Lucy Parsons: “Más
peligrosa que mil manifestantes” Lucy Eldine Gonzalez comenzó una intensa
militancia a fines del siglo XX junto a su compañero Albert Parsons, uno de los
mártires de Chicago. Logró convertirse Rayos los ojos, metralla
las palabras Lucy Parsons nació en 1853, en la Texas esclavista. De
ascendencia mexicana y probablemente afroamericana, fue testigo del racismo más
crudo. Vio con sus propios ojos los linchamientos del Ku Kux Klan y debió huir
a Chicago en 1871, cuando se unió a un hombre blanco, quien luego fuera su
compañero, Albert Parsons. Inspirada por la gran acción de los obreros
ferroviarios de 1877 -que desembocó en una histórica huelga general-,
redoblaría su compromiso militante. Cuando Albert fue despedido por su
actividad política, Lucy, único sustento del hogar y madre de dos hijos, se
involucró en el Partido Socialista Laborista y se hizo miembro de los
Caballeros del Trabajo, una de las primeras organizaciones que nuclearon negros
y mujeres. Cuando no trabajaba como costurera, escribía regularmente artículos
y pronto se convirtió en una destacada organizadora del Sindicato de Mujeres
Trabajadoras del Partido Socialista Laborista. En 1883 rompería con este
partido junto a Albert, enfrentándose a un ala que adoptó una estrategia
reformista: ella estaba convencida de que sólo una revolución podría acabar con
este sistema. Organizando a los esclavos
del salario El año 1886 marcó un
quiebre en la historia estadounidense. El 1° de Mayo fue declarada la huelga
general. En Chicago, las fábricas y las calles se convirtieron en un hervidero
de ira obrera. Frente a la represión, que no se hizo esperar, miles se
reunieron en la Plaza Haymarket. Allí, la policía arremetió contra trabajadores
y militantes socialistas y anarquistas. Ocho fueron falsamente acusados de
poner una bomba. Entre ellos estaba Albert Parsons. Durante el año y medio que
Albert estuvo detenido esperando la ejecución, Lucy viajó por todo el país,
vendiendo panfletos y brindando multitudinarios discursos. Cuando José Martí,
como corresponsal de La Nación, cubrió el caso, no pudo evitar referirse a la
señora Parsons: “la apasionada mestiza en cuyo corazón caen como puñales los
dolores de la gente obrera (…); dicen que con tanta elocuencia, burda y
llameante, no se pintó jamás el tormento de las clases abatidas; rayos los
ojos, metralla las palabras, cerrados los dos puños, y luego, hablando de las
penas de una madre pobre”. El día que su compañero fue ahorcado, Lucy fue
apresada y no pudo verlo antes de que fuera ejecutado. Esto no la desmoralizó.
Posteriormente escribiría: “Nuestros camaradas no fueron asesinados por el
estado porque tuvieran una conexión con la bomba sino porque estaban
organizando a los esclavos del salario. La clase capitalista (…) creyó
tontamente que matando a los espíritus activos del movimiento obrero del
momento, iban a asustar a toda la clase obrera, manteniéndola esclava”*. Esta
indómita mujer dedicó su vida a demostrar lo contrario.
en un ícono de la lucha de la clase
trabajadora y en una verdadera preocupación para el estado norteamericano.
Jazmín Bazán
Somos las esclavas de
los esclavos Lucy consideraba que sólo la lucha por la libertad de la clase
obrera en su conjunto podía llevar a una emancipación total de las mujeres. Por
ello, llegó a acusar a la anarquista feminista Emma Goldman de perseguir una
libertad individual, “dirigida a audiencias de clase media”. Lucy reivindicó
siempre los derechos reproductivos, la educación sexual, y la accesibilidad al
divorcio, a la par que bregaba por la organización de las mujeres dentro del
movimiento obrero. En 1905 se fundó la combativa organización Trabajadores
Industriales del Mundo. Sólo hubo dos mujeres presentes. Una fue la valiente
Mother Jones; la otra fue Lucy Parsons. En esa ocasión tomó la palabra:
“Nosotras somos las esclavas de los esclavos. Somos explotadas más crudamente
que los hombres. Cuando los sueldos deben ser rebajados, la clase capitalista
usa a las mujeres para reducirlos (…) si cada hombre y cada mujer que trabaja
(…) decide que debe tener lo que le pertenece por derecho (…) entonces no hay
ejército lo suficientemente grande para vencerlos”. Lucy también combatió
activamente el racismo. Aunque nunca fue miembro oficial, estuvo ligada al
Partido Comunista. Dentro del mismo, desde 1925, fue parte de la Defensa
Laborista Internacional, que tenía como objetivo pelear por las víctimas de la
represión capitalista y por los derechos de los negros. Ella vivió para el futuro Hasta el final de sus días, Lucy Parsons
hizo carne la pelea contra este sistema. Por ello la policía de Chicago la
catalogó en sus archivos como “más peligrosa que mil manifestantes”. En 1941
Lucy realizaría su última aparición pública, durante una huelga. Ni la
temperatura helada, ni la ceguera, ni sus 88 años, amainaron su discurso.
Curiosamente, se dirigía a obreros que enfrentaban a la fábrica International
Harvester, heredera de la planta McCormick, en la cual el asesinato de seis
trabajadores había encendido la chispa para la revuelta de la plaza Haymarket
en 1886. Desde fines del siglo XIX, en Estados Unidos se legitimó oficialmente
el Día del Trabajo de septiembre por temor a que el 1° de mayo se convirtiera
en una ocasión de disturbios. Pero los mártires de Chicago y las grandes
batallas de la clase obrera forman parte de una tradición imborrable. Cuando
Lucy Parsons murió en 1942, la policía allanó su departamento y confiscó sus
cuantiosos libros y artículos, que fueron entregados al FBI. Aunque la pérdida
fue grande, las huellas de Lucy se mantienen vivas: en cada acto de resistencia
contra la opresión hacia las mujeres, en las luchas contra la explotación. La
indomable Elizabeth Gurley Flynn escribió en su obituario: “Ella no vivió en el
pasado. Ella vivió para el futuro. Ella vivirá en el futuro, en el corazón de
los trabajadores”. *Lucy Parsons en The Agitator, 1912 tomado de la izquierda
diario , sugerido en el face de ramón
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