Acandí-Playón-Playona sería el próximo santuario
Está a un paso de su declaratoria. En esa área
marino-costera se protegerán dos especies de tortugas.
Por RAMIRO VELÁSQUEZ GÓMEZ |
Hay afán para declarar las nuevas áreas
El suave oleaje autoriza el paso por entre las peñas que la
erosión le robó a punta del Tolo abajo de la loma de Caleta donde el mar prestó
el color aguamarina para todo lo que quisiese brillar así.
Debajo de la selva que cuelga de la loma por esas raras e
inexplicables cosas de la naturaleza, un pescador logró acomodarse entre las
rocas y detrás un gran boquete, la entrada a una cueva que el mar talló sin
afanes.
-Dicen que al fondo hay una puerta, comenta Marcelino
Blandón, el motorista como para cubrir con un aire de misterio el paradisiaco
lugar. En medio de la punta, en sucesivos cortes, dos o tres playas pequeñas,
solas, aisladas, perfectas para amantes.
Al final aparece Playona. Majestuosa, solitaria, enorme.
Dicen que es la playa más extensa del Darién colombiano. Son 12 kilómetros,
comenta Feliciano Chaverra, un lugareño dedicado a cuidar las tortugas caná. Y
debe serlo. Junto a Playón suman 14,6 kilómetros que son la base de la propuesta
para la primera de las nuevas reservas nacionales que con celeridad busca
establecer la Unidad Nacional de Parques Nacionales, precisa Adriana Vélez,
encargada de Nuevas Áreas.
El Santuario de Fauna Acandí-Playón-Playona se encuentra en
la fase final del proceso. Está pendiente del concepto de la Academia
Colombiana de Ciencias Exactas. Físicas y Naturales, último paso antes de la
declaratoria.
Se trata de una zona marítimo-costera de 26.000 hectáreas
según Julia Miranda, directora de Parques, que pretende, en esencia, proteger
dos especies de tortugas, la enorme caná (Dermochelys coriacea ) y carey
(Eretmochelys imbricata ) que anidan en la zona en uno de los más llamativos
procesos naturales de la geografía colombiana.
En la costa, desde la desembocadura del río Tolo hasta la
Serranía de Tripogadí, quedaría incluida la playa hasta la línea de marea. El
resto se encuentra en el mar, un área donde solo podrán pescar de manera
artesanal los miembros de los Consejos Comunitarios de la región.
Delimitación
El santuario es una especie de trapecio formado por una
línea de 20 kilómetros desde Caleta mar adentro y otra de 17 desde la serranía,
cerradas por una línea recta al norte y la línea de playa por el sur.
Se protegerían de paso tres ecosistemas no incluidos aún en
el sistema nacional y al menos 80 especies de peces parte del rico recurso
pesquero de Darién-Urabá.
Roni Blanco organiza la panga. Pescó todo el día con su
padre "por allá por el Tolo. Hay mucho jurel y sierra, sí y pez león, pero
eso no gusta por acá", comenta. De hecho, el alba sorprende dos o tres
decenas de canoas adormiladas a unos 150 o 200 metros de la costa. Bonitos y
cojinúas, róbalos y barbudos son otras de las especies representativas.
Y cuando el Sol calienta, bandadas de pelícanos vuelan a
poca altura y se clavan con certera zambullida para atrapar pequeños peces.
Playona está poco habitada. Jenifer es una de sus nuevas habitantes
que como muchos otros vienen y van.
Es una joven que vino con su pareja desde Chugandí, al sur,
en busca de mejores rumbos. Ocupan una de las cerca de 15 construcciones que,
camufladas entre diversidad de palmeras y vegetación secundaria, poco se dejan
ver a primera vista.
Al inicio, desde la punta del Tolo-Caleta, está el vivero
donde Feliciano y otros miembros del Grupo Local de Investigadores de Acandí
(Gila) ayudan hace muchos años a la preservación de las caná.
Jenifer no las conoce aún. Se encuentran clasificadas como
especies amenazadas en la Resolución 383 de 2010 del Ministerio del Medio
Ambiente. Y también figuran en los libros de la Unión Internacional para la
Conservación de la naturaleza (UICN).
Las tortugas recorren miles de kilómetros para desovar y con
frecuencia quedan atrapadas en las redes pesqueras.
A dos kilómetros de Feliciano está el otro vivero. Allí
habitan hace 30 años Manuela Begambre y Alfonso, el Mello, como se le conoce.
La casa no sobresale entre la espesura. La complementan
cuatro estructuras, cabañas en donde hace años ofrecen alojamiento buscado en
Semana Santa por turistas deseosos de asistir al desove y por extranjeros en
cualquier época del año.
"Es muy tranquilo", afirma mientras entretiene a
Jáider, su nieto, a quien "le doy un repaso" significando la
enseñanza de las primeras letras y números mientras puede ir a la escuela en el
pueblo.
Más allá de la Serranía existen unas posadas campesinas,
cabañas herencia del programa de guardabosques.
El turismo será reglamentado cuando salga la declaratoria,
dice Adriana.
"Nuestra vocación es ecoturística y es lo que
pretendemos desarrollar", enfatiza Gissela Contreras, secretaria de
Gobierno local. "Hay mucho animal y eso atrae", según Hayde María Blanqueth,
secretaria de Bienestar Social.
Playona está al oriente a unos 20 minutos en lancha desde
Acandí, en el golfo de Urabá. Es la puerta de entrada, aunque las embarcaciones
que llegan desde Turbo entran en ocasiones a dejar turistas. Hay, de todas maneras,
que proveerse de víveres en la cabecera.
La playa tiene unos 20 metros de ancho. Se mantiene cargada
de troncos que dejan el Atrato y los ríos de la región. Hasta donde comienza la
vegetación entran las tortugas.
No hay electricidad, pues perjudicaría la anidación. Dos o
tres viviendas poseen planta para algunas actividades.
La vegetación paralela a la línea de costa no es continua.
"Antes era más tupida", reconoce Manuela.
Es una zona de transición hacia el humedal de Playona,
protegido por el Distrito de Manejo Integrado que estableció Codechocó el año
pasado y con el que el santuario pretende formar un corredor.
"Llega mucho mico", relata Manuela. Cree que en el
verano son muchos más los aulladores que los titís. Pero también hay lagartos,
aves y crustáceos según un informe del Invemar.
Hay algunos sembrados de pancoger (arroz, maíz, plátano y
yuca) y hacia atrás, lo que llaman Playona adentro, el bosque es más alto y
precede algunos predios dedicados a la ganadería.
El regreso
Comienza el invierno y el mar está calmado. Las olas llegan
sin mucha fuerza. Solo se oye su rumor aparte de algunos silbidos que llegan de
la zona boscosa.
El regreso de nuevo entre las peñas. El pescador no está
entre las rocas. Quedan pocas canoas mar adentro pero más pelícanos. Al fondo
el caserío de Los Chilingos y casi enclavada en la loma la sede del padre
Nicoló donde jóvenes, como las caná, buscan asegurar su rumbo.
El santuario de fauna Acandí-Playón-Playona, de ser
declarado, será, además del hogar de las caná de marzo a junio todos los años,
un canto a la vida.
Una última mirada al aguamarina más aguamarina de todas y
Acandí se ve al fondo, gris, opaca, como el día.
ANTECEDENTES
SERÍA EL PRIMERO DE FAUNA SOLAMENTE
Solo en los dos últimos lustros ha crecido la protección de
las tortugas caná, cuyos nidos eran saqueados por animales y personas, poniendo
en peligro su éxito reproductivo.
Se considera que solo existen cerca de una decena de playas
en el planeta donde las tortugas van a desovar. La caná llega hasta latitudes
muy altas al norte, hasta las aguas subárticas frías.
El santuario se sumaría a la lista de 56 áreas protegidas
bajo diversas figuras por el sistema de Parques Nacionales. Existen 10
santuarios de fauna y flora, pero este sería el primero de fauna solamente.
EN DEFINITIVA
El santuario de fauna Acandí-Playón-Playona en el extremo
noroeste del país parece próximo a ser declarado como una nueva área protegida
bajo la Unidad de Parques Nacionales de Colombia.
TOMADO DE EL COLOMBIANO DE CO
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