Homenaje. A 20 años de la muerte de Kubrick, el cineasta
boliviano Marcos Loayza habla del valor del trabajo del creador que dejó un
gran legado en la historia del cine | ARCHIVO
Marcos Loayza Cineasta
En el siglo pasado hubo muchas dudas y cuestionamientos
sobre la naturaleza del hombre, cada bando se adjudicaba para sí el progreso y
la civilización; cada bando se adjudicaba la razón y se desentendía de la
pasión, sin saber que ambos eran más hijos del romanticismo que de la
ilustración; todos tenían dudas sobre la guerra, pero empuñaban las armas:
desde “haz el amor y no la guerra”, hasta “por amor estamos matando”.
Kubrick, en cambio, no tenía ni una sola duda al respecto:
el hombre es sobre todo, un hombre que usa la fuerza y es asesino a lo largo de
toda su historia, y en todas sus películas se ve eso; tal vez la secuencia que
mejor ilustra esa su mirada es la secuencia inicial de “2001 Odisea del
espacio”, cuando nos muestra cómo uno de nuestros antecesores descubre o
inventa el uso de un hueso como arma para tener superioridad física y matar a
su enemigo, acto seguido en el festejo lanza su nueva herramienta en señal de
victoria y ante nuestros ojos vemos, en una elipsis de miles de años, que el hueso
se convierte en una nave espacial, nos muestra que la historia se repite: el
hombre inventando y fabricando maquinas para tener superioridad sobre el otro.
Y al final, la máquina tal vez lo que aprenda del hombre sea eso: mentir, matar
y destruir.
Dudas Las dudas de Kubrick no se presentaban en las historias, no
las fabricaba sino que se servía de ellas (siempre adaptó novelas para sus
guiones) para mostrar con el cine su visión pesimista, para Spielberg él era
“el mejor ilustrador contemporáneo de la condición humana”; sus dudas
estaban en la forma, (¿puede la forma alcanzar la perfección?) en donde
ubicarse formalmente, ante la historia que está contando, por eso creo que de
manera literal y figurada amaba ponerse en el centro de la perspectiva; que todos
los puntos de vista y de fuga se sitúen en el centro de la pantalla; que la
historia esté vista con toda la distancia que sea necesaria; las dudas estaban,
vistos los resultados del surrealismo, en cómo invitar a través de la razón a
que el espectador participe con su inconsciente. De manera ilustrativa podemos
comparar las maneras de poner la cámara entre él y Don Luis Buñuel, mientras
Kubrick pensaba y repensaba, y repetía hasta más de 150 veces cada toma de cada
plano. Mientras que Don Luis, cuando todo ya estaba listo, de manera disimulada
solía dar una pequeña patada al trípode para que la toma no alcance la
perfección; mientras uno rodaba no más de seis semanas, Stanley llegó a
sobrepasar las 52. Esa duda de mostrar la calidez humana con toda razón e
investigación, (es conocida su obsesión por investigar hasta el cansancio todo
alrededor las películas que estaba produciendo); no en vano Pauline Kael, que
no es poca cosa, dijo de él “que es de humor teutónico, frío, pedante e
indiferente”.
Las dudas de Kubirck estaban en cómo mostrar a sus
espectadores personajes que no muestran precisamente lo mejor del hombre, sino
en muchos casos todo lo contrario, no en vano para él “la novela ideal para
llevar al cine es la que ahonda en la vida interior de los personajes, que le
brinde al adaptador una comprensión absoluta de cuanto piensan y sienten los
personajes”
Las dudas de Kubirck estaban en cómo mostrar la vida tal
cual es, sin apelar al realismo crudo, por eso tal vez declaró: “Tengo especial
debilidad por los delincuentes y los artistas…ninguno toma la vida tal cual
es”.
Tal vez la mejor metáfora de cómo empezaron a caerse las
teorías y la utopías en el siglo pasado, nos la dieron los punks, que surgieron
como el “ch’aki” a los rebeldes años 60, después de mayo del 68, del Che,
después de los pacifismos, la sicodelia y el hipismo, pregonando basta ya de
lindas palabras, pasemos a la acción, ¿de qué sirven la paz y el amor en este
mundo de mierda?, o en palabras de Clash: “Todos los pacifistas se vuelven oficiales
de guerra/ Escucha lo que digo”. Y años antes de que todo eso pasará Kubirck
como un buen profeta, que es un artista, logró mostrarnos ese espíritu con su
“Naranja mecánica” (una comedia muy dura de 1971), pero también nos
mostró las formas que adoptaría ese espíritu, y por eso tal vez las preguntas
que se hacía entonces, ahora entre tanta corrección política, son ahora más
válidas que antes: ¿Qué hacer con el libre albedrio, si en esencia el hombre es
irremediable? ¿A nombre de algo yo puedo censurar tu manera de pensar? ¿El arte
está en mi cabeza o en tu corazón?
TOMADO DE LOS TIEMPOS DE BOLIVIA
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