DOBLE DISCURSO
AMBIENTAL
En materia de
decisiones trascendentales para el futuro de los pueblos, las marchas y
contramarchas resultan inaceptables.
Un buen ejemplo
puede ser lo que está ocurriendo con el Parque Nacional Yasuní enclavado en la
amazonia ecuatoriana.
Esta
extraordinaria región de 9.820 kilómetros cuadrados posee probablemente la
mayor diversidad biológica del planeta. No existe otro sitio que exhiba en tan
poco espacio 655 especies de árboles, 596 de aves, 382 de peces, 204 de
mamíferos, 150 de anfibios y 121 de reptiles.
En una sola
hectárea del parque se han contabilizado 100 mil especies de insectos.
Se trata de una
riqueza invalorable para la humanidad por la extraordinaria información
genética, bioquímica, farmacológica que atesora, así como por los servicios
ambientales que brindan sus ecosistemas a la región.
En ese paraíso
viven poblaciones originarias perfectamente adaptadas a las singularidades del
lugar, lo que las hace muy vulnerables a cualquier cambio.
En 1979 el área
fue declara Parque Nacional. Diez años después se la incluyó como Reserva
Mundial de la Biosfera de la UNESCO. En 1999, un sector del Parque fue
declarado como “Zona Intangible” por su excepcional importancia cultural y
biológica para el país, la región y el mundo; imposibilitando la realización de
cualquier tipo de actividad extractiva en ella.
La noticia de que
había petróleo en el Parque desde el principio puso en riesgo la integridad de
este monumento natural.
Ecuador tiene una
larga trayectoria de explotación de hidrocarburos en sus selvas húmedas, y
también pésimas experiencias de contaminación. Según el Ministerio del
Ambiente, entre 2000 y 2010 se ha registrado una media anual de 50 derrames al
ambiente. Experimentó una contaminación con crudo y desechos tóxicos 30 veces
mayor a la cantidad vertida por el Exxon Valdez en las costas de Alaska.
Ante este
panorama, cuando en la Cumbre de Naciones Unidas RIO+20 (junio 2010) el
presidente ecuatoriano Rafael Correa anunció que no tocaría ese petróleo para
proteger el Yasuní, provocó un estado de alivio nacional e internacional.
Correa dijo
esperar ayuda internacional que compensara por lo menos la mitad de las
ganancias que el crudo del Parque le reportaría al Gobierno.
Entre otras
argumentaciones mencionó que no se debía salvar al sistema financiero y sí al
medio ambiente; señaló que los bienes materiales no deben convertirse en
mercancías, y que el imprescindible cuidado ambiental para lograr el bienestar
de los pueblos se logra tomando decisiones políticas en esa dirección.
Pero este año
aquellas firmes convicciones cambiaron abruptamente cuando el Mandatario
anunció el pedido de autorización a la Asamblea Nacional Legislativa de su
país, para explotar crudo en el Parque Nacional Yasuní. No hay tecnología ni
precauciones que se puedan tomar que impidan un gravísimo impacto ambiental en
ese extraordinario y delicado paraíso natural.
La enseñanza que
parece dejarnos el proceder del presidente Correa es que, se pueden pronunciar
discursos muy altruistas -con llamativa energía- y mucha críticas a terceros,
pero al final manda la plata.
DE Hernán Sorhuet Gelós PARA EL PAIS DE URUGUAY
TOMADO DE ENVÍO EN RED PERIODISTAS AMBIENTALES
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