PARA LA NACION
El Museo de la Biodiversidad cuenta como fue el Gran
Intercambio Americano
El monito del monte es un pequeño animal insectívoro que
vive exclusivamente en los bosques andinos del centro de Chile y de las
provincias de Neuquén, Río Negro y Chubut. Al igual que un ratoncito, no supera
los 15 cm de largo. Pero lo que importa no es su tamaño sino desde dónde llegó:
se trata del único representante en las Américas de la orden de los Australidelphia
y por esta razón es un muy-pero muy- lejano pariente de los koalas, los
canguros y otros marsupiales australianos. Un sobreviviente de tiempos en los
cuales América Latina se desprendió lentamente de Gondwana. Escondiéndose entre
las cañas de los bosques andinos atravesó millones de años y, a diferencia de
muchas otras especies, sobrevivió también al mayor evento geológico del Neógeno
(una era geológica que duró un poquito más de 20 millones de años y terminó con
el Cuaternario y la expansión de los homínidos): la unificación de las
Américas.
La formación del “puente” natural de Panamá fue un acontecimiento capital para el ordenamiento del clima y la vida sobre nuestro planeta. Sus efectos se hicieron notar mucho más allá de las grandes llanuras, las selvas y las montañas de ambos continentes a medida que el istmo de Panamá cerró progresivamente la conexión que había entre el Atlántico y el Pacífico.
Los cambios son flagrantes. Pero el momento de su
surgimiento hace discutir al mundo científico. Hasta hace poco se pensaba que
ocurrió durante el Plioceno (el período más reciente del Neógeno, hace más de
tres millones de años) pero nuevas investigaciones permiten pensar que podría
haberse formado durante el Mioceno, unos diez millones de años antes. También
es posible que el puente haya sido abierto y cerrado en un par de ocasiones, a
medida que surgían volcanes y que las eras de hielo hacían bajar
sustancialmente el nivel de las aguas oceánicas.
Un panel muestra que en Panamá se descubre nuevas especies de plantas y animales permanentementePierre Dumas
Un nuevo mundo
Entre una y otra teoría, la diferencia es abismal, pero no
cambió nada para el monito del monte. Había sobrevivido lejos de los demás
miembros de su familia biológica. Lo logró de nuevo durante lo que se llamó
el Gran Intercambio Americano, la mayor y más rápida
“mezcolanza” de biodiversidad de nuestro planeta.
Aunque hubo pasos de un continente a otro, cuando ya estaban
cerca pero sin ninguna conexión terrestre todavía (eran sobre todo especies
marinas y aves), todo se aceleró de manera vertiginosa cuando el istmo terminó
de formarse por la puja de las placas tectónicas occidentales contra las del Pacífico.
Fue como en una novela de HG Wells pero sin presencia humana; un relato de
ciencia ficción sin extraterrestres: especies animales que eran alienígenas las
unas para las otras empezaron a luchar sin merced para ocupar los mejores
espacios y los mejores nichos biológicos.
El continente sur había sido vinculado hasta el Jurásico con
África, Australia, la India, Madagascar y la Antártida. Mientras que el norte
formó originalmente Laurasia con Europa y Asia. Cada uno era un mundo muy
distinto al otro, tanto por su vegetación como por la fauna. La deriva
continental tardó cientos de millones de años, pero cuando llegaron los
primeros hombres a las Américas hacía mucho tiempo que el gran intercambio
había concluido y las dos tierras formaban un solo mundo.
Esta es la historia que cuenta el Museo de la
Biodiversidad, una institución que no podía encontrar mejor sitio que
el istmo mismo, a orillas del Pacífico,
en la Ciudad de Panamá. Sus techos forman un patchwork de formas
geométricas multicolores, una estética que contrasta mucho con el interior,
donde el Gran Intercambio se representa con reproducciones de animales en
tamaño real, todos con el mismo tono blanco. Esta uniformización hace resaltar
mejor la encrucijada que provocó la unión de los dos continentes: parte de las
representaciones miran hacia el norte y la otra hacia el sur.
El Museo de la Biodiversidad está en el istmo mismo, a orillas del Pacífico, en la Ciudad de Panamá
Los del sur, los del norte
Los curadores del museo quisieron simbolizar así las migraciones
que efectuó cada especie de la manera más gráfica posible. Algunas de las
formas animales son familiares y otras no tanto porque varias de ellas
pertenecen a especies que desaparecieron.
Los que no están más sufrieron en parte la puja por nuevos
territorios pero la mayoría de los grandes mamíferos (la megafauna
prehistórica) no sobrevivió a la llegada de los primeros americanos, que
provocaron una extinción masiva de animales como los gliptodontes y los
megaterios.
De un continente al otro, el intercambio fue relativamente
parejo en cantidades de especies y nichos que ocuparon. Sin embargo, la
evolución fue globalmente desfavorable para los que procedieron del sur. Y en
las pampas, las cuencas del Amazonas, del Orinoco y del Paraná, los Andes y la
Patagonia, muchas especies nativas fueron desplazadas por “invasores” norteños
que resultaron muy exitosos. Es el caso por ejemplo de los camélidos, que nos
dieron la llama, el guanaco, la alpaca y la vicuña actuales. Llegaron junto a
los ancestros de los tapires, algunos felinos y venados.
Este panel muestra la evolución de la población humana en
tiempo real y los peligros que representa para el medio ambiente y las especies
animales
Desde América del Sur, las especies que se expandieron por
el norte no prosperaron con tanta facilidad y se perdieron en la noche de los
tiempos biológicos: se trata las aves del terror (gigantescos y temible
pajarracos que dejaron improntas de sus gigantescas garras en la costa
rionegrina), los mixotoxodones (asimilables a los hipopótamos actuales), los
megaterios (gigantescos ancestros del perezoso) o los gliptodontes (mulitas tan
altas como un ser humano). Las especies que llegaron del norte eran por lo
general más adaptables, se diversificaron más y consiguieron mejores éxitos
biológicos que las del sur.
¿El fin de la historia?
El museo no se limita a contar la gran historia del
intercambio, sus ganadores y perdedores. También explica cómo se formó el istmo
y cuáles fueron sus efectos. La unión de las Américas puso fin a las conexiones
tropicales entre el Atlántico y el Pacífico y provocó una reorganización de las
corrientes marinas y de las masas de aire. Se cortaron los flujos cálidos y el
clima se reacomodó por encima del Atlántico, favoreciendo la aparición y la
extensión de extensos campos de hielo sobre América del Norte, la Patagonia y
Europa, y reforzando los inlandsis en los polos.
Tradicionalmente, Panamá era conocido por el canal, símbolos
como el Puente de las Américas, sus playas, el viejo centro histórico de la
capital y -por qué no los malls y las zonas francas-. El Museo de la
Biodiversidad tiene todo para convertirse en uno de los atractivos mayores, al
igual que el sitio del Dorado Panameño, que fue descubierto hace unos años por
arqueólogos en una zona rural del oeste del país.
Gran Intercambio Americano, del sur hacia el norte, en el
Museo de la BiodiversidadPierre Dumas
Desde la apertura de sus puertas, en 2014, fascinó a cientos
de miles de visitantes y les ayudó a entender mejor la historia natural de las
Américas. Por supuesto no dice nada de cómo un animal tan pequeño y frágil como
el monito del monte pudo sobrevivir a tantos cambios. Pero lleva de viaje al
centro más íntimo de una fascinante historia que empieza cuando los lejanos
ancestros de este marsupial poblaron lo que sería algún día América del Sur y
termina con un pantallazo de la naturaleza actual del Panamá, una de las
mayores y más condensadas muestras de biodiversidad de nuestro planeta. En las
regiones montañosas, escondidos en la nuboselva de lugares como el Parque
Nacional La Amistad, miles de especies de animales y de plantas siguen
esperando ser descubiertas por los naturalistas. El puente en las Américas no
terminó de contar todavía la totalidad de su historia.
Pierre Dumas // TOMADO DE LA NACION DE AR
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