Las mujeres y el clima Elizabeth
Peredo Opinión
Las mujeres son más vulnerables a los efectos del cambio
climático y de hecho son ellas las que tienen en sus manos la producción de
alimentos y el cuidado de los medios de vida que son intensamente afectados por
esta -aún sorprendentemente silenciosa- crisis global. Inundaciones, sequías,
deslaves, riadas, tsunamis, heladas y huracanes cobran más vidas de mujeres que
de hombres. Los estudios de OXFAM
de 2005 sobre los impactos de los Tsunamis en el Asia evidenciaron
cómo estas catástrofes afectan más a las mujeres con cifras alarmantes: en
Indonesia de 676 sobrevivientes sólo 189 eran mujeres (2005), en India luego de
un Tsunami murieron en una comunidad 391 mujeres ante 141 hombres. Las mujeres
producen entre el 60 y 80% de los alimentos en los países en desarrollo
mientras que sólo el 2% cuenta con títulos de propiedad, por lo que no siempre
son sujetos de créditos ni programas de ayuda para enfrentar el cambio
climático. Los impactos del cambio climático tienen innegablemente un sesgo de
género.
Mujeres vigilantes en la COP
La Alianza Global de Género y Clima lanzada en
2007 para asegurar que las políticas del clima sean enfocadas desde una
perspectiva de género, se reunió en la COP 20 realizada en Lima en Diciembre
pasado, para analizar estos temas; sus integrantes señalaron que de las tres
Convenciones creadas en la Cumbre de
la Tierra (1992): la Convención contra la Desertificación, la Convención de
la Diversidad Biológica y la Convención Marco del Clima- esta última no incluía
el tema de género de manera integral. Denunciaron que dentro de la estructura
de la Convención hay una gran disparidad. La Organización Nacional de Mujeres
Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú reportó que tres cuartas partes del
Comité de Finanzas y el Comité de Adaptación, son hombres y que recién desde
2007 se incluyeron de manera formal criterios y términos de género en las
negociaciones. En la COP 20 se desató una controversia cuando países como
Arabia Saudita no apoyaron la inclusión del concepto “equidad de género” y
propusieron el término “balance de género” en su lugar, supuestamente “para que
cada país lo interprete a su manera”. Las mujeres de las organizaciones y redes
que participaron del seguimiento a las negociaciones de la COP 20 en el “Pentagonito”,
a tiempo de denunciar la debilidad en la inclusión de la perspectiva de género,
valoraron que hay un pequeño avance pues es la primera vez que se incorporan
criterios de género en el Fondo del Clima. Igualmente se mencionaron
oportunidades importantes en la Agenda Post 2015 y el Proceso de los Objetivos
de Desarrollo del Milenio (ODSs) que ha incorporado estos criterios y que en su
punto 13 se dedica exclusivamente al cambio climático, a criterio de muchos el
punto más importante de esta agenda. En 2011 ya se inició la discusión sobre la
incorporación de criterios de género en el Fondo
Verde del Clima, y las dificultades de arrancar con un
Fondo financiero que ponga en práctica el compromiso de los países
desarrollados de destinar 100.000 millones de dólares anuales a partir de 2020
para los países en desarrollo. En Lima se ha aprobado el primer Fondo
Multilateral con un capital de alrededor 10.000 millones, que tiene el mandato
de incorporar género. Según la opinión de activistas, esto lo hace diferente de
otros fondos pues hará importante considerar las implicaciones en políticas de
género en los sistemas nacional y multilateral para implementarlas en los
contextos de clima y desarrollo. El componente de acceso a la energía y
soluciones de energía limpia y líneas relacionadas con la seguridad alimentaria
abiertos a las mujeres serán –opinan ellas- importantes para tomarlas en cuenta
en los programas nacionales. Algunas corrientes de activistas del clima, sin
embargo, se manifiestan diciendo que esto podría ser otra vez una forma de
instrumentalizar a las mujeres y no abordar el tema central que exige un cambio
de sistema y una necesaria crítica al Fondo del Clima censurando que éste haya
incluido el uso de combustibles fósiles en su implementación como van
denunciando Amigos de la
Tierra Internacional, y otras redes. La Cumbre de los Pueblos Mientras
estos debates se generaban en el marco de las negociaciones y activistas que
las siguen, en la Cumbre
de Los Pueblos las mujeres organizaron sesiones de análisis y
denuncia de las enormes inequidades que viven en la vida cotidiana y de cómo
sus capacidades y sus experiencias no son recogidas ni tomadas en cuenta por
los gobiernos para enfrentar el cambio climático. La Cumbre de los Pueblos
incorporó oficialmente el Eje Temático: La sostenibilidad de la vida
posicionado por las feministas peruanas y latinoamericanas -entre ellas la
REMTE LA (Red Latinoamericana de Mujeres Transformando la Economía)- que
acababan de cerrar el Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe semanas
atrás en la ciudad de Lima. Los debates se concentraron en imaginar salidas
desde la economía del cuidado, la economía solidaria y a identificar aquellas
propuestas que propone la economía feminista para cambiar el sistema. El
símbolo de la lucha de Máxima Acuña, líder emblemática contra el extractivismo
en el Perú, rondaba por las salas y era reivindicado como un ejemplo de la
resistencia de las mujeres frente al extractivismo y el cuidado de los bienes
comunes, en una problemática regional lacerante por sus impactos en el agua y
la vida de las comunidades agrícolas indígenas. La denuncia de las
consecuencias de los modelos extractivistas entre las que se identifica la
violencia y la trata, daba cuenta de la vinculación entre extractivismo y
violencia de género. Y es que es casi obvio, el capitalismo basado hoy en el
despojo de la Naturaleza, está deteriorando los tejidos sociales, vulnera los
principios de la convivencia, no es regulado a favor del medio ambiente ni de
las comunidades afectadas, sus Estados necesitan desarrollar gobiernos
autoritarios de “oídos sordos” como forma política que acompaña la sistemática
violación de los “derechos de la Naturaleza”. En el caso de nuestra
región -aunque posicionadas en dos constituciones y visiones estatales de
avanzada en los países andinos- las bases del equilibrio con la Naturaleza se
ven amenazadas con el neo extractivismo que se ha instalado fuertemente, sus
gobiernos protagonizan inconsecuencias y disonancias significativas al promover
regulaciones y prácticas políticas que deterioran el cuidado del agua, del
medio ambiente, de los bosques. Y de hecho, estos Estados no están realizando
inversiones sustanciales en los derechos de género, ni en las políticas
sociales que podrían asegurar mayor equidad de género, mejor atención a la
niñez y la economía del trabajo doméstico que sostiene la economía
visible. En el caso de Bolivia las inversiones para transportes,
agricultura, y energía llegan casi al 70% del presupuesto mientras que en
educación, salud, saneamiento, seguridad social y otros relacionados
indirectamente con mejores condiciones para la equidad de género, no superan
juntos el 13% (según datos de Fundación Jubileo). En tanto que las inversiones
específicas a favor de las mujeres -según las redes feministas- son insignificantes:
menos del 2% de inversión para políticas de género e igualdad. En tanto que la
política económica –e inclusive legislación- no insiste en sistemas de
regulación para prevenir daños ambientales del extractivismo, ha flexibilizado
los mecanismos de consulta sobre los territorios, el modelo de desarrollo y la
gestión y el cuidado de los recursos naturales y ha estigmatizado las
corrientes de opinión críticas al modelo. El caso boliviano –además- ilustra
este rasgo no sólo colocando el extractivismo de combustibles, minerales y
recursos naturales en el centro de su economía sino con una falta de decisión
política para eliminar el machismo y la misoginia de la práctica política en
sus propias filas, pues la jerarquía gubernamental y las autoridades de
diversas fuerzas políticas reproducen y refuerzan un “clima” que alienta
simbólicamente el machismo a tiempo que el país tiene un número alarmante de
casos de violencia y feminicidio.. No era casualidad pues que en la marcha de
la Cumbre de los Pueblos en Lima había un cartel que decía: “Ni perforadoras,
ni perforadas: Basta de machismo y de extractivismo en Bolivia!”. Junto a éste,
cientos de pancartas se pronunciaban contra las negociaciones sin resultados,
contra las “falsas soluciones” como los mercados de carbono y los programas
REDD y contra las políticas que profundizan el extractivismo, la
contaminación y la deforestación; así como carteles y expresiones de rechazo a
los proyectos de energía nuclear y explotación de gas de esquisto (fracking) haciendo
referencia explícita a proyectos que ya son una realidad y amenazan en
convertirse en un triste “sello de modernidad”. "No sirve de nada
gritar" decía un transeúnte durante la marcha por el clima que se realizó
en Lima. Pero al parecer sí que sirve para mantener la fuerza y la capacidad de
indignarse ante la inacción y el cinismo de los gobiernos frente a la
emergencia global y para posicionar una visión que desde las mujeres y sobre
todo las jóvenes generaciones de activistas y de feministas rechaza la
violencia machista y el neo --extractivismo miope que se impone en las
Américas. - Elizabeth Peredo Beltrán es Psicóloga Social
boliviana, dirige actualmente la Fundacion Solon y el Observatorio Boliviano de
Cambio Climático y Desarrollo, es parte de la Campaña Octubre Azul en Bolivia,
integrante del Consejo de la Universidad Tierra Ciudadana y del Directorio de
Food and Water Watch.
* El presente artículo es de exclusiva opinión y
responsabilidad de la autora TOMADO DE ENVIO DE RED FOROBA
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