Los macacos y el
mango Posteado por Pedro Gómez Silgueira Por varias razones he
comprobado que los macacos poseen una gran inteligencia, hasta me arriesgaría a
decir más que muchos humanos. / La conclusión la he reforzado al ver estos días
cómo una pareja de estos primates se adueñaron de las copas de los árboles en
el “ogaguasú”, atraídos desde semanas atrás por el fuerte aroma de los mangos. Los
primeros días no estaban muy sociables que digamos y se pasaban lanzando
sonidos, que para estas especies de la fauna corresponderían a un aullido o
chillido, al menor acercamiento de algún humano. Ahora se mantienen en alerta
permanente a cuanta aproximación de personas hacia la arboleda. Saltan de rama
en rama y son capaces de lanzar orín y heces contra quienes se acerquen más de
lo normal. Esta advertencia la hemos escuchado desde niños cuando en
bosquecillo de la casa de los abuelos vivía una familia de macacos, que armaba
un concierto todas las mañanas. “No les molesten porque les van a quemar
tirándoles desperdicios”, nos decían. Nadie
Cuando están
tranquilos duermen en las ramas como si fuera el más confortable colchón.
No es la primera vez que los macacos vienen de visita. Y lo
hacen siempre en esta misma época. La razón está en el mango. Esa fruta que
nosotros dejamos caer, pudrir, desperdiciar a tutiplén y ver como una molestosa
basura, es el alimento más precioso de los frugívoros. Cuando leí un comentario
de Caio Scavone sobre las propiedades del mango quedé más convencido aún de la
importancia de esta fruta y la necesidad urgente de aprovecharla mejor.
¿Por qué las industrias lácteas no ofrecen yogurt de mango?
¿Por qué las heladerías no tienen en esta época helado de mango? ¿Y los
restaurantes, por qué ofrecen una ínfima porción de mango entre los postres? Años
atrás, con un compatriota residente hace años en Suecia, ya nos habíamos hecho
el cuestionamiento del desperdicio de los mangos en Paraguay, una fruta que en
Europa tiene un precio altísimo. Y estos días, con el maestro Alcibiades
González Delvalle compartíamos la preocupación de que algo habría que hacer con
los mangos que tanto se tiran en este país y se han tornado un problema más
para el Servicio de Recolección de Basura Domiciliaria. Los mangos alfombran
las veredas y calzadas en cada cuadra de Asunción.
El mango en estado natural víctima de su propia abundancia.
Y quizás, aunque nos empachemos con los frutos de nuestros patios, del de los
vecinos, parientes y amigos, no hay quien los pueda terminar de consumir en la
temporada. Por tanto, una de las posibles soluciones podría ser la de crear un
frigorífico de mangos para acopiar las frutas, conservarlas en cámaras refrigeradas
y darles un destino más noble que el vertedero de Cateura, donde siquiera se
pueden reciclar. Los macacos se adueñaron del mangal. Y cuando ven a alguien
caminar hacia el se ponen en guardia para defender su alimento de temporada.
Ellos sí que los saben aprovechar de desayuno, almuerzo y cena, para obtener
todos los alimentos que les ayuden a sobrevivir gran parte del año. Al terminar
la temporada se irán hasta el año que viene. Ellos sólo lo pueden aprovechar
consumiendolo en abundancia, pero el hombre lo puede industrializar y tenerlo
todo el año. Si los macacos estuvieran en nuestro lugar, con seguridad hubieran
tenido mangos para los doce meses. Si ellos son capaces de reconocerse en el
espejo, si fueron enviados por la NASA a los programas espaciales, si han sido
los primeros que el hombre hizo nacer como transgénicos, si nos dieron pie al
estudio del genoma secuenciado y nos ayudaron a descubrir el factor Rhesus (Rh)
de la sangre, por qué no copiar sus hábitos y aprovechar mejor el mango. ¿No
les parece? TOMADO DE ABC DE PARAGUAY
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