Represa Panambí futuro paisaje sobre el río Uruguay - Por Juan Oviedo
La palabra
paisaje suele ser utilizada con ligereza casi banalmente hasta el punto que la
palabra misma puede entrar en crisis de identidad ante su uso desmedido, cuando
decimos por ejemplo: paisaje urbano, natural, costero, humanizado, interior
etc.
Entonces, más allá de las condiciones que nos permita
definir y decir que estamos frente a un paisaje o preguntarnos por el
significado del mismo, ninguna de tales cuestiones nos habrán de rondar si nos
situamos en el camino costero del río Uruguay entre la localidad de Panambí y
el pueblo de Colonia Aurora en la provincia de Misiones.
Pues hablamos de un lugar que el recorrerlo, implica entrar
en una exuberante geografía abundante en subidas y bajadas, entre curvas y
contracurvas, con morros cubiertos por especies arbóreas de toda diversidad y
desniveles que conforman magníficos valles, y como si fuera poco, bordeando el
majestuoso río Uruguay límite natural con el país de Brasil. Sin lugar a dudas
que aquellos que transitan el mencionado camino costero se encuentran en unos
de los lugares más apreciados en la tierra, máxime, si los viajantes se
detienen en los miradores instalados a lo largo de la ruta y poder valorar así,
el caudal del río, la abundante vegetación en sus costas con su amplio y
silencioso recorrido, reflejando en sus aguas la luz solar y lunar o quizás, al
notable brillo vespertino al que llamamos lucero.
Tanto en las riberas argentinas y brasileñas son habitadas
por colonos residentes, donde muchos poseen pequeñas chacras que no provocan ni
generan impacto ambiental, viven en construcciones de casas hechas con maderas
por lo general y donde se pueden apreciar también algunas cabañas, viven a lo
largo de la costas del río, hablamos de poblaciones esparcidas y por lo tanto
con baja densidad de habitantes, tal como se hallan muchos de los pueblos a lo
largo del camino costero.
¿A qué se dedican los habitantes costeros?, aparte de
atender sus chacras, algunos son pescadores o hacen de balseros trasladando
gente a la costa vecina, como también la actividad del plantado y secado del
tabaco y artesanías locales. Muchas de las cabañas forman parte de las llamadas
segundas residencias, pues pertenecen a turistas de la propia misiones, tal
como en ese lugar llamado El Saltito, se encuentra la cabaña “El Carpincho” a
unos ocho kms antes de llegar al pueblo de Colonia Aurora, y por el lugar que
ocupa la cabaña, la misma se haga parte de la naturaleza porque comparte casi
el mismo manso fluir de las aguas del rio, con aves de todo tipo y frondosa
vegetación en correlativo alcance de manos y los ojos a la vez, con una
peculiaridad a cuestas, que se puede escuchar por la noche una suerte de lejano
ronquido del río, como si el río Uruguay pernoctara en su propio caudal, tal
ser la magia y belleza de lo que se vive en la cabaña “El Carpincho”.
Pero ser captado por el paisaje cuando la noche envuelve de
oscuridad al río, la ribera y la selva, donde es muy poco lo que se puede
apreciar, nos habla de algo que excede al mismo concepto de paisaje y al
fenómeno de la óptica que nos obliga si o si a un rápido reflexionar, que nos
dice y nos señala que no todo paisaje implica testimonio con lo natural, pues
al silencio no se lo ve, los olores no tienen colores, la naturaleza en la
noche es más invisible que visible y ajena a los ojos y a la vista, y no
obstante, estar ahí y vivir, vivenciar eso natural más allá del paisaje
implique una vigente realidad, porque el paisaje ha sido subsumido por la
naturaleza, la naturaleza provoque un estado natural, mientras que el paisaje,
solo podrá ser captable por la mirada.
La racionalidad que mira ha quedado subordinada a los
aromas, a los sonidos de la noche junto al manto leve de sus sombras, y solo
despejada por alguna luz muy lejana de la costa brasileña.
Pero no todo es oro, algo acecha y no solo al Saltito y a la
cabaña “El Carpincho”.
Dijimos que el lugar se hallaba camino hacia el pueblo de
Colonia Aurora, y en algunos tramos de la ruta costera se podían leer ciertas
pintadas en la propia ruta y ciertos grafitis con el mismo contenido: ¡no a la
represa!, que a modo de una espada de Damocles pende sobre todo esa región
increíble, pues se trata de la futura represa a construir en la localidad de
Panambí, hablamos de un proyecto en conjunto del gobierno brasileño y argentino
que puede llegar a ser una destrucción completa y total del paisaje, la
naturaleza, y provocar un futuro incierto a los habitantes de ambas riberas. La
represa de Panambí, pertenece al proyecto en la provincia de Misiones junto a
Aña Cuá, Garabí-Panambí-, ya que según proyecciones con tales construcciones se
podrían sumar 2.480 MW., de los cuales, la mitad, 1.240 MW. , corresponderían
al gobierno misionero; se trata de una cantidad de más de 4 veces la energía
que se consume en dicha provincia.[1]
Pero no son esas sólo las razones del proyecto de la represa
en Panambí, pues en una nota[2] acerca de por qué se debe hacer tal obra, la
misma es justificada en términos de crecimiento para la región y como ejemplo
del mismo se utilizaría en esa primera etapa materiales provistos por empresas
locales (de Santo Tomé, Virasoro, Apóstoles, Posadas), se trata que los insumos
utilizados surjan de la región, le sigue la generación de puestos de trabajo,
ya que si se considera que en plena construcción de Garabí (sin considerar
Panambí) se pueden generar entre 3000 y 5000 puestos de trabajo, la alternativa
laboral sería notable, algo que no abarcaría solamente a gente de localidades
vecinas sino a gente de toda la Región, se trata de generar una posibilidad a
una mano de obra compuesta en su generalidad por jóvenes y trabajadores menos
especializados.
Desde el punto de vista ambiental una hidroeléctrica es
menos perjudicial tanto a nivel local como a nivel global en comparación con
una térmica, y si bien todo progreso a veces implica algunas molestias e
inconvenientes, éstas son transitorias ante la condición intrínseca de todo
progreso pues motoriza el avance. Destacamos que hemos rescatado lo medular del
presente texto citado.
Ahora, vayamos a la contraparte de la cuestión, el NO a las
represas[3], las represas grandes son un perjuicio para el ambiente porque
inundan ecosistemas valiosos, desestabilizan el hábitat de la vida silvestre y
obstruyen las trayectorias de diversas especies, también las familias de las
localidades sufren al ser expulsadas o desalojadas a la fuerza por las represas
y pierden sus valiosas tierras agrícolas, fuentes de agua o sus áreas de pesca
tradicional. Son los grupos más vulnerables, como los indígenas, los afro
descendientes y los campesinos pobres, los que más lo padecen.
Luego del Informe de la Comisión Mundial de Represas (CMR)
en el año 2000, quedó claro que las represas son un mecanismo sucio de energía,
el 30 % de los peces de agua dulce del mundo se han extinguido por las
represas; el 60% de las mayores cuencas del planeta ya han sido represadas.
Manglares, bosques y otros ecosistemas han desaparecidos por causa de estos
megaproyectos.
Insistimos, las represas provocan cambio climático por
varias razones. Por un lado miles de hectáreas quedan inundadas bajo el agua.
En el caso de Panambi y Garabi (dos por una) quedarían alrededor de 40.000
hectáreas solo del lado argentino.
¿De qué se trata todo esto?, de oposiciones entre
crecimiento y desarrollo, entre lo económico y lo social, la ganancia (negocio
empresarial) y sus efectos colaterales (la gente), quede instalado una vez más,
o mejor dicho, que tal oposición adquiera espacio mediático no nos debe
engañar, porque se trata de una permanente tensión entre dos tipo de
habitantes, los ricos y poderosos de la estructura apoyados por la
superestructura, y los otros habitantes en la figura de campesinos,
trabajadores, indígenas, pobres y proletarios.
Se trata de esa presencia constante presente en toda
sociedad y por lo general banalizada en pequeñas noticias y tergiversaciones
mediáticas, porque el cabal perfil de lo señalado implique un conflicto de
clases y por lo tanto de una permanente LUCHA, entre aquellos que lo tienen
todo y quieren más, de aquellos que tienen muy pero muy poco, acaso la tierra,
la vida, el lugar, el paisaje, y al que se les quieren quitar, sustraer. Para
ello se crea el términos de “beneficios que aporta el crecimiento”, que los
incluye solo desde el relato y los discursos mediáticos, porque en el fondo,
ese llegar a ser, estar y hacer, la potencialidad que deparara todo futuro, se
eleva sobre un presente destructor y como la virtual alienación de las
comunidades costeras si fueran despojadas de su lugar y quitados su estilo de
vida y ocultando tales hechos bajo el concepto de relocalización.
Ecoportal.net
Notas:
[1] Según una nota aparecida en Misiones on line del Sr.
Miguel Schmalkol titulada El déficit energético, 3-1-2014.
[2] Nota aparecida en Misiones on line del Sr. Antonio
Barrios titulada, Garabí-Panambí:; una obra imprescindible, el 17-6-2013.
[3] Nota en www,ecoportal.net, por Raúl Aramendy titulada,
¿Qué importancia pueden tener los impactos ambientales de Garabi y Panambi?,
24-2-2012
Tomado de envío de ecoportal
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