Intento de comunicación interestelar
Por Osvaldo Nicolás Pimpignano
(dibujo doble helice) La humanidad desde los orígenes de los tiempos ha tenido
entre sus prioridades la comunicación con otros seres. Primero entre sus
semejantes, para esto debió superar barreras culturales e idiomáticas. Mientras
tanto miraba al “cielo” con singular curiosidad e incomprensión. Con el
tiempo descubrió señales que le
indicaban el cambio de las estaciones, lo orientaban en sus migraciones,
terrestres y posteriormente marinas y lo que no es menor, encontró una variedad
de dioses. Sin embargo en los últimos tiempos (unos 4000 años) antiguas
civilizaciones contaron con estudiosos que a sus observaciones las mejoraron
con instrumentos que les servían tanto para confirmar sus teorías como
para encontrar nuevos elementos. El
dominio de las matemáticas fue una herramienta fundamental. No conforme con esto en los últimos dos
siglos el avance en el conocimiento del espacio exterior creció, pero sin
develar todos los misterios que encierra o creemos que existen. Desde la mitad
del siglo XX el avance tecnológico le permitió al hombre aventurarse, todavía
tímidamente en el espacio desconocido, varias
máquinas automáticas y unas pocas tripuladas se aventuran hacia lo desconocido.
Pero la sola exploración “geográfica” no nos conforma y
volvimos a los orígenes de los tiempos en busca de comunicarnos con otros
seres. Seres que suponemos deben existir pero que no podemos
imaginar como son.
Solo la certeza de que la inteligencia ( dibujo ser humano) no puede ser un privilegio de los
humanos y comenzamos a imaginar formas de comunicarnos. Para esto hay que
superar dos obstáculos primarios, encontrar alguna forma de lenguaje
inteligible para ambos y las distancias, que en astronomía son inmensas y que
hasta el presente solo pueden ser intentadas mediantes señales de radio que son
capaces de viajar a 300.000 Km por segundo. En cuanto al lenguaje, se recurrió
a las matemáticas que suponemos no varían en ningún punto del universo.
La fascinación del hombre por el espacio lo llevó primero a
intentar entenderlo, después a tratar de conocerlo, más tarde a plantearse
conquistarlo y por último, a elucubrar, y dar por supuesto, que en algo tan
inabarcable como el Universo debía
haber vidas tan inteligentes o más que
nosotros, con los que poder comunicarnos.
"En el universo deben existir otras sociedades
inteligentes porque en la naturaleza no se dan fenómenos singulares y la
especie humana no debe ser una excepción", afirma Nikolai Kardashev, del
Instituto Lebedev de Moscú. Uno de los pioneros en las actividades SETI que
iniciara en 1960 fue el radioastrónomo ( mensaje completo ) estadounidense Frank Drake.
SETI es el acrónimo del inglés search for extra terrestrial
intelligence (búsqueda de inteligencia extraterrestre). Existen numerosos
proyectos SETI, que tratan de encontrar vida extraterrestre inteligente, ya sea
por medio del análisis de señales electromagnéticas capturadas en distintos
radiotelescopios, o bien enviando mensajes de distintas naturalezas al espacio,
con la esperanza de que alguno de ellos sea contestado.
Desde entonces, científicos de todo el mundo intentan
descubrir mensajes artificiales entre la ingente información sobre estrellas y
galaxias que los radiotelescopios captan del cielo.
Puede ser una fórmula química, una ecuación matemática o
incluso una señal de televisión procedente de algún rincón del espacio. Muchas
veces han creído encontrar algo sospechoso, pero en todos los casos han sido
pulsaciones procedentes de fenómenos naturales o de algún satélite artificial.
"No hemos encontrado nada aún", dice Kardashev, y comenta que no hay
información secreta en este sentido.
Además de escuchar las telecomunicaciones terrestres, una
hipotética inteligencia en otro lugar del universo, podría haber captado el
mensaje, que el 16 de noviembre de 1974 se emitió al espacio desde el gran
radio-telescopio de Arecibo, en Puerto Rico. Su contenido, preparado y
discutido por un grupo de científicos, se transcribió en código binario e
informaba de cuestiones como la posición del Sistema Solar y la Tierra o datos
bioquímicos de la especie humana.
El mensaje tenía una longitud de 1679 bits y fue enviado en
la dirección del cúmulo de estrellas llamado M13 (Cúmulo Globular). Este objeto
celeste, situado en la dirección de la constelación de Hércules, a una
distancia de unos 25 000 años luz está formado por unas 400 000 estrellas.
El número 1679, fue elegido porque es el producto de dos
números primos y por lo tanto sólo se puede descomponer en 23 filas y 73
columnas o 23 columnas y 73 filas, de forma tal que quien lo lea, decida
organizar los datos en forma de cuadrilátero. Hay 8 posibles configuraciones y
de ellas sólo la información organizada de la segunda manera (23 columnas y 73
filas), con los unos y ceros ordenados de izquierda a derecha y de arriba abajo
genera información coherente. En realidad, con los unos y ceros ordenados de
derecha a izquierda y de arriba abajo se obtiene la misma información.
Cualquiera de las dos configuraciones contiene información coherente.
Se trató de la transmisión más potente jamás realizada al
espacio. Esta acción de intento de comunicación con el exterior formó parte de
la conmemoración de la actualización del Telescopio de Radio de Arecibo,
denominado así por estar situado en la localidad puertorriqueña del mismo
nombre.
Debido a que al mensaje tardará, según los conocimientos que
disponemos en la actualidad, unos 25 milenios en llegar a su destino (y una
hipotética respuesta otros 25), el mensaje de Arecibo fue más una demostración
de los logros tecnológicos humanos que un intento real de establecer
conversación con extraterrestres.
Pero la idea no resulta descabellada, ya que existió la
llamada señal Wow! equivalente a la onomatopeya castellana o española ¡guau!,
es la denominación por la cual, se conoce en círculos astronómicos, a una
captación de radio que podría tener un origen extraterrestre y haber sido
emitido por seres inteligentes. Esto sucedió el 15 de agosto de 1977 a las
23:16, el radiotelescopio Big Ear recibió una señal de radio de origen
desconocido durante exactamente 72 segundos proveniente de la zona oriental de
la constelación de Sagitario y alcanzando una intensidad 30 veces superior al
ruido de fondo. Hay otras señales, como la procedente de la estrella HD164595,
pero de ella nos ocuparemos en otro momento.
Por su parte, la compañía francesa Cosmos Art Initiative,
canaliza los mensajes al espacio que los particulares quieren enviar y los
lanza desde una gran antena. "Ayudamos a entender el secreto de nuestra
existencia", propuso una persona y su petición está ya viajando por el
universo hacia millones de estrellas. Seguramente en algun momento recibiremos
una respuesta.
Por Osvaldo Nicolás Pimpignano
Periodista de Investigación – FLACSO
Para: ASOCIACION ECOLOGISTA RIO MOCORETA
osvaldopimpignano@gmail.com
Las imágenes fueron tomadas de la Web
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