Les comparto un
artículo sobre la problemática de las inundaciones en Acapulco. Saludos
fraternos
Pinta su raya
Por: Efrén E. García Villalvazo
El ciclo siguiente se cumplió: sabíamos que era solo
cuestión de tiempo. El inexorable
destino de las zonas inundables cumplió fielmente su vocación de inundarse y
una vez más se inundaron. Una tragedia
más se suma al rosario de eventos similares que ocurrirán, tarde que temprano,
en una zona que tuvo que ser rellenada para poder construir en ella, alterando
con esto el sistema hidráulico milenario conformado por el río de La Sabana, la
Laguna Negra, la laguna de Tres Palos y el mar que bien que mal funcionaba
teniendo como amortiguadores de avenidas pluviales a amplias zonas de
humedales. Desde el punto de vista
inmobiliario, la explicación es obvia: era terreno barato porque se
inunda. La mayor parte de la gente de
Acapulco no compró ahí porque recordaban la altura a que llegaba el agua en una
tormenta de las normales en Acapulco y por supuesto recordaban, en un
conocimiento transmitido de generación en generación, hasta donde llegaba el
agua en un día de lluvia extraordinaria.
Los incautos que cayeron en la trampa eran fuereños, deseosos de tener
su “segunda casa” en el puerto más hermoso del Pacífico mexicano. Pobres.
Todavía siguen su lucha estéril en contra de poderosas compañías
constructoras de vivienda social para tratar de recuperar algo de su inundada
inversión.
El complemento de la historia son las colonias establecidas
alrededor o como consecuencia de la construcción de estos desarrollos -además
del imparable crecimiento desordenado- brotando en condiciones de miseria tal
que convierte en la práctica a sus habitantes en damnificados permanentes que
de manera voluntaria y con mas conocimiento de causa se aposentaron en zonas
vulnerables sabiendo que “alguuun día…” se podían inundar. Muchos de ellos tienen a la vista como realidad
cotidiana el brutal contraste económico comparado contra los desarrollos
inmobiliarios cercanos a la playa, mismos que de alguna forma fueron
representados en imagen por la elitista tienda Costco, la cual se convirtió en
blanco involuntario del odio social y la ira reprimida por concentrar muestras
de riqueza que difícilmente alcanzan los habitantes de estos predios
desarrollados a la sombra del nuevo Miami azteca. Todo por construir en zonas bajas, de
humedal, terrenos que siempre se han inundado y lo seguirán haciendo mientras
la lluvia siga cayendo en esta tierra sureña.
Hasta aquí llega lo predecible: una avenida de agua
extraordinaria, se inundan las zonas inundables, el gobierno no tiene capacidad
de atender a los damnificados –tanto nuevos como permanentes- debido a la
magnitud del desastre, nos “quemamos” en público porque no les avisamos a
nuestros turistas que se iban a quedar varados sin regresar a su lugar de
origen. La gran pasarela en que se
convirtió la glorieta de Puerto Marquéz y el malhadado Costco llega a su fin y
el escenario se traslada –espero- a las colonias afectadas y –ojalá- a las
poblaciones en desgracia.
Otro asunto es lo que todavía no se sabe. Hasta el momento lo que nos llega por prensa
y noticias es lo cercano a las ciudades.
A una semana del inicio del evento nos comenzamos a enterar de lo que
pasó en un radio de un día a pie de los centros poblacionales importantes. De seguro solo hasta la semana que viene
sabremos por boca de los que han tenido que caminar días para llegar a un lugar
comunicado qué fue lo que ocurrió en las zonas más alejadas del estado, panorama
que se anuncia grave teniendo como antecedente el derrumbe del cerro en el
pueblo de La Pintada. ¿Cuántas Pintadas
más habrá en este momento? ¿Cuántos caseríos de los que no hubo sobreviviente
alguno para venir a dar cuenta de esos días de lluvia? ¿Cuántos guerrerenses
más fueron a dar a ríos y mar hechos pedazos por la fuerza con que los arrastró
el agua? ¿Cuántos más habrán sido sepultados por cerros que furiosos se
sacudieron de encima las casitas que los colonizaron? Las causas aquí fueron diferentes: gente que
fincó en laderas o al pie de ellas, cerca o dentro de los cauces de ríos, todos
ellos probablemente condenándose a muerte al llegar la siguiente estación
lluviosa. Todo por construir en lugares
con fuertes pendientes o cerca de zonas que pasan de la calificación de
riesgosas a letales con solo media hora de lluvia fuerte.
Resurgen antiguos llamamientos a la cordura en materia de
ecología, ordenamiento territorial, protección civil, desarrollo urbano y obras
públicas y zona federal en cuanto a que en la “Zona Cero” del Diamante, Llano Largo, La Poza y de
ahí hasta La Venta nunca se debió haber construido. La CNDH avisa que le va a entrar al
asunto. La prensa revive artículos que
en su momento se publicaron y que señalan de manera puntal a funcionarios,
integrantes de Cabildo, administraciones municipales, delegados de SEMARNAT y
directores de Ecología Municipal que con argumentos aportados por consultores
en materia de impacto ambiental para lograr irracionales cambios de uso de
suelo confabularon llenando formularios y estudios con gran detalle y
declarando “que no habría afectaciones al ambiente ni riesgo por inundaciones,
al menos en lo que corresponde a su mejor conocimiento…”, asunto que a la mera
hora resultó ser bastante convenenciero.
Llegó el momento de juzgarlos. Este
tercer evento en la zona no es producto de la casualidad: fue un asunto
cocinado a fuego lento y con la participación de gran cantidad de chefs y
ayudantes de cocinero. ¿Habrá quien
pueda juzgarlos?
¿Qué sigue después de la lección número tres de inundaciones
en la Zona Diamante? Independientemente
de lo que se haga en el sentido de corregir lo importante es el aspecto
preventivo, en el cual el Sistema Nacional de Protección Civil tiene mucho que ver. Entre otras cosas tiene que hacer sus
“solitos” y aprender a actuar con mayor autonomía y espíritu de protección
social, superando su miedo a emitir un aviso que pueda dañar la intocable y muy
protegida imagen turística de Acapulco durante un anhelado puente vacacional a
pesar de contar con información suficiente y oportuna para emitir un comunicado
muy responsable de no visitar el puerto por riesgo de lluvias copiosas y el
consecuente –debido a nuestras condiciones de vulnerabilidad- elevado riesgo de
inundación. Queda siempre la duda
incómoda que si desde el punto de vista de rentabilidad conviene más operar el
FONDEN que el FOPREDEN, pues el aspecto preventivo maneja menos de un décimo de
recursos económicos que el atender consecuencias una vez ocurrida una tragedia.
La gente de edad remata con el viejo adagio popular que reza
que “el agua siempre retoma su cauce”, obteniéndose como reflexión inmediata de
esta breve y sabia frase la absoluta prohibición de construir en o dentro o
cerca de cauces de ríos y lagunas, así como en laderas o cerca de ellas y
finalmente en zonas de inundación, humedales y similares. El agua corrió y corrió hasta que tomó su
nivel, tal como lo demostró en las zonas inundadas. La desigualdad social corrió y corrió y tomó
su nivel, tal como se demostró en el asalto por enseres domésticos y no por
comida a la tienda Costco.
Muy de acuerdo a las celebraciones de septiembre, y muy a la
mexicana, el agua galopando con locura desde los cerros hasta el mar pinta una
raya café a su paso que es la que señala a partir de dónde es dueña de la
situación, haciendo saber a constructores y desarrolladores cuál ha sido, es y
será siempre el límite para el actual y futuro desarrollo urbano sano. Y aquel que se atreva a cruzar la raya se
arriesga a atraer destrucción y muerte.
"Sólo quien ve la belleza del mundo
puede comprender lo intolerable de su dolor"
Betty Astudillo
Enviado por Betty en red periodistas ambientales
ilustrada con foto de Irupe Mujica
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