MANÍ: ROTAR PARA MINIMIZAR EL IMPACTO SOBRE EL SUELO
La Argentina es líder mundial en exportación de maní. Para
su producción sustentable, el INTA recomienda rotaciones largas con maíz, sorgo
o trigo, siembra directa e implantación de cultivos de cobertura
Señalado a menudo como uno de los cultivos responsables de
intensificar la erosión de suelos frágiles, el maní constituye en la Argentina
una economía regional con fuerte perfil exportador de productos
industrializados. Según experiencias realizadas por el INTA, la rotación con
gramíneas y una frecuencia de implantación no menor a cuatro años son clave
para reducir al mínimo el impacto y maximizar los rendimientos. Estas prácticas
serán el eje del 6° circuito del maní. La reunión a campo más importante del
sector se realiza en General Deheza
–Córdoba–.
Los laboreos del suelo, la intensificación de las
actividades agrícolas, la ausencia de rotación de cultivos y la elevada
extracción de nutrientes, sin una adecuada reposición, deterioran el recurso
suelo. Estudios realizados por el INTA, junto a las universidades nacionales de
la región, permitieron identificar prácticas de manejo que aseguran sistemas de
producción de maní sustentables y de bajo impacto.
El uso de prácticas conservacionistas, que aumenten la
cobertura superficial del suelo –como siembra directa– y un adecuado manejo de
los cultivos anteriores y posteriores al maní, contribuyen a recuperar los
suelos, lograr la sostenibilidad en su potencial y mantener o superar los
volúmenes de producción de la oleaginosa.
“Hasta iniciada la década del 90, más de la mitad de la
superficie sembrada de maní se hacía con labranza convencional”, dijo Darío
Boretto, del INTA General Cabrera, Córdoba. “Esto fue evolucionando y mutando a
labores más conservacionistas –primero, labranza mínima vertical–, hasta llegar
a la actualidad con más del 50% de la superficie implantada bajo siembra
directa con cero labranza y el 40% restante, sólo con algún tipo de labranza
vertical mínima”, agregó.
Sin embargo, este cultivo –que a diferencia de los demás no
tiene fructificación aérea– con anterioridad a la cosecha “necesita al menos
una labor de disturbación del suelo, aunque hay que hacer la salvedad de que el
arrancado afecta sólo una capa muy superficial del suelo”, señaló el técnico.
Ricardo Pedelini, de la misma unidad del INTA, sostuvo que
para minimizar el impacto en el suelo, “las rotaciones largas que incluyan
gramíneas son indispensables”. De este modo se genera una cobertura que
deposita materia orgánica y carbono en el suelo. “El maíz, el sorgo granífero o
el trigo aportan volúmenes abundantes de rastrojo lo que otorgará
sustentabilidad al sistema”, puntualizó.
La recomendación de los especialistas es que, en un plan de
rotación de cuatro años, sólo una vez se siembre maní, aunque esto podría
implicar un tiempo mayor –hasta una vez cada seis o siete años–, dependiendo de
las características de cada suelo en particular. Mientras más frágil sea, mayor
debe ser el lapso de tiempo entre una campaña y la siguiente. De acuerdo con
Boretto, “si se respetan esos intervalos en función del tipo de suelo, el
impacto es realmente muy mínimo, casi despreciable”.
Al mismo tiempo, el programa de rotaciones y fertilización
de los cultivos que lo preceden, impacta en la nutrición del maní y resulta
imprescindible para lograr elevados rendimientos y excelente calidad. Ensayos
realizados por el INTA General Cabrera demostraron que la respuesta a la
nutrición mineral en este cultivo la mayoría de las veces está más asociada a
la fertilidad residual del suelo, que a la aplicación directa, por lo
cual es
importante la buena nutrición del cultivo antecesor.
Por otra parte, Pedelini destacó que “los sistemas
radiculares de las gramíneas producen la porosidad necesaria para facilitar la
penetración de los “clavos”, la infiltración del agua de lluvia y la aireación
necesaria de los primeros centímetros de suelo, que es donde se formarán las
vainas”.
Desde el punto de vista sanitario, las rotaciones largas –de
cuatro años o más– reducen los problemas de enfermedades en maní, ya que
permiten una disminución sistemática de la fuente de inoculo y, en
consecuencia, hacen posible su cultivo en lotes donde en algún momento se lo
había dejado de sembrar. “De esta forma, también se disminuye la cantidad total
de fungicidas –agroquímicos– aplicados”, agregó Boretto. –
Ricardo Pedelini, del INTA General Cabrera, sostuvo que para
minimizar el impacto en el suelo, “las rotaciones largas que incluyan gramíneas
son indispensables”.
Pautas de manejo según la región
Para disminuir los efectos de voladuras y de erosión, en
provincias como La Pampa, el gobierno local impulsó el uso de prácticas de
manejo, como la siembra del maní intercalado con franjas de gramíneas, con muy
buenos resultados. “Como allí los suelos son algo más frágiles que en Córdoba,
siendo más arenosos, sueltos y con menor estabilidad estructural, son más
susceptibles a la erosión hídrica y erosión eólica, esta última vulgarmente
llamada voladuras de suelo”, explicó Boretto.
Otra práctica muy recomendada por los técnicos, es la
siembra de cultivos de cobertura, luego del arrancado o en el mismo momento. En
este caso, se agrega una tolva con semillas a la arrancadora –herramienta para
la extracción del maní– y en el mismo proceso en el que se sacan las vainas del
interior de la tierra, se siembra un segundo cultivo de cobertura, de ciclo
otoño-invernal.
De esa manera, se procura dejar el suelo cubierto con
vegetación hasta la próxima primavera. Como puede hacerse todo en una sola
labor, esta tarea no tiene un consumo extra de combustible fósil: se aprovecha
el avance de un tractor en el arrancado y se siembra simultáneamente, sin
necesidad de hacer una labor extra. Fuente: INTA INFORMA tomado de envío de
pregon agropecuario
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