viernes, 13 de marzo de 2015

INCENDIOS POR DESCUIDOS



Ceniza por toneladas El nexo ne­gligencia-incendio representa descuido que con frecuencia origina incendios de respetables proporciones e incalculables dañosAutor: Pastor Batista Valdés |
Descuidos así pueden costarle millones de pesos al país. Foto: Pastor Batista
LAS TUNAS.—La imagen que acompaña a este texto no es montaje ni toma preconcebida para luego escribir acerca de un tema cada vez más “candente”: el ceñido nexo ne­gligencia-incendio.
Tranquilamente sentado junto a un plantón, quizá aprovechando un pequeño recodo de sombra en el ardiente mediodía, aquel ciudadano fumaba con profundo placer, ajeno al peligro que durante todo el año —y mucho más en estos me­ses—implican una chispa de fue­go, una colilla encendida… Ese es uno de los numerosos descuidos que con frecuencia originan incendios de respetables proporciones e incalculables daños para las unidades productoras, colectivos cañeros y sobre todo para la economía del país. No por reiterada, la referencia pierde connotación o fuerza. Hoy Las Tunas registra 38 fuegos más que en igual fecha del pasado año, con perjuicios que duplican los estragos de aquel entonces. A Armando Aguilera Pérez, jefe de seguridad y protección de la empresa azucarera del territorio, le sigue preocupando esa tendencia que remonta vuelo en meses como el de marzo, marcado por 62 siniestros en el 2014. “Como los accidentes —recalca Armando— los incendios también son evitables. Todo depende del cuidado y la previsión con que se actúe. Si alguien lo duda, que visite la cooperativa cañera 26 de Julio, en Banes, Holguín, donde alrededor de una veintena de hombres vigilan constantemente, tienen hasta medios para comunicarse de inmediato, llevan control de quienes transitan por las plantaciones y aplican otras medidas que permiten mantenerse durante años sin un solo incendio. “Casos como los de San Martín y Santa María, en suelo tunero —prosigue— con más de 2 000 toneladas de la gramínea calcinadas por las llamas, indican, sin embargo, que no siempre ni en todos los lugares se piensa ni se actúa con ojos y manos previsores”. De muy poco sirve que Azcuba, el Comando 105, el Ministerio del Interior, el Gobierno municipal y otros actores cierren fila para actuar de forma integrada, si abajo, en las unidades, persisten grietas por donde salta la chispa incendiaria ante el menor desliz. Quienes conocen acerca del tema no niegan que en un momento dado un rayo, un cortocircuito u otro fenómeno similar puedan causar fuego en el cañaveral. Pero no es lo que predomina, ni siquiera durante el tórrido verano, cuando, curiosamente, no se reporta ningún incendio, tal y como sucedió el pasado año.La realidad demuestra cada vez más que la candela suele estar asociada a negligencias. Muy inferior y hasta nulo fuese el número de incendios en cañaverales, si todos los tractores y medios de transporte tuvieran el dispositivo matachispas, si en todos los lugares se realizara como corresponde la limpia de las cuchillas de combinadas, si estas llevaran su extintor y el tanque con agua, si los motosoldadores permanecieran en un área limpia y a no menos de 40 metros de la plantación…Por más que se insista en reuniones, foros, trabajos de prensa, spot televisivos… hay quienes siguen quemando balizas de leña a pleno viento y sol, pescadores que atizan fogatas para cocinar y luego dejan brazas encendidas, unidades que no acaban de hacer las trochas cortafuegos…Si en Anacaona, al sur tunero, el pasado año no hubo in­cendio en la caña fue porque sus trabajadores llegaron, incluso, a cortar y a retirar la paja seca de los primeros 10-15 plantones de caña. Eso es prevenir. Según estimados, cuando se corta 24 horas después del incendio, la caña quemada pierde alrededor de un 5 %, proporción que “se dispara” en las doce horas siguientes.  A ello habría que sumar los gastos que genera mover equipos o fuerzas para picar, alzar y tirar la caña dañada desde lugares donde no estaban previstas esas labores, fenómeno que perjudica a la programación de corte y crea inestabilidad, baches o irregularidades para el abastecimiento y funcionamiento de la industria.
¿Y quién paga las consecuencias de todo eso?
Por lo general la respuesta suele ser: Liborio (la economía del país). Pero ya va siendo hora de que, visto el caso y comprobado el hecho —entiéndase la negligente causa— alguien asuma individual o colectivamente como estructura de base la responsabilidad, y adquiera forma más justa y concreta el cobro o resarcimiento de los daños. tomado de la Granma de cuba 

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