LA RESPUESTA AL FUERTE AUMENTO DE LA INSEGURIDAD ALIMENTARIA EN LOS PAÍSES MÁS POBRES
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Un mercado de frutas y vegetales en Kenya durante la
pandemia de COVID-19. En África al sur del Sahara, la frecuencia de las crisis
climáticas ha dificultado cada vez más la mantención del crecimiento de la
producción de alimentos a largo plazo, agravando el impacto de la COVID-19 en
la seguridad alimentaria. Fotografía: © Sambrian Mbaabu/Banco Mundial.
Los impactos de la pandemia de COVID-19 han aumentado
de manera dramática la inseguridad alimentaria (PDF, en inglés) en los
países más pobres y vulnerables que reciben asistencia de la Asociación Internacional de Fomento (AIF)
del Banco Mundial. ¿Qué significa esto para el tipo de apoyo que necesitan
estos países y qué está haciendo la AIF para abordar esta crisis emergente?
En primer lugar, es importante entender la escala de este
aumento de la inseguridad alimentaria y lo que está en juego.
Según el Programa Mundial de Alimentos, otros 96 millones de
personas cayeron en una situación de inseguridad alimentaria aguda en 2020 en
54 países de la AIF. Si se suman los 137 millones que ya sufrían inseguridad
alimentaria aguda a fines de 2019 en esos países, el total llega a 233 millones
de personas a finales de 2020. Las personas que viven en entornos frágiles y
afectados por conflictos corren especial riesgo. Las proyecciones del Banco
Mundial (basadas en la aplicación de los resultados de un modelo
estocástico para predecir la inseguridad alimentaria [i]) indican que
esta cifra podría aumentar aún más, hasta alcanzar unos 330 millones en 2021.
Es probable que el fuerte aumento de la inseguridad alimentaria
aguda haga retroceder gran parte de los avances obtenidos en las últimas
décadas en materia de nutrición materna e infantil. El aumento
del número de niños con retraso del crecimiento comprometerá su capital humano
y productividad económica en el futuro.
En segundo lugar, es fundamental comprender las raíces de
la crisis alimentaria provocada por la COVID-19.
A diferencia de la crisis alimentaria de 2008, impulsada por
perturbaciones en los mercados mundiales, la actual crisis es fomentada por
alteraciones en los mercados locales de trabajo y de productos. Las grandes pérdidas de ingresos y remesas han reducido la
capacidad de los hogares urbanos y rurales de comprar alimentos. Además,
las interrupciones del suministro a los mercados locales han disminuido la
disponibilidad de alimentos y han aumentado los precios de los alimentos
locales.
Las economías que dependen de las importaciones enfrentan
dificultades adicionales debido a que las depreciaciones monetarias han elevado
el costo de los alimentos y otras importaciones esenciales. Las
alteraciones del suministro incluyen: las restricciones a la circulación que
impiden el comercio de alimentos, el cierre de 'mercados húmedos', la menor
disponibilidad de mano de obra, la falta de liquidez (especialmente para los
grandes comerciantes de alimentos), el cierre de empresas informales así como
de microempresas y pymes frágiles (que dominan las cadenas de valor agrícolas
en la mayoría de los países de la AIF), y el acceso limitado a insumos
agrícolas para la producción de la próxima temporada. Como resultado de estas
interrupciones del suministro, la inflación de los precios de los alimentos en
los países de la AIF aumentó significativamente y más rápido que la inflación
general, afectando en particular el precio de los alimentos perecederos y de
mayor valor nutritivo en comparación con los cereales.
Estos impactos se suman a las múltiples causas subyacentes
de la tendencia al
alza del hambre en el mundo desde 2014 (PDF) observada antes de la
pandemia de COVID-19. Esta tendencia ha sido considerablemente más pronunciada
y comenzó antes en los países de la AIF que en el resto del mundo.
Las causas de fondo del aumento a largo plazo del hambre
incluyen el clima, los conflictos, las enfermedades zoonóticas y las plagas,
así como las crisis económicas.
En África al sur del Sahara, por ejemplo, la frecuencia de
las crisis climáticas en la producción de alimentos per cápita aumentó de 1 vez
cada 12,5 años entre 1982 y 2006 a 1 vez cada 2,5 años entre 2007 y 2016.
Mantener el crecimiento de la producción de alimentos per cápita a largo plazo
es cada vez más difícil con estos contratiempos causados por condiciones
meteorológicas más frecuentes.
Los conflictos violentos han aumentado desde 2010, siendo la
inseguridad alimentaria tanto una consecuencia como una causa de los
conflictos. La inseguridad física ha reducido los incentivos para las
inversiones y la violencia ha alterado el transporte a los mercados y destruido
la infraestructura esencial para aumentar los ingresos y la seguridad
alimentaria. Al mismo tiempo, la inseguridad alimentaria, impulsada por las
crisis climáticas, la volatilidad de los precios de los alimentos, la exclusión
y la falta de oportunidades económicas, ha incrementado el riesgo de
conflictos.
La frecuencia y el impacto de otros brotes de enfermedades
zoonóticas −enfermedades infecciosas transmitidas de los animales a los seres
humanos− más allá de la COVID-19, como la gripe aviar, el SRAG, el SROM y el
ébola, han aumentado en las últimas dos décadas. Las plagas de los cultivos,
como la reciente plaga de langostas, agravan los impactos. Las crisis
macroeconómicas también han hecho subir los precios de los alimentos y la
inflación general en varios países de la AIF.
Según el último consenso entre asociados
del Mecanismo de Acción contra la Hambruna (i), los “puntos críticos”
de inseguridad alimentaria aguda durante los próximos 12 meses se concentran en
12 países de la AIF: Afganistán, Burkina Faso, República Democrática del Congo,
Etiopía, Haití, Níger, Nigeria, Somalia, Sudán del Sur, Sudán, Yemen y
Zimbabwe.
Es por esta razón que la respuesta de la AIF se ha
centrado tanto en las necesidades alimentarias inmediatas como en las causas
subyacentes a largo plazo de la inseguridad alimentaria.
La AIF comprometió USD 5300 millones en nuevo
financiamiento para encarar la seguridad alimentaria durante seis meses hasta
fines de septiembre de 2020. Aproximadamente la mitad de esta respuesta se
dirigió a satisfacer las necesidades inmediatas de seguridad alimentaria y la
otra mitad para abordar los factores a largo plazo que impulsan la inseguridad
alimentaria.
Las respuestas para satisfacer las necesidades alimentarias
inmediatas han sido importantes: duplicar el monto total de financiamiento
del Programa
de Respuesta a la Crisis Mundial de los Alimentos entre 2008 y 2011.
Este incluye fondos para ampliar los programas de redes de protección social,
mantener la circulación de alimentos, distribuir y mejorar el acceso a los
alimentos, proteger el empleo y los medios de subsistencia, apoyar a las
agroindustrias y los pequeños emprendedores (y la producción de alimentos de la
próxima temporada) y mitigar los impactos y la propagación de langostas para
reducir los efectos acumulativos en los hogares.
Pero si no se presta atención a los factores de largo plazo, las
crisis alimentarias se repetirán. En Haití (i),
por ejemplo, la AIF combina asistencia a corto y largo plazo: a fin de
contrarrestar las pérdidas de ingresos, proporciona a los agricultores semillas
y fertilizantes para salvaguardar las cosechas futuras, apoyando al mismo
tiempo pequeñas obras de riego que aumentan la resiliencia a largo plazo frente
al cambio climático.
Las respuestas para abordar los factores subyacentes de
la inseguridad alimentaria se basan en el historial de la AIF durante la última
década.
Desde 2008, la AIF ha triplicado su apoyo anual destinado a
la agricultura y la protección social, centrándose al mismo tiempo cada vez más
en mejorar la resiliencia al cambio climático, reducir el riesgo de conflictos,
abordar el riesgo de enfermedades zoonóticas a través del enfoque Una
salud (i) y ampliar las oportunidades económicas. Por ejemplo,
una donación
de USD 60 millones de la AIF (i) ayuda a los países
africanos a fortalecer la resiliencia al cambio climático de sus sectores
agrícolas incorporando estudios del Grupo Consultivo sobre Investigaciones
Agrícolas Internacionales (CGIAR) (i)
en esta zona. La AIF también ha hecho hincapié en mejorar la nutrición para
desarrollar capital humano.
En todos estos ámbitos, es importante alinear mejor las
políticas y el gasto público para lograr mejores resultados en el área de la
seguridad alimentaria. Esta alineación es fundamental para atraer mayor inversión
privada y promover el cambio tecnológico. Una mejor logística y tecnologías
digitales también pueden ayudar a aumentar la eficiencia, la resiliencia y la
inclusión de los mercados y las cadenas de valor agrícolas.
Las respuestas en materia de seguridad alimentaria
implementadas en situaciones frágiles y afectadas por conflictos deben abordar
cada vez más las características convergentes que limitan el desarrollo en
estos entornos. Esto incluye reducir los riesgos de conflicto, mejorar la
cohesión social y la percepción ciudadana de la legitimidad del Estado,
desarrollar el sector privado y crear empleo, y proporcionar medios de
subsistencia a los desplazados y refugiados, todo lo cual puede ayudar a
mejorar aún más la seguridad alimentaria.
El programa de seguridad alimentaria es amplio y urgente, y
abarca a todos los sectores, regiones y segmentos de la sociedad. La
AIF enfrenta el desafío trabajando con una coalición de diversos asociados, que
incluye organismos de las Naciones Unidas (ONU), organizaciones humanitarias e
instituciones de investigación, para enfrentar la inseguridad alimentaria en
múltiples frentes, abordando los problemas en la agricultura, las redes de
protección social, la salud, el agua y la estabilidad macroeconómica. Una respuesta oportuna al fuerte aumento de la inseguridad
alimentaria en los países más pobres supone un futuro mejor para todos.
Este blog forma parte de una
serie de artículos (i) sobre las formas de garantizar una recuperación
resiliente de la COVID-19 en los países más pobres del mundo. Para saber las
últimas novedades, siga a @WBG_IDA y #IDAWorks.
ENLACES RELACIONADOS
La
respuesta del Grupo Banco Mundial a la pandemia de COVID-19 (coronavirus)
Informe:
Respuesta a la nueva crisis de seguridad alimentaria (PDF, en inglés)
Autores
https://www.linkedin.com/in/robert-f-townsend-52010375/
Robert F. Townsend
Economista principal, Departamento de Prácticas Mundiales de
Agricultura, Banco Mundial
Madhur Gautam
Economista principal, Departamento de Prácticas Mundiales de
Agricultura, Banco Mundial
Tomado de envio de banco mundial
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