, ícono amazónico, con fuerza estatal”, afirma esperanzado. Quiere que
el turismo interno compense las bajas.
Pero, por si faltara más, frente al esfuerzo del
Viceministerio ha surgido otra decisión gubernamental que expertos en turismo y
los propios porteños consideran fatal: el presidente Evo Morales anunció el 13
de julio la realización del estudio a diseño final de la represa hidroeléctrica
de El Bala, ubicada a 16 kilómetros aguas arriba de
Rurrenabaque.
“Es la venganza de Evo”, dicen algunos vecinos que, como en
una pesadilla, observan resignados el incesante trabajo de las empresas chinas.
Recuerdan cuando se opusieron a la construcción del lugar donde se construyen
el camino y del puente. Recuerdan cuando el ministro Juan Ramón Quintana llegó
a la zona para imponer la voluntad del Gobierno. Consideran que fue la
sentencia de muerte para el Rurrenabaque turístico. Y comenzó a nacer el pueblo
de ahora, cada vez más parecido a un sitio de paso. De aquellos donde los
camioneros comen, usan el baño, y se marchan.
(*) Su nombre fue cambiado.
(La segunda parte de este reportaje se publicará el próximo
domingo 21).
Eufa Ojopi lucha por su casa.
Mónica Oblitas
EUFA Y EL FIN DE UN SUEÑO
Eufagne Ojopi, nacida y criada en Rurrenabaque, tiene una
casa que parece inspirada en el Tibet. Sus techos altos, sus pisos y paredes,
todos los detalles que ella ha puesto, casi sin ayuda, convirtiendo su hogar en
un remanso, hacen de la casa un lugar muy especial conocido por los vecinos de
Rurrenabaque como el sitio perfecto entre el monte y el pueblo: ni tan lejos ni
tan cerca.
La mujer, a la que todos conocen como Eufa, que bordea los
55 y un poco más, de pelo largo y cano, delgada, de paso ágil y voz dulce, ha
plantado además varios árboles de frutos típicos para que cuando estos caigan,
alimenten a los animales silvestres que hay en la zona. Su jardín amazónico
goza hasta de un mítico árbol del pan. Ha rodeado su hogar de armonía, y no
falta la limonada para recibir a las visitas que eso sí, deben quitarse los
zapatos para mantener impecable el lugar.
Pero ahora, cuando se llega a su casa, un letrero recibe a
los visitantes con una advertencia: “El asesinato de este pueblo es obra de los
siervos para satisfacer el capricho de sus amos y yo no me rendiré ante
ellos.” Justo al lado de su puerta, a unos pocos pasos, se ve el trazo
que ha realizado un tractor para abrir el camino que llegará al puente. Hay
tierra arrojada sobre sus cultivos. Una zanja profunda ha destrozado la senda
que llegaba a su casa. Y los constructores de la polémica vía que no ha sido
consensuada y que pasa por encima hasta de la física (la zona ha sido
catalogada como geológicamente inestable), han decidido poner un baño para uso
de los trabajadores bolivianos y chinos que están en la zona.
Eufa cuenta que ella ha ido varias veces a reclamar por los
atropellos a su propiedad, pero no ha sido escuchada. Dice que les pidió la
autorización desde el mes de abril de 2015 a todos los ingenieros y
trabajadores que han avasallado su casa, pero no se la mostraron. Y que no es
solamente ella la que está perjudicada, pero que los demás vecinos tienen miedo
de reclamar a la gente de Sinopec.
La mujer ha hablado en varias ocasiones con el gerente general
a cargo de la obra, Walter Torres, reclamando la autorización y que éste le
había dicho que no la tenía pero que en cuanto Rurrenabaque cambiase de
alcalde, lograría la autorización municipal.
Dicho y hecho, al día siguiente de que el oficialista Cleto
Dávalos asumió como alcalde, Torres apareció con la autorización de estudio de
obra, aunque no de ejecución. Hasta ahora la obra no tiene todas las
autorizaciones correspondientes.
Dice que no han sido pocas las veces que se ha enfrentado,
sola, a los ingenieros bolivianos maleducados y a los trabajadores chinos que
poco la entienden, pero que en su escaso español la llaman “la pesadilla de
cabeza blanca”. Habla siempre conservando la dulzura en su voz y sus buenas
maneras. Recuerda que de joven salió de Rurrenabaque y vivió por Canadá y
Europa. Pero cuando le tocó definir cuál era el mejor lugar para vivir, eligió
a su tierra y volvió decidida a erigir la casa de sus sueños.
“Por lo menos quiero que me paguen lo que vale mi terreno,
mi casa, porque mi vida no tiene precio y tengo que empezar de nuevo, cuando
pensé que ya había encontrado el sitio donde quiero envejecer”, nos cuenta con
la voz quebrada. Pero ni eso le han ofrecido de forma justa. “Quieren pagarme
el valor catastral de la parte afectada, que son como 53 metros sobre los que
ya se construye, aunque toda la propiedad se verá afectada, pero no quiero,
quiero que me paguen el valor comercial. Quieren pagarme 10 dólares por metro
cuadrado y se niegan a negociar conmigo, eso es una imposición. Estoy dispuesta
a negociar porque no me queda otra, pero que me paguen lo justo. ¿Cómo van a
ponerle precio a mi tranquilidad? Es el cambio de un paraíso natural a un
infierno artificial”, murmura dolida. “Es un asesinato, no hay otra forma de
llamarlo. ¿Qué derecho tienen de matar la identidad de un pueblo?”
“La crisis de los porteños (así se les llama a
los nacidos en Rurrenabaque) es patente y ya ha sido cuantificada por las
autoridades de Gobierno”
Tractores trabajan casi encima de las casas.
Mónica Oblitas
Panorámica del trazo que impone el puente.
Mónica Oblitas
LAS OBRAS
El puente
En la zona de Rurrenabaque y San Buenaventura, se están
construyendo obras millonarias, la mayoría cuestionadas, y casi todas
ejecutadas por empresas chinas, tal el caso del puente en Rurrenabaque, que
costará 16 millones de dólares, y está a cargo de la empresa Sinopec, bajo
vigilancia de la Administradora Boliviana de Carreteras (ABC).
El puente tendrá una longitud de 374 metros. El Estado
financia el 100% de la obra mediante los recursos obtenidos por el Gobierno con
una parte de la emisión de los "Bonos Soberanos”. Cabe destacar que la
especialidad de Sinopec, es el campo petrolífero. La obra debió ser entregada
el año pasado, en septiembre, pero buena parte de la población no estuvo, ni
está, de acuerdo con el lugar por donde se está construyendo, que tajea a
Rurrenabaque y lo convierte en un pueblo de paso para camiones de alto
tonelaje.
Aunque la Constitución Política del Estado, la Ley de
Autonomías y la Ley de Municipalidades, otorgan a los Gobiernos Municipales del
país, la facultad de determinar el uso de suelos y de las vías urbanas
correspondientes a su juridiscción, así como la reglamentación del tráfico
urbano, en el caso del puente, (que nadie quiere bautizar), la ABC no ha
respetado ninguna de estas atribuciones al Gobierno Municipal de Rurrenabaque
ni tampoco las normas internacionales referidas a la construcción de carreteras
para el transporte pesado. De acuerdo al Viceministerio de Transportes,
la normativa de diseño internacional obliga a que estas obras de altas
prestaciones, donde hay circulación de grandes flujos vehiculares,
necesariamente salgan de la mancha urbana.
Se teme que la construcción del puente tenga efectos
adversos (derrumbes y deslizamientos) sobre las serranías afectando en
cantidad y calidad a las reservas de agua que abastecen a la población.
Además está el impacto a centros educativos de Rurrenabaque, espacios
patrimoniales y establecimientos de salud; el deterioro de la calidad de vida
de la población; la vulneración del derecho y obligación constitucional del municipio
de organizar y planificar sus zonas urbanas de forma autónoma, y mayores
riesgos de inundaciones. Hoy ya es posible ver las plataformas sobre las que se
asentará la obra. Pese al notorio avance, los vecinos confiaron a OH! que aún
tienen la esperanza de que el Gobierno los escuche y construya el puente más
abajo, para que el pueblo no se vea afectado.
Panorámica del Ingenio de San Buenaventura.
Mónica Oblitas
El ingenio
En esta zona el Gobierno ha planificado un “polo de
desarrollo”, a partir de inversiones en carreteras, industria, como el
ingenio azucarero, y en una política de distribución de tierras a campesinos y
colonizadores provenientes de tierras altas. Además de las actividades
hidrocarburíferas.
Cruzando de Rurrenabaque a San Buenaventura en bote y luego
viajando durante 45 minutos en taxi, se llega al ingenio de San Buenaventura.
Parece una obra copiada de alguna película ufológica: torres de decenas de
metros de alto, plataformas, galpones para oficinas y cuarteles separados para
los trabajadores bolivianos y para los trabajadores chinos, llaman
especialmente la atención, como también llama la atención que pese a que el
ingeniero que nos atiende repita una y otra vez que el lugar es una “obra
abierta para que la visiten todos los bolivianos”, no nos dejen ir más allá de
la entrada, previa fotografía de nuestras credenciales. (“El ingeniero no está,
necesitamos pedir permiso, etc”.)
Sin embargo, no deja de sorprender que la factoría, tal cual
adelantaron sus críticos antes de que se la erija, carezca de materia prima.
Tanto así que el mismo presidente Morales ha reconocido que no existe caña
suficiente para que el ingenio, de 265 millones de dólares y a cargo de la
empresa china CAMC, funcione de forma óptima.
La única pista que tiene está llena de huecos.
Mónica Oblitas
El aeropuerto
La obra que sí se reclama desde hace décadas en Rurrenabaque
tampoco avanza como se esperaba. El nuevo aeropuerto tenía que haber sido
entregado el año pasado, en octubre, pero todavía se debe aguardar la
indulgencia de las nubes para poder llegar y salir del pueblo. La única pista
asfaltada que tiene es muy corta y está llena de baches. No pueden llegar al
aeropuerto más que los aviones Fairchild Metro 23 de Amaszonas, para 18
pasajeros. No hay planes para adquirir el radar que permitiría un acceso diario
y seguro frente a las frecuentes nubes bajas.
El Banco Mundial aprobó un crédito en 2011, de 109,5
millones de dólares para “lograr mejoras sustanciales en la carretera entre san
Buenaventura e Ixiamas y para el aeropuerto de Rurrenabaque”. El crédito incluía
la construcción de una nueva terminal aérea, torre de control, un edificio para
operaciones, rescate, una vía de acceso, y equipamiento contra el fuego. El
costo total de estas obras para el aeropuerto iba a ser de 6 millones de
dólares. Y tenía que ser implementado por la Administración de Aeropuertos y
Servicios Auxliares a la Navegación Aérea (AASANA).
Sin embargo, a la fecha, la Gobernación ha destinado 6
millones de bolivianos para rellenar los huecos de la pista existente y la otra
“sigue en construcción”. Un conflicto de expropiación de tierras, ya resuelto,
detuvo en su momento las obras, sin embargo, transcurrido casi un año el dinero
destinado para la mejora sustancial del aeropuerto, aún no se desembolsa. El
informe del Banco Mundial señala la situación como “altamente insatisfactoria”.
Se han hecho peticiones de informe de ésta y otras obras por
parte del senador Yerko Núñez y organizaciones como el Foro Boliviano de Medio
Ambiente ante la Gobernación, el Banco Mundial, y la ABC, que debían responder
por el uso del crédito, pero no hay resultados.
"En la zona de Rurrenabaque y San
Buenaventura, se están construyendo obras millonarias, la mayoría cuestionadas,
y casi todas ejecutadas por empresas chinas"
"La crisis de los porteños (así se les
llama a los nacidos en Rurrenabaque) es patente y ya ha sido cuantificada por
las autoridades de Gobierno"// TOMADO DE LOS TIEMPOS DE BOLIVIA
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