AMOR ANIMAL
POR Gimena Bugallo
Desde hace más de diez años lleva adelante La Manada, una
empresa dedicada a los perros que ofrece hospedaje de campo, adiestramiento
domiciliario y paseos por la ciudad.
Eduardo Galeano contaba alguna vez que la muerte de su fiel
compañero Morgan no sólo le arrancó un pedazo del pecho sino que lo hizo andar
con “mala música en el alma”. Para el mítico álbum blanco de los Beatles, Paul
McCartney escribió y cantó “Martha My Dear”, canción que todo el mundo creyó
que era para Jane Asher, su primera novia, pero en realidad confesó que estaba
inspirada en su pastor inglés hembra que lo acompañó por años.
Está claro entonces que hay vínculos que trascienden la
especie, y esto Francisco García Ibar lo sabe. Come, duerme y vive entre perros
en Canilandia, un hospedaje de campo que nació gracias a una historia de amor,
gratitud y aprendizaje que vivió, también, con un perro. “Bomba era un labrador
macho de cinco años, bastante agresivo con otros perros y poco sociable con las
personas. Yo lo sacaba a pasear regularmente por Capital hasta que, un día, su
dueña me pidió si podía cuidarlo y me lo traje al campo, donde ya había otros.
El encuentro fue con chispas pero haciendo algunas actividades empezaron a
respetarse y unirse, aceptando que pertenecían al mismo equipo. Fue un antes y
un después en su comportamiento y lo invité nuevamente al campo para seguir con
la evolución. Ahí empezó a tomar fuerza la idea de que se sumen más perros al
campo, ahí nació La
Manada”, cuenta García Ibar.
–¿Considerás que en
los animales hay una necesidad innata por desprenderse de la ciudad y
experimentar la libertad del campo?
–Los animales nacimos para ser salvajes y libres. Hoy en las
ciudades hay muchos perros, poca educación y un espacio limitado para que se
desarrollen, así que, sin duda, para cualquier perro un día de campo es el día
soñado. Ahí encuentran estímulos naturales y pueden tomar decisiones sin los
riesgos de una metrópolis.
–¿Qué encontrás de
particular en los perros que los diferencie de cualquier otra mascota?
–Más allá de las cuestiones básicas de cada especie, veo en
los animales sus almas, y particularmente en los perros, veo un reflejo de la
mía, por sus códigos, por sus formas. Tuve la suerte de compartir mi vida con
muchos animales y todos fueron la mejor familia, pero sí, es cierto que el
vínculo con el perro es diferente.
–¿Cómo te ganás su
confianza?
–El primer paso es una evaluación de conducta y
socialización junto a su dueño. Luego, analizamos la posibilidad de aceptación
del animal. A veces nos vemos en la obligación de no poder aceptarlos ya que
pondrían en riesgo el ambiente. El día de la estadía cumplimos con ciertos
pasos para integrarlo con el resto: ingresa en el campo con su correa y salimos
a caminar solos mientras el perro va registrando olores y sonidos nuevos; toda
esta etapa se llama “habituación” y básicamente se trata de no influenciar en
su comportamiento, es una caminata en silencio donde la observación es lo más
importante. El siguiente paso es la presentación con el resto para luego tener
un momento a solas con él y medir cuál es la apetencia que más le gusta: si es
el juego, la comida o los mimos, y, con base en eso, trabajo con el perro para
ser su nuevo referente y así poder obtener su confianza.
–Hay personas que
eligen tratar a sus mascotas como si fuesen un miembro más de la familia.
–Me parece perfecto porque así son ellos: familieros,
gregarios; pero no estoy de acuerdo cuando se supera el límite y no se respetan
los patrones de conducta, a tal punto que llega un grado de humanización tan
grande que el perro lo sufre, padece y como consecuencia arrancan los problemas
de comportamiento, ansiedades, agresividades, miedos y fobias. Hay mucha
desinformación y poca educación. Cuando tenés un “perro-perro” y no un
“perro-humano” es mejor para ambos. // TOMADO DE PAGINA 12 DE AR
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