El oro de Porce, una
riqueza que brilla aguas abajo
En las agitadas aguas del río Porce, que es el mismo río
Medellín pero ya en tierras del Nordeste y el Norte, los mineros sacan oro en
polvo En esta caneca se cumple uno de los pasos del proceso de extracción del
oro que llevan las aguas del río. Hasta dos horas bajo el río llegan a
permanecer los mineros que actúan como buzos dentro del proceso. Toda su vida,
estos hombres han trabajado en el río. Su actividad no es
ilegal, dicen. FOTO
ANDRÉS FELIPE ABELLO
500 familias viven del oro que los mineros extraen del río
en el tramo entre los municipios de Barbosa y Anorí.
276 es el número del decreto que en febrero del 2015 obligó
a los mineros a contar con un certificado de origen.
179 mineros viven en el corregimiento Villanueva, según
censo hecho en 2014 por la Alcaldía de Yolombó.
Sumergidos en el fondo del río, decenas de mineros escarban
en el fondo para sacar las pepas de oro que cargan las aguas amarillentas del
afluente. Las autoridades tratan de ejercer control.
Por el cauce del Porce viaja un líquido denso, tibio.
Arrastra los desechos que recogen sus aguas al atravesar el Valle de Aburrá
antes de que el río Medellín adopte ese nombre y se pierda entre las montañas
del norte. Un gato y un marrano muertos flotan y pasan de largo, uno detrás de
otro, en menos de cinco minutos. Son las 9:30 de la mañana de un viernes en el
corregimiento Villanueva, de Yolombó, Nordeste de Antioquia, y una cuadrilla de
seis trabajadores enciende los motores de tres dragas artesanales e inicia su
jornada para expurgar del lodo el oro que se funde en un lecho de piedras y
basura.
-¿Entonces ustedes sacan oro de la basura del río Medellín?
-Sí (risas), es el mismo río, pero aquí el agua baja más
limpia porque en el camino le caen varias quebradas. Uno se acostumbra.
Quien responde es Jairo de Jesús Zuluaga, El Pájaro, buzo,
poco más de 40 años, 30 buscando oro en el río. Metido en un traje de neopreno
se hunde en el agua mientras muerde un tubo delgado, conectado a una bomba, que
le da el aire suficiente para sumergirse por una o dos horas. Su tarea en el
fondo es sostener una manguera que absorbe lo que encuentra a su paso.
“Siempre me ha gustado bucear- dice El Pájaro- porque en la
‘maquineada’ el sol le pega a uno muy duro. Buceando gano más. Es más
peligroso, pero más fresco. Lo que hay que hacer es meterse al fondo y retirar
la piedra que no cabe por la manguera y echar la arena en la que va el oro que
queda en el cajón”.
En cada draga trabaja un buzo como él. El equipo lo completa
un maquinista que se encarga de mantener encendido el motor a gas que impulsa
la draga y de retirar la basura que tapona con frecuencia la salida de agua y
arena. Todo el mecanismo flota sobre varias canecas plásticas que soportan una
estructura metálica. Esta vez, tres dragas trabajan juntas, muy cerca de la
orilla, para alcanzar el fondo con facilidad.
El maquinista también recoge cada tanto una porción de la
arena que escupe la draga y con una batea elimina la suciedad. De esa forma, verifica
si hay algún rastro de oro. Si hay buenas noticias, el brillo despunta en el
último puñado y vale la pena continuar. “Cuando vemos que está dando buen oro
decimos que está pintando bueno”, explica El Pájaro. En caso contrario, el
minero que permanece fuera del agua tira de la manguera y así envía un mensaje
al buzo para que pruebe suerte en otro punto del río.
El sonido de los motores ensordece, los trabajadores de la
superficie hablan con señas, gritan, se entienden con gestos simples. Dentro
del agua el buzo depende del tacto. “Con solo tocar el asiento, con palpar, uno
se ubica como si estuviera viendo”, dice otro buzo, Brayan, el más joven.
El Sano también bucea, pero hoy mira desde la orilla porque
le duelen los oídos. Esta vez no trabaja, supervisa. Tiene 26 años, 12 de ellos
dedicados a la minería. Muestra un carné firmado por el alcalde de Yolombó y
dice que espera, igual que sus compañeros, que ese documento sirva para que los
comercializadores sigan comprando su oro, pues el decreto 276 de febrero de
2015 los obligó a contar con un registro y un certificado de origen. Si quieren
ser reconocidos como mineros artesanales, también los obliga a no utilizar
maquinaria, es decir, a dejar sus dragas. Por eso, cuenta El Sano, la Policía
los persigue. Hace apenas tres semanas varios mineros de la zona fueron
capturados y presentados ante un juez. Terminaron en sus casas con detención
domiciliaria. “Esto es lo único que sabemos hacer -interviene El Pájaro- esta
minería no es ilegal. Con esto se ha trabajado toda la vida. La arena la
traspasamos de un lado al otro. El oro queda en el cajón y el hueco vuelve y se
tapa enseguida”.
El río ha sido la empresa
“Yo tengo 37 años y, desde que me conozco, esta gente está
laborando ahí en el río Porce”, dice William Isaza, encargado del proceso de
formalización en la Alcaldía de Yolombó. En sus manos estuvo el censo que se
adelantó en diciembre de 2014 para establecer el número de familias que
subsisten de las actividades mineras en ese municipio.
En total, se contabilizaron 716 mineros. De ellos, 179 viven
en el corregimiento de Villanueva. Eso significa, dice Isaza, que el 95% de las
familias de ese caserío viven de extraer oro en el río Porce.
Según Rubén Darío Gómez, secretario general de la
Confederación Nacional de Mineros de Colombia (Conalminercol), agremiación que
reúne a los pequeños y medianos mineros del país, son cerca de 500 las familias
que subsisten de la minería en el tramo del río que se extiende entre los
municipios de Barbosa y Anorí. Esa organización cuenta con registros de
aproximadamente 120 dragas artesanales en la zona.
Gómez dice que las actividades mineras en el río Medellín y
aguas abajo, en el río Porce, han sido una fuente de riqueza para el norte del
Valle de Aburrá y el Nordeste de Antioquia hace más de un siglo.
“Empezaron haciéndolo con bateas y con el tiempo acumularon
recursos y compraron pequeños motores para extraer esos recursos del fondo del
río Medellín. El grave problema que tenemos hoy en día es que el Gobierno
Nacional desconoció totalmente el concepto de minería de subsistencia a través
de barequeo, las minidragas y las motobombas que desaparecen con el nuevo
Código de Minas”, explica el líder de los mineros.
Norberto Zuluaga, Petaca, cuenta que desde 1986 trabaja en
esa zona. Llegó con su familia desde el municipio de San Rafael hace ya 30
años. Dice que el río ha sido su empresa.
¿Qué piensa de que digan que lo que ustedes hacen es ilegal?
“Este río ha sido la fuente de trabajo de toda la vida de
nosotros. Ilegal el que tiene retros y está trabajando minas con mercurio o con
cosas así, nosotros solo sacamos el oro y lo vendemos así, el polvito.
¿Entonces por qué los persiguen?
“No sé, esto ilegal nunca ha sido, lo están revolviendo con
los que están trabajando ilícitamente, con los que mueven la mafia, con la
guerrilla, con los paramilitares. Nosotros no tenemos nada qué ver con eso.
Somos trabajadores, si fuéramos ilegales no estaríamos aquí sino bregando a
secuestrar o a matar para vivir fácil, estamos luchándola”.
Tradición o no, para las autoridades ambientales las dragas
no son tan inofensivas para el río como dicen los mineros. Carlos Andrés
Naranjo, subdirector de Regionalización de Corantioquia, corporación autónoma
con jurisdicción en la zona, dice que ese tipo de actividad minera afecta la
dinámica propia del río, genera socavaciones y sedimentación.
“Nosotros en esa zona, desde Barbosa, hemos hecho visitas de
control y vigilancia identificando directamente a los presuntos infractores que
están realizando esta actividad. Son actividades que afectan el recurso
hídrico, causan problemas de socavación y alteran la dinámica propia del río.
Dependiendo del punto en que se encuentren, afectan la fauna y a la flora con
la posible carga contaminante que arrojan esos trabajos”, explica.
En la actualidad, cursan 13 procesos sancionatorios contra
mineros de Porce. Uno de los casos ya fue resuelto: en octubre de 2014 se
impuso a uno de ellos una multa de 20 millones de pesos.
A eso, Gómez responde que es cierto que se requiere
acompañamiento para mitigar las afectaciones que puedan generar los pequeños
mineros, pero se pregunta por qué, en otras zonas del departamento, se permite
que las grandes empresas utilicen maquinaria que, para él, tienen mucho más
impacto sobre el medio ambiente.
“Las grandes dragas y los dragones las utilizan río abajo en
Nechí y Zaragoza, donde el río toma otro nombre. Las multinacionales y las
grandes empresas las pueden utilizar. Porque tienen licencia ambiental y porque
tienen título minero supuestamente no contaminan. ¿A quién se le ocurre pensar
que un papel contamina o descontamina el río?”, dice Gómez.
Los muertos flotantes
Una balsa de guadua amarrada a una cuerda hace las veces de
ferry para que los mineros atraviesen el río. Cruzan en ella desde la orilla
donde se encuentra un cambuche improvisado con sus pertenencias, hasta la
orilla contraria, donde permanecen las dragas.
La embarcación es inestable. Viajan no más de tres hombres
por vez para equilibrar el peso y evitar que cualquiera de ellos caiga al agua
en la parte más profunda. En caso de naufragio, el problema no es mayor, los
mineros nadan con agilidad, conocen el río y sus caprichos.
Por eso es que ellos, los hombres que explotan el oro que se
esconde en el Porce, son los rescatistas de oficio de los cadáveres que arrojan
al río en Medellín y flotan hasta esas aguas luego de superar las piedras y
rápidos.
Dicen ellos que cada tanto baja uno de esos muertos
flotantes. Los ven desde la balsa o desde sus dragas, los alcanzan, los acercan
a la orilla y esperan a que alguien interesado pase a preguntar.
“Nos avisan o viene la familia a buscarlos y si los vemos los
echamos para la orilla -dice Petaca-. Los sacamos para para que los reconozcan,
para ver si es el que están buscando. Eso es muy duro, pero le toca a uno
enseñarse porque este río es la fuente de uno”.
El capitán Juan Miguel Aguirre, comandante de los Bomberos
de Barbosa, dice que en 2014 fueron recuperados 10 cadáveres en el tramo que
les corresponde a sus hombres, eso sin contabilizar aquellos que puedan haber
pasado de largo.
“La labor de los mineros para encontrar personas
desaparecidas ha sido fundamental, muchas veces son ellos los que avistan los
cuerpos y nos avisan. También en zonas donde conocen el río son ellos los que
aseguran los cuerpos. En algunos casos son tercos, se tienen confianza en el
agua y se meten así uno les diga que no”, dice el comandante.
Aguirre sostiene que recuerda años con más de 25 rescates en
el río. En 2015 solo se ha recuperado un cuerpo. En la época más violenta,
cuentan los mineros, pasaban hasta cinco cadáveres en un día. “Fue en los
tiempos del Bloque Metro”, dice Petaca.
Ya no son tantos, pasan dispersos. “Anteriormente se veía
pasar con frecuencia bastantes muertos. Había mucha violencia y acostumbraban
tirarlos para desaparecerlos. Ahora ha estado más menguado”, cuenta El Pájaro.
Desde una draga, uno de los maquinistas ve pasar al primer
animal muerto de la jornada. Silba para llamar la atención, se ríe y apunta con
el dedo. Señala el cuerpo de un marrano mediano, rosado, con manchas negras.
Luego pasa un gato, vuelve a señalar. Así es el río .
INSISTIR EN BUENAS PRÁCTICAS MINERAS
El director de Fiscalización Minera de la Gobernación, David
Soto González, invitó a los mineros que trabajan bajo tierra a que hagan
revisión permanente de las normas de higiene y seguridad, a las que deben
acogerse según el Código de Minas, decretos y resoluciones expedidas al
respecto. Resaltó que si bien el cumplimiento de estas medidas es de
responsabilidad directa del titular minero como parte de sus obligaciones para
el desarrollo de sus actividades, la Gobernación y la Secretaría de Minas
insisten en que se haga una práctica minera segura.
JUAN DAVID ORTIZ FRANCO Periodista
digital, cubro temas de Medellín y Antioquia en elcolombiano.com, convencido de
que una buena historia arregla hasta el peor de los días. TOMADO DE EL
COLOMBIANO
No hay comentarios:
Publicar un comentario