sábado, 9 de febrero de 2019

AMOR ANIMAL


AMOR ANIMAL
POR Gimena Bugallo
Desde hace más de diez años lleva adelante La Manada, una empresa dedicada a los perros que ofrece hospedaje de campo, adiestramiento domiciliario y paseos por la ciudad.
Eduardo Galeano contaba alguna vez que la muerte de su fiel compañero Morgan no sólo le arrancó un pedazo del pecho sino que lo hizo andar con “mala música en el alma”. Para el mítico álbum blanco de los Beatles, Paul McCartney escribió y cantó “Martha My Dear”, canción que todo el mundo creyó que era para Jane Asher, su primera novia, pero en realidad confesó que estaba inspirada en su pastor inglés hembra que lo acompañó por años.
Está claro entonces que hay vínculos que trascienden la especie, y esto Francisco García Ibar lo sabe. Come, duerme y vive entre perros en Canilandia, un hospedaje de campo que nació gracias a una historia de amor, gratitud y aprendizaje que vivió, también, con un perro. “Bomba era un labrador macho de cinco años, bastante agresivo con otros perros y poco sociable con las personas. Yo lo sacaba a pasear regularmente por Capital hasta que, un día, su dueña me pidió si podía cuidarlo y me lo traje al campo, donde ya había otros. El encuentro fue con chispas pero haciendo algunas actividades empezaron a respetarse y unirse, aceptando que pertenecían al mismo equipo. Fue un antes y un después en su comportamiento y lo invité nuevamente al campo para seguir con la evolución. Ahí empezó a tomar fuerza la idea de que se sumen más perros al campo, ahí nació La
Manada”, cuenta García Ibar.
–¿Considerás que en los animales hay una necesidad innata por desprenderse de la ciudad y experimentar la libertad del campo?
–Los animales nacimos para ser salvajes y libres. Hoy en las ciudades hay muchos perros, poca educación y un espacio limitado para que se desarrollen, así que, sin duda, para cualquier perro un día de campo es el día soñado. Ahí encuentran estímulos naturales y pueden tomar decisiones sin los riesgos de una metrópolis.
–¿Qué encontrás de particular en los perros que los diferencie de cualquier otra mascota?
–Más allá de las cuestiones básicas de cada especie, veo en los animales sus almas, y particularmente en los perros, veo un reflejo de la mía, por sus códigos, por sus formas. Tuve la suerte de compartir mi vida con muchos animales y todos fueron la mejor familia, pero sí, es cierto que el vínculo con el perro es diferente.
–¿Cómo te ganás su confianza?
–El primer paso es una evaluación de conducta y socialización junto a su dueño. Luego, analizamos la posibilidad de aceptación del animal. A veces nos vemos en la obligación de no poder aceptarlos ya que pondrían en riesgo el ambiente. El día de la estadía cumplimos con ciertos pasos para integrarlo con el resto: ingresa en el campo con su correa y salimos a caminar solos mientras el perro va registrando olores y sonidos nuevos; toda esta etapa se llama “habituación” y básicamente se trata de no influenciar en su comportamiento, es una caminata en silencio donde la observación es lo más importante. El siguiente paso es la presentación con el resto para luego tener un momento a solas con él y medir cuál es la apetencia que más le gusta: si es el juego, la comida o los mimos, y, con base en eso, trabajo con el perro para ser su nuevo referente y así poder obtener su confianza.
Hay personas que eligen tratar a sus mascotas como si fuesen un miembro más de la familia.
–Me parece perfecto porque así son ellos: familieros, gregarios; pero no estoy de acuerdo cuando se supera el límite y no se respetan los patrones de conducta, a tal punto que llega un grado de humanización tan grande que el perro lo sufre, padece y como consecuencia arrancan los problemas de comportamiento, ansiedades, agresividades, miedos y fobias. Hay mucha desinformación y poca educación. Cuando tenés un “perro-perro” y no un “perro-humano” es mejor para ambos. // TOMADO DE PAGINA 12 DE AR

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