El factor humano.
¿Por qué el cambio climático no es el único culpable?
Ante cada desastre natural que ocurre en el país, se acusa a
lo inexorable del calentamiento global. Pero la planificación de
infraestructura y territorial, entre otras políticas, podrían evitar muchas
tragedias Por Martín De Ambrosio Foto:
Sebastián Dufour El cambio climático es muchas cosas: un asunto que mezcla
ciencia, política y diplomacia; el más grave problema que enfrenta la humanidad
en el siglo XXI; un tema estrictamente ambiental (o económico); y hasta una
oportunidad de negocios para algunos. Y la lista podría seguir.
En los últimos tiempos se transformó en algo más: una
coartada.
"Fue algo inusual, un tsunami que cayó del cielo",
dijo el gobernador José Manuel de la Sota tras las inundaciones que sufrió la
provincia de Córdoba días atrás, con al menos once muertos, miles de evacuados
e incalculables daños económicos.
"La naturaleza nos jugó una mala pasada con las
intensas precipitaciones y el aumento del caudal de arroyos y ríos", dijo
Claudio Poggi, gobernador de San Luis, provincia con cientos de evacuados y al
menos un muerto.
No es algo único de provincias: Diego Santilli, entonces
ministro de Ambiente y Espacio Público del gobierno de la ciudad, señaló algo
similar en ocasión de las inundaciones del 2 de abril de 2013 en el distrito.
Ni siquiera es un invento exclusivo de la Argentina: un funcionario paraguayo
culpó al cambio climático. ¡de los baches del pavimento de Asunción!
Lo cierto es que ante la certeza del cambio climático -hay
un enorme consenso de que no sólo existe sino que es de origen industrial- son
muchas las cosas que se pueden hacer desde las políticas públicas y privadas.
En principio, ser conscientes de que los eventos extremos (de lluvias bíblicas
a sequías de órdago, pasando por granizadas, rayos y trombas) llegaron para
quedarse y su frecuencia e intensidad será cada vez mayor. No es algo nuevo, ni
un paper que científicos de elite hayan publicado la semana pasada: se sabe desde
hace por lo menos quince años, lo difunden enorme cantidad de investigadores
(entre ellos, decenas de argentinos) y se ha cumplido terca y lamentablemente.
Y todo indica que seguirá; y más aún: empeorará.
Por todo eso se puede, y debe, reacondicionar ciudades,
diques, rutas y espacios verdes en orden de acomodar las infraestructuras a
esta nueva realidad; y no echar más leña al fuego, con desmontes y
urbanizaciones poco planificadas y al calor del cortoplacismo de rápidos
negocios inmobiliarios.
PREVISIÓN, ESE FALTANTE
Córdoba misma, por ejemplo, es la provincia peor
administrada ambientalmente, según afirma el biólogo Raúl Montenegro,
presidente de Fundación para la defensa del ambiente (Funam) y premio Nobel
Alternativo 2004. Lo que tiene como consecuencia víctimas fatales humanas. En
este caso el medio ambiente no es una abstracción o el intento de salvar
ballenas en los mares del Sur, esas banalidades en las que se encasilla por
comodidad al ecologismo.
"El cambio climático global, que en esta provincia
traerá más humedad y precipitaciones, impacta sobre el nivel de resistencia
ambiental y social más bajo de toda su historia", dice. "Al estar
destruidos los ambientes nativos, cuando se producen lluvias intensas el agua
en lugar de infiltrar o entrar en la zona de montañas, con cuencas activas,
escurre, dado que ha sido destruida buena parte de la vegetación natural. Las
sierras se transforman en toboganes de agua."
Las cifras que acompañan los conceptos de Montenegro son
fuertes: queda hoy en Córdoba menos del 5% de todo el bosque nativo cerrado, es
decir, aquel que tiene un alto nivel de densidad y que es el que retiene más
agua. En los últimos años, la provincia tuvo una de las tasas de desmonte más
altas del mundo. ¿Por qué? Por un lado, la presión para extender la frontera
agrícola (que se repite en todas las provincias que sufrieron inundaciones este
2015): los suelos con soja o maíz no retienen tanto el agua. Por otro, la falta
de una mínima planificación urbana. "La provincia y los municipios no han
establecido zonas de protección para las crecientes. Hay puentes mal
construidos, malecones de cemento, rutas incorrectas, y todo eso ofrece
obstáculo cuando entra el agua y actúa como un soplete hídrico, se derrama y se
hace más temible", dice y añade que tampoco ha habido preparación de la
población para fenómenos como crecientes o alta pluviosidad y menos para el
turista. En todo lugar del mundo expuesto a sismos, volcanes o con riesgos de
tsunamis se trabaja en alarmas y rutas de evacuación, incluso con carteles a la
vista de todo visitante.
Pero la sociedad civil no es sólo víctima de especulaciones
inmobiliarias y nulas planificaciones: también tiene su cuota de
responsabilidad. Dice Francisco Marraro, investigador del INTA de Manfredi, en
Córdoba, que "muchas veces las investigaciones están y se sabe qué hay que
hacer, pero luego la adopción lleva más tiempo. Porque los actores sociales
tienen que entender mejor ciertas cosas. En Córdoba muchos se van a vivir a las
sierras por el contacto con la naturaleza, dicen, pero trabajan en la capital.
Entonces hacen 30 kilómetros todos los días desde donde se hizo el loteo. La
gente no ve las consecuencias de su afán por moverse al country de la
sierra". Es decir,las consecuencias adversas de construir en el bosque y
el derroche energético de ir y volver en auto, con el consiguiente incremento
de la emisión de gases invernadero.
¿Y qué se puede hacer? Marraro dice que se podrían citar
cincuenta páginas con medidas de adaptación al cambio climático
("mitigación", la otra palabra clave, refiere a la reducción de
emisión de gases de efecto invernadero): "Reforestar las cuencas altas,
construir o reforzar diques de contención, tener en cuenta cuencas y pendientes
a la hora de habilitar el crecimiento urbano. Y pensar el manejo agronómico de
los lotes. Hay pautas que hacen que disminuyan las escorrentías [aguas producto
de una correntada descontrolada] y sobre eso el INTA viene trabajando".
Ordenamiento territorial, en una palabra.
Para Montenegro, el hecho de que el desastre ambiental se
observe a simple vista es una medida del tamaño del problema. Y menciona que si
el río desbordado rompió casas e infraestructura no conviene reconstruirlas en
el mismo lugar sin precauciones, porque puede volver a suceder lo mismo.
Elemental. Y sucedió el 6 de marzo en Mendiolaza, Córdoba, que los vecinos
salieron a quejarse y reclamar, sentido común en mano. "Están
reconstruyendo la traza que fue arrasada y destruyó viviendas a sus márgenes de
la misma manera, rellenándola con piedras, sin respetar el cauce del río. Así
la tragedia que ya sufrimos nos volverá a suceder, por eso no vamos a permitir
que continúen con esos trabajos", comentaron al diario La voz del interior
los vecinos reunidos. Además pidieron un sistema de alarma temprana,
relocalizar sectores del barrio, la capacitación de bomberos, personal
municipal y de policías. Elemental bis.
Es que la ecuación parece simple: lluvias extraordinarias
por el cambio climático, más nula preparación social y de infraestructura,
igual a multiplicación de desastres no-tan-naturales. Y el asunto, por
supuesto, excede a Córdoba y resulta endémico en la zona central y norte del
país.
ALGUNAS CLAVES
Enumera la situación Hernán Giardini, coordinador de la
campaña de bosques de Greenpeace: "Lo de Santiago del Estero, Santa Fe y
Córdoba no es casual: se deforestó en zonas no permitidas por la ley, a Santa
Fe le queda poco bosque, y Santiago ha deforestado muchísimo desde 1998: 1,7
millones de hectáreas, un número impresionante, donde también se autorizan
desmontes en contra de la ley nacional. Todo esto no ha contribuido a mitigar
el cambio climático sino todo lo contrario".
Rolando Núñez, de la Fundación Nelson Mandela, con sede en
Resistencia, Chaco, aporta: "Lo que le falta a Argentina es establecer un
ordenamiento territorial que marque qué zonas son y podrán ser productivas y
cuáles no, regular bien las actividades humanas para que todo el país no
termine siendo un gran Riachuelo". La ley de bosques supuestamente marcó
qué territorio nativo podía tocarse, cuál bajo ciertas condiciones y cuál debía
permanecer intocable, con un sistema tipo semáforo, zonas verdes para realizar
cualquier actividad, amarillas con restricciones, y rojo para los lugares que
debían respetarse tal cual están (incluso contempla una compensación monetaria
para los dueños). El tema es que no se cumplió, o se lo hizo a regañadientes.
"No se respetaron las clasificaciones territoriales. Nosotros mostramos
que durante todo 2014 hubo en Chaco desmontes en zonas amarillas. Hay una ley,
un mundo del deber ser, y una práctica que va contra el manejo sustentable.
Lamentablemente, los gobiernos provinciales no se dan cuenta de que es
imposible llevar adelante acá la producción como si fuera pampa húmeda porque
en poco tiempo se transforma en desierto." Además, Núñez señala la
paradoja de que se eliminan bosques en zonas en las que por los costos de
producción (pesticidas, fletes, fertilizantes, impuestos, etc.) resultan
antieconómicas. "Es decir, hacen el daño, salinizan el suelo, pero no
pueden sacar rédito", se lamenta.
Coincide Giardini: "Con la ley de bosques se buscaba
entre otras cosas mitigar las lluvias más intensas, pero si no se cumple no
tiene sentido". Y dice que de la ley se violó hasta en el presupuesto:
"Este año tuvo 20 veces menos que lo que indicaba la ley. Debieron ser
unos $ 4700 millones y fueron $ 230 millones. Eso se deriva a provincias según
cantidad de bosques. Igual algo se mejoró: en Chaco y Salta tenían un millón de
pesos al año para cuidar bosques y ahora pasaron a tener 40 millones cada una,
pero debió ser mucho más: unos 800 millones." Giardini agrega que hay que
pensar en un diseño distinto de las ciudades, no sólo aquellas que se aposentan
en zonas ex boscosas, sino también las que se instalan o extienden en zonas de
humedales, por ejemplo. Como en otros aspectos, no se piensa a largo plazo. El
investigador principal del Conicet y de la UTN Pablo Canziani resume la
cuestión (y hasta deja espacio para la esperanza): "Echarle la culpa al
cambio climático y no hacer nada es la peor opción. El cambio climático no es
algo nuevo, tiene veinte años y los informes se hacen cada vez más precisos. Si
desde el sector de toma de decisión, pública y empresarial, dicen que es
inevitable se trata lisa y llanamente de una mentira. Porque hasta se podría
obtener algún tipo de beneficio bajo ciertas condiciones. Como la vitivinicultura
en ciertas zonas de la Patagonia. ¿Quién iba a pensar que tomaríamos vino de
Neuquén y de la zona del valle del río Chubut?"
Desde hace un tiempo los ecologistas, pero no sólo ellos,
señalan que las catástrofes naturales ya no son naturales y el elemento de
(malas) decisiones humanas pesa en el conjunto. ¿Y si se pasa de aquella
coartada del principio a la acción con base científica? LA NECESIDAD DE UN
NUEVO PARADIGMA En un contexto en el que los responsables de diseñar políticas
desde el Estado prefieren culpar al cambio climático de los males de los que no
son enteramente inocentes, suenan como posible cambio de paradigma dos hechos
de las últimas semanas. Por un lado, el director provincial del agua de la
provincia de Tucumán, Juan Sirimaldi, se transformó en el primer funcionario
que reconoce los desmontes como el origen de las inundaciones. "No hay
dudas de que llovió de manera extraordinaria pero creo que los desmontes son
responsables en un 70% de las inundaciones en Tucumán. Y me hago cargo de lo
que afirmo", dijo al diario La Gaceta. Sirimaldi recorrió algunas de las
zonas afectadas, en el departamento de Juan Bautista Alberdi, donde se talaron
3000 hectáreas para el cultivo de la soja. "Con monte, las inundaciones no
hubieran ocurrido", agregó. Por otro lado, y tras la descomunal serie de
incendios que sufrió Chubut, con más de 34.000 hectáreas incineradas en cinco
distintos focos y con dos confirmados como intencionales, el gobernador local
Martín Buzzi afirmó en diálogo con la nacion que va a impedir y hasta revertir
los procesos de venta de terrenos que hayan incluido daños ambientales.
"Firmé un decreto de necesidad y urgencia en el que establezco que donde
hubo fuego no puede haber loteos, desarrollo inmobiliario u hotelero por el plazo
de diez años", dijo.
-¿Por qué un decreto?
-Según la Constitución de Chubut, el suelo tiene
propietarios, pero la cubierta vegetal, los bosques nativos, son propiedad de
la provincia, no se pueden tocar. Por eso, el fuego provocado es aliado de los
especuladores. Además, detectamos que en estos años hubo ventas de muchos
terrenos con abuso de poder. Se trataba de sitios que tenían permisos precarios
de propiedad, llamados derechos de pastoreo, que fueron vendidos por poco
dinero y en muchos casos bajo presión. En aquellos casos en que los anteriores
dueños fueron presionados para vender podríamos revertir y devolver a los
dueños originales. Es inmoral porque terrenos de 50.000 dólares la hectárea se
vendieron por cien dólares, con intervención de estudios jurídicos.
-Es decir, que hay
razones ambientales y sociales.
-Sí, hay casos de paisajes hermosos, con vistas al lago, que
tienen dueños con historias turbulentas. Ésta no fue una campaña al desierto,
sino una campaña al bosque. Pero ahora el mensaje es que no puede ser una buena
noticia que se te queme el campo.
-¿Lo hace bajo el
amparo de la ley de bosques o de la Constitución provincial?
-De la Constitución, porque es anterior y tiene más fuerza. -¿Siente
que está solo o que impulsa un cambio de paradigma en cierto sentido? -El
cambio climático existe, pero el tema es qué hacer con eso. En la Cordillera se
notan los cambios, con temperaturas mínimas bastante más altas que hace unos
pocos años. Se da cuenta cualquiera. Pero hay que hacer algo, que no es rezar,
ni conferencias en la ONU o similares, sino actuar en el bosque, que es lo que
nos define y además que es lo que nos da el agua y fija las cuencas hídricas
tomado de la nación de ar NOTA el cambio
climático es un hecho, geográfico histórico, el hombre con algunas actividades lo acelero ,
en muchos desastres la ambición del hombre es el factor necesario, desmontar
para plantar soja porque el precio esta alto, vender terrenos comprados baratos
en alto precio, usar la energía en forma desproporcionada etc
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