La escuadrilla perdida El 5 de diciembre del año 1945 un
grupo de aviones despegó de su base en la
localidad de Fort Lauderdale,
Florida. El grupo estaba compuesto por cinco aparatos bombarderos-torpederos
Grumman TBM3 Avenger. Cada uno llevaba un piloto y dos tripulantes, estaban
provistos de suficiente combustible. Nunca más se los vio. Vuelo 19 era el
nombre asignado a la misión de entrenamiento de esa escuadrilla perdida, que ha
quedado como un capítulo más de la saga del Triángulo de las Bermudas. “A los
que quieren provocar incendios, acá tienen una brigadista”, declamó la
presidente Cristina Fernández el 28 de diciembre de 2012, al anunciar la compra
de 26 aviones hidrantes por la suma de 57 millones de pesos. Tal vez fuera
porque era 28 de diciembre y siempre cae bien una broma de inocentes. Bueno,
siempre que no haya una catástrofe… Parece que a las palabras se las lleva el
fuego. La inversión sirvió de poco: 35.000 hectáreas de incendios forestales
son un escenario espantoso para la provincia de Chubut en una de las peores
catástrofes ambientales de la historia argentina. Más allá de las pérdidas
humanas, que siempre hay; de las materiales, a la vista de todos; hay una
pérdida de la biosfera que es lamentable, imposible de cuantificar ni
discriminar. Los árboles centenarios no son sólo una muestra vegetal, son el
hábitat de toda una fauna que va de la mínima mariposa al ciervo. Todo se
perdió. Los seis aviones hidrantes han trabajado duro, pero eran pocos. Perdón,
pero la Presidente informó que se habían comprado veintiséis… Sí, los veinte
restantes son una escuadrilla perdida. No en el triángulo de las Bermudas como
el vuelo 19 sino en el laberinto de la burocracia. 13 Están repartidos en otras
provincias y 7 dedicados a tareas de observación. Al menos eso dijeron, nadie
especificó dónde ni a cargo de quiénes. La Argentina es extensa pero aeronaves
pequeñas pueden llegar a los puntos más distantes en un día. Del centro al
norte del país no hay en estos momentos ninguna crisis de fuego. Si las hay son
por exceso de lluvia y en esos casos los aviones hidrantes lo poco que pueden
hacer es complicar la situación. ¿Qué es lo importante que observan los
restantes siete aviones hidrantes? No pedimos que la brigadista de labia fácil
esté al frente de las operaciones, pero sería bueno que si no los 26 aviones,
al menos hubieran estado allí todos los que podían. En 1996 un incendio
forestal afectó 15.000 hectáreas en Bariloche. El siniestro tuvo un manejo de
recursos deplorable, perdiéndose tanto como si no se lo hubiera combatido. La
ingeniera María Julia Alsogaray, a la sazón secretaria de Recursos Naturales,
fue llevada ante la Justicia a raíz del desastroso operativo que ni siquiera
condujo. Por eso, que ahora hayan despedido al titular del Sistema Federal del
Manejo del Fuego, Jorge Barrionuevo, por inoperante, no llega ni a premio
consuelo. Un capítulo más de la desaprensión argentina que, basada en Buenos
Aires, pone amigos en lugar de idóneos. Barrionuevo había asegurado que las 26
aeronaves estaban operativas. Quizá lo están, ¿pero dónde? Nadie sabe. ¿Por qué
quienes están a cargo de esas máquinas no se reportaron en su momento? ¿No
debían hacerlo? ¿No hay coordinación de recursos? En el país del amiguismo
quien termina siendo responsable es el Gobierno y a la hora de pagar, la
factura está a nombre de los contribuyentes.
El Estado, además del inútil que habían puesto en el Sistema
Federal del manejo del Fuego, debería informar dónde y a cargo de quién se
encuentran esos aviones o si es una escuadrilla perdida en el Triángulo de la
Corrupción.
Diario Castellanos tomado de el informador púbico por sugerencia
de Jorge maya de ref foroba
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