Santiago, martes 31 de marzo de 2015, por Luis Gallegos,
editorial de Boletín GAL.- Según las informaciones oficiales, los desastres de
las tormentas en el Norte ya suman muchos muertos y desaparecidos. Aparte de
los miles de damnificados y de los millones de pesos de daños producidos por el
desastre climático, es incalculable el dolor humano que este tipo de tragedias
produce en nuestra gente. Nuestra profunda solidaridad con todos y todas ellas.
Lo primero que surge al sentido común de todos nosotros es quién es el
responsable de todo este drama. Y, por supuesto, también quién reparará todo el
daño producido en los bienes materiales y productivos y, sobre todo, en el alma
y el mundo social de nuestras comunidades afectadas. Claro, lo primero que
surge a nuestro imaginario colectivo es que la naturaleza nuevamente nos
eligió. O, también, que las autoridades y la clase política no se dieron tiempo
para prever o tomar las medidas oportunas.
La verdad de fondo
Todo ello puede ser cierto, pero no es toda la verdad
del fondo de toda esta tragedia. Y no lo es simplemente porque uno de los
mayores riesgos que está ahora y para las décadas siguientes en nuestro
entorno, es el cambio climático. Chile es uno de los países
vulnerables a este fenómeno, y cumple con siete de las nueve vulnerabilidades
que los científicos del IPCC de la ONU, han anunciado. El calentamiento global es el desastre producido por el
capitalismo, desde la revolución industrial de 1850 en adelante, que está a la
base de las tragedias climáticas que hoy estamos viviendo en Chile y en
el Mundo. Y este fenómeno generado por las grandes empresas capitalistas
y las grandes potencias mundiales, nos afecta alterando nuestros climas
locales, desestabilizando nuestros entornos ambientales y afectando la
regulación de los factores de la naturaleza y la atmósfera. Si queremos
encontrar responsables del dolor que hoy Chile padece por estos desastres,
entonces hablemos de las enormes empresas mundiales que se resisten a reducir
sus emisiones de dióxido de carbono, y de las grandes potencias desarrolladas
que se niegan a suscribir y comprometerse a acuerdos de mitigación y adaptación
al cambio climático. No son nuestros alcaldes, intendentes y gobiernos los
responsables de estas tragedias. Son los grandes decidores de las políticas
mundiales sobre el medio ambiente y el cambio climático, los que se aferran a
un sistema de gobierno global que mantiene un sistema capitalista y, a su vez,
el uso de los combustibles fósiles como fuente de energía para sus grandes
industrias. Entonces, ¿qué hacer ante estos poderes globales que tanto daño
producen en nuestro clima, en nuestro barrio, nuestra comuna y a nuestras
familias?
La lucha socio-ambiental ciudadana, democrática y
climática La lucha socio-ambiental ciudadana, democrática y climática. Esa
es, en este Siglo XXI y hasta que finalice, por lo menos, la única o la
principal bandera que nos permitirá enfrentar estos dramas que hoy nos asaltan. La
lucha contra los poderes globales que se resistieron en la Cumbre de Cambio
Climático de Lima en diciembre 2014, o más conocida como la COP 20, a suscribir
un acuerdo de reducción de emisiones de CO₂ en sus países; la lucha contra
quienes hoy se niegan a querer entender que si en la Cumbre de Cambio Climático
de París en diciembre 2015 o COP 21 no se acuerda una drástica reducción de
emisiones, simplemente estarían siendo los verdugos de nuestra propia especie
humana. Quizá no del Planeta Tierra, que tiene suficientes recursos propios
para adaptarse y recuperarse asimisma, pero sí de todos nosotros, nuestras
familias y nuestras comunidades. Atender la emergencia, es lo prioritario Por
cierto, hay tareas inmediatas para atender nuestras emergencias. Hay planes de
contingencia que los gobiernos locales, regionales y nacional que se han
activado junto con los recursos necesarios para atender las urgencias de estos
dramas. Esperamos que ello se cumpla a cabalidad, con la oportunidad y la
eficiencia que la situación amerita. También, nuevamente, se ha vuelto a poner
en marcha esa hermosa solidaridad de nuestro pueblo en todo el país y de los
pueblos hermanos a nivel internacional. Nuevamente se ha reavivado esa cálida
esperanza de toda nuestra gente que se une a los damnificados y les brinda su
generosidad y apoyo para salir adelante con fuerza, dignidad y amor. Pero
también hay desafíos que nos corresponde como ciudadanía. Y tales, son de
carácter socio-ambiental. ¿Cuáles son esos posibles desafíos? Primero,
podríamos exigir el derecho a organizarnos como ciudadanía y como afectados,
junto al municipio y a otras instancias sociales, ambientales y políticas
locales, a fin de poder participar activamente en los planes de emergencia y de
reconstrucción de las zonas afectadas. Segundo, podríamos exigir el
derecho a la información y a la capacitación respecto a los conocimientos
técnicos, científicos y políticos del cambio climático que nos afecta. El
derecho ciudadano no solo es el de ser atendido por el Estado eficazmente ante
estas emergencias, también lo es el derecho a saber qué está ocurriendo
exactamente con el clima y el medio ambiente en nuestra comuna, el país y el
Planeta. Tercero, podríamos exigir nuestro derecho a participar en
los diálogos, análisis y elaboración de propuestas sobre los planes de
prevención ante desastres, adaptación al cambio climático e incidir
sustancialmente en las políticas públicas nacionales y locales relacionadas a
estos temas. Cuarto, podríamos exigir el derecho a participar como
ciudadanía en los procesos nacionales, regionales y globales sobre el cambio
climático, a fin de poder expresar nuestros testimonios, reflexiones y
sugerencias acerca de los impactos que el calentamiento global está produciendo
en nuestros territorios. Por ejemplo, las autoridades nacionales deberían
garantizar la asistencia de las organizaciones de los damnificados en las
reuniones públicas que convoque la Oficina de Cambio Climático del Ministerio
del Medio Ambiente; asimismo podríamos acceder, con apoyo del Ministerio de
Relaciones Exteriores y el del Medio Ambiente, a las cumbres globales que este
año se realizarán sobre el cambio climático, del mismo modo como lo han hecho
en cumbres anteriores los pueblos afectados de los países insulares en riesgo
climático, como las Maldivas. Quinto, -y esto es muy importante-
deberíamos exigir el derecho, junto con las autoridades nacionales, a ser
incluidos entre las comunidades beneficiarias a los recursos financieros del Fondo
Verdecreado por la ONU, precisamente para atender este tipo de desastres
climáticos. Nuestra emergencia y la reconstrucción de nuestras casas y
localidades, no es solo responsabilidad del gobierno de Chile. Este es un tema
de implicancia mundial, por tanto, la ONU y el Fondo Verde,
deberían -mediante gestión urgente del actual gobierno de Chile-, exigir el
derecho de los damnificados del Norte a ser beneficiarios de estos recursos
mundiales. Este Fondo ha acumulado hasta el momento más de 10 mil millones de
dólares, dentro de una meta de 100 mil millones de dólares. Atención, y este
derecho no solo es para los damnificados de los desastres del Norte, también es
válido y operativo para los damnificados de los incendios y la sequía del país,
que también son impactos del cambio climático. Sexto, deberíamos generar
alianzas, asociatividad y unidad ciudadana junto a otros pueblos de países
hermanos en riesgo climático de América Latina y del Mundo, para enfrentar a
quienes hoy son los responsables del aumento de las emisiones de CO₂,
a quienes hoy se resisten a suscribir un nuevo acuerdo climático en la COP 21
de este año, y a quienes indolentemente optan por sus jugosas ganancias
capitalistas antes que el bienestar de la humanidad y de nuestras poblaciones.
Estas asociatividades ciudadanas podrían tener como meta preparar propuestas
concretas a nivel nacional o regional para ser presentadas en la Cumbre Mundial
de Cambio Climático o COP 21, a realizarse en noviembre de este año en París,
Francia. (FIN) tomado de envio de boletín gal de chile
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