El derecho ciudadano a la energía
Este nuevo
derecho que ya es realidad en varios países, no significa solo exigir una
energía de bajo costo, limpia y oportuna, sino, tener la capacidad de
producirla y distribuirla localmente.
La crisis del
sistema energético chileno no es de Watt más o Watt menos, sino, de un sistema
que se deslegitimó ante la ciudadanía.
Todos estamos de
acuerdo en que la actual crisis energética que vive el país no da para más.
Pero hasta aquí llegan los acuerdos, pues cuando se trata de explicar cómo
llegamos a esta situación y de establecer soluciones los caminos divergen.
Pocos saben
que en Alemania el desarrollo de las Energías Renovables se hizo contra el
sistema eléctrico tradicional, impulsado fuertemente por los ciudadanos. En los tres últimos años, las
cooperativas ciudadanas alemanas han aumentado desde 150 a 600 unidades, con lo
cual 51% de la energía eólica pertenece a la ciudadanía. Hoy, 8,5 millones de
alemanes viven bajo formas de autoabastecimiento ciudadanos.
Los propietarios
del sistema energético chileno, todos privados, estiman que están haciendo muy
bien su tarea y que si los dejaran realizar tranquilos sus inversiones no
habría problemas. Pero la oportunidad y lugar de sus emprendimientos los llevan
a cabo pensando en su rentabilidad, por lo tanto, los problemas generados en
las comunidades y sus territorios pasan a ser el costo que el país debe pagar
por el progreso.
La clase
política, por su parte, aquella que dirige el Gobierno y legisla desde el
Parlamento, piensa que su rol esencial es administrar el sistema energético y
asegurar reglas claras para que los privados materialicen sus inversiones. Esta
clase política piensa también, que el Estado no debe intervenir en la
producción y generación de energía.
Yo me pregunto:
¿Y los ciudadanos, dónde están? No existen para el sistema energético, porque
se les ha reducido a ser clientes pasivos, a quienes solamente se les debe
proveer de un servicio, en este caso la electricidad, en forma continua y
segura.
Pero estos
ciudadanos piensan que el sistema eléctrico chileno no es bueno, porque ha
habido un aumento creciente de las tarifas, acompañado de una pérdida de
calidad y seguridad del suministro. Esto hace que muchos de nosotros nos
preguntemos por qué no ha habido inversiones para mejorar el sistema.
Si bien el sector
residencial consume el 15 % del total de la energía eléctrica que produce el
país, este es su vínculo con la energía, por lo tanto, tiene mucho que decir y
exigir.
El Estado de
Chile perdió sus empresas generadoras y distribuidoras de energía durante la
dictadura, derivando en una alta concentración de la propiedad, tal como ha
ocurrido en el rubro farmacéutico y otros servicios. Esto ha llevado a un
profundo cuestionamiento sobre la forma como debemos continuar produciendo y
distribuyendo la energía en el país.
Es en este
contexto donde constatamos que la energía es un derecho ciudadano fundamental,
cuyo bien común debe volver a la Comunidad. La ciudadanía se cansó de pagar los
costos de la instalación de una planta generadora en las cercanías de su
comunidad, porque sabe que no se instala allí por el bien común, sino, por las
ganancias que les reporta a sus dueños.
El derecho
ciudadano a la energía significa ni más ni menos que reapropiarse del control
de la energía, y por qué no decirlo, de la producción de ella por sus propios
medios. Las energías renovables lo permiten, no así las fósiles. Nuestro país
posee abundantes fuentes de energías renovables, por lo tanto, perfectamente
podemos extraer la energía que necesitamos para vivir del sol y del viento, sin
tener que pasar por los monopolios que la producen y distribuyen.
En consecuencia,
el derecho ciudadano a la energía -que ya es realidad en varios países-, no significa
solo exigir una energía de bajo costo, limpia y oportuna, sino, tener la
capacidad de producirla y distribuirla localmente.
Pocos saben que
en Alemania el desarrollo de las Energías Renovables se hizo contra el sistema
eléctrico tradicional, impulsado fuertemente por los ciudadanos. En los tres
últimos años, las cooperativas ciudadanas alemanas han aumentado desde 150 a
600 unidades, con lo cual 51% de la energía eólica pertenece a la ciudadanía.
Hoy, 8,5 millones de alemanes viven bajo formas de autoabastecimiento
ciudadanos.
El sol nos
pertenece a todos sin distinción. Llegó el momento de abrirles paso a las
cooperativas ciudadanas solares, a las empresas municipales de energía, a los
barrios autónomos energéticos, de modo que nuestros hogares produzcan y
consuman su propia energía. Esto no es una utopía, sino, el camino que debemos
comenzar ahora.
TOMADO DE NACIÓN, DE MANUEL BAQUEDANO, POR SUGERENCIA DE BOLETÍN GAL DE CHILE
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