sábado, 21 de septiembre de 2013

26000 HECTÁREAS PARA LAS TORTUGAS MARINAS

Acandí-Playón-Playona sería el próximo santuario
Está a un paso de su declaratoria. En esa área marino-costera se protegerán dos especies de tortugas.
Por RAMIRO VELÁSQUEZ GÓMEZ |
Hay afán para declarar las nuevas áreas
El suave oleaje autoriza el paso por entre las peñas que la erosión le robó a punta del Tolo abajo de la loma de Caleta donde el mar prestó el color aguamarina para todo lo que quisiese brillar así.
Debajo de la selva que cuelga de la loma por esas raras e inexplicables cosas de la naturaleza, un pescador logró acomodarse entre las rocas y detrás un gran boquete, la entrada a una cueva que el mar talló sin afanes.
-Dicen que al fondo hay una puerta, comenta Marcelino Blandón, el motorista como para cubrir con un aire de misterio el paradisiaco lugar. En medio de la punta, en sucesivos cortes, dos o tres playas pequeñas, solas, aisladas, perfectas para amantes.
Al final aparece Playona. Majestuosa, solitaria, enorme. Dicen que es la playa más extensa del Darién colombiano. Son 12 kilómetros, comenta Feliciano Chaverra, un lugareño dedicado a cuidar las tortugas caná. Y debe serlo. Junto a Playón suman 14,6 kilómetros que son la base de la propuesta para la primera de las nuevas reservas nacionales que con celeridad busca establecer la Unidad Nacional de Parques Nacionales, precisa Adriana Vélez, encargada de Nuevas Áreas.
El Santuario de Fauna Acandí-Playón-Playona se encuentra en la fase final del proceso. Está pendiente del concepto de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas. Físicas y Naturales, último paso antes de la declaratoria.
Se trata de una zona marítimo-costera de 26.000 hectáreas según Julia Miranda, directora de Parques, que pretende, en esencia, proteger dos especies de tortugas, la enorme caná (Dermochelys coriacea ) y carey (Eretmochelys imbricata ) que anidan en la zona en uno de los más llamativos procesos naturales de la geografía colombiana.
En la costa, desde la desembocadura del río Tolo hasta la Serranía de Tripogadí, quedaría incluida la playa hasta la línea de marea. El resto se encuentra en el mar, un área donde solo podrán pescar de manera artesanal los miembros de los Consejos Comunitarios de la región.
Delimitación
El santuario es una especie de trapecio formado por una línea de 20 kilómetros desde Caleta mar adentro y otra de 17 desde la serranía, cerradas por una línea recta al norte y la línea de playa por el sur.
Se protegerían de paso tres ecosistemas no incluidos aún en el sistema nacional y al menos 80 especies de peces parte del rico recurso pesquero de Darién-Urabá.
Roni Blanco organiza la panga. Pescó todo el día con su padre "por allá por el Tolo. Hay mucho jurel y sierra, sí y pez león, pero eso no gusta por acá", comenta. De hecho, el alba sorprende dos o tres decenas de canoas adormiladas a unos 150 o 200 metros de la costa. Bonitos y cojinúas, róbalos y barbudos son otras de las especies representativas.
Y cuando el Sol calienta, bandadas de pelícanos vuelan a poca altura y se clavan con certera zambullida para atrapar pequeños peces.
Playona está poco habitada. Jenifer es una de sus nuevas habitantes que como muchos otros vienen y van.
Es una joven que vino con su pareja desde Chugandí, al sur, en busca de mejores rumbos. Ocupan una de las cerca de 15 construcciones que, camufladas entre diversidad de palmeras y vegetación secundaria, poco se dejan ver a primera vista.

Al inicio, desde la punta del Tolo-Caleta, está el vivero donde Feliciano y otros miembros del Grupo Local de Investigadores de Acandí (Gila) ayudan hace muchos años a la preservación de las caná.
Jenifer no las conoce aún. Se encuentran clasificadas como especies amenazadas en la Resolución 383 de 2010 del Ministerio del Medio Ambiente. Y también figuran en los libros de la Unión Internacional para la Conservación de la naturaleza (UICN).
Las tortugas recorren miles de kilómetros para desovar y con frecuencia quedan atrapadas en las redes pesqueras.
A dos kilómetros de Feliciano está el otro vivero. Allí habitan hace 30 años Manuela Begambre y Alfonso, el Mello, como se le conoce.
La casa no sobresale entre la espesura. La complementan cuatro estructuras, cabañas en donde hace años ofrecen alojamiento buscado en Semana Santa por turistas deseosos de asistir al desove y por extranjeros en cualquier época del año.
"Es muy tranquilo", afirma mientras entretiene a Jáider, su nieto, a quien "le doy un repaso" significando la enseñanza de las primeras letras y números mientras puede ir a la escuela en el pueblo.
Más allá de la Serranía existen unas posadas campesinas, cabañas herencia del programa de guardabosques.
El turismo será reglamentado cuando salga la declaratoria, dice Adriana.
"Nuestra vocación es ecoturística y es lo que pretendemos desarrollar", enfatiza Gissela Contreras, secretaria de Gobierno local. "Hay mucho animal y eso atrae", según Hayde María Blanqueth, secretaria de Bienestar Social.
Playona está al oriente a unos 20 minutos en lancha desde Acandí, en el golfo de Urabá. Es la puerta de entrada, aunque las embarcaciones que llegan desde Turbo entran en ocasiones a dejar turistas. Hay, de todas maneras, que proveerse de víveres en la cabecera.
La playa tiene unos 20 metros de ancho. Se mantiene cargada de troncos que dejan el Atrato y los ríos de la región. Hasta donde comienza la vegetación entran las tortugas.
No hay electricidad, pues perjudicaría la anidación. Dos o tres viviendas poseen planta para algunas actividades.
La vegetación paralela a la línea de costa no es continua. "Antes era más tupida", reconoce Manuela.
Es una zona de transición hacia el humedal de Playona, protegido por el Distrito de Manejo Integrado que estableció Codechocó el año pasado y con el que el santuario pretende formar un corredor.
"Llega mucho mico", relata Manuela. Cree que en el verano son muchos más los aulladores que los titís. Pero también hay lagartos, aves y crustáceos según un informe del Invemar.
Hay algunos sembrados de pancoger (arroz, maíz, plátano y yuca) y hacia atrás, lo que llaman Playona adentro, el bosque es más alto y precede algunos predios dedicados a la ganadería.
El regreso
Comienza el invierno y el mar está calmado. Las olas llegan sin mucha fuerza. Solo se oye su rumor aparte de algunos silbidos que llegan de la zona boscosa.
El regreso de nuevo entre las peñas. El pescador no está entre las rocas. Quedan pocas canoas mar adentro pero más pelícanos. Al fondo el caserío de Los Chilingos y casi enclavada en la loma la sede del padre Nicoló donde jóvenes, como las caná, buscan asegurar su rumbo.
El santuario de fauna Acandí-Playón-Playona, de ser declarado, será, además del hogar de las caná de marzo a junio todos los años, un canto a la vida.
Una última mirada al aguamarina más aguamarina de todas y Acandí se ve al fondo, gris, opaca, como el día.
ANTECEDENTES
SERÍA EL PRIMERO DE FAUNA SOLAMENTE
Solo en los dos últimos lustros ha crecido la protección de las tortugas caná, cuyos nidos eran saqueados por animales y personas, poniendo en peligro su éxito reproductivo.
Se considera que solo existen cerca de una decena de playas en el planeta donde las tortugas van a desovar. La caná llega hasta latitudes muy altas al norte, hasta las aguas subárticas frías.
El santuario se sumaría a la lista de 56 áreas protegidas bajo diversas figuras por el sistema de Parques Nacionales. Existen 10 santuarios de fauna y flora, pero este sería el primero de fauna solamente.
EN DEFINITIVA

El santuario de fauna Acandí-Playón-Playona en el extremo noroeste del país parece próximo a ser declarado como una nueva área protegida bajo la Unidad de Parques Nacionales de Colombia.
TOMADO DE EL COLOMBIANO DE CO

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