ÁRBOLES Y AGUA, UNA
RELACIÓN PARA TENER EN CUENTA
Los árboles son una pieza clave para la salud del ambiente y
para la economía humana. Por otro lado, el agua es una pieza clave para la vida
de nuestro planeta. La relación de ambos puede mejorar o deteriorar nuestro
hábitat, sino tenemos en cuenta algunos conceptos. Por: Dra. María Elena
Fernández y Dr. Javier Gyenge.
CONICET- INTA EEA Balcarce, AER Tandil. El uso que
históricamente se ha hecho de los bosques nativos, ecosistemas pilares para el
funcionamiento del sistema ecológico global y regional, ha sido amplísimo. Dada
su importancia en la regulación del clima y del ciclo del carbono, así como
para el mantenimiento de la biodiversidad terrestre, la sociedad vislumbra la
importancia de su conservación reemplazando su función de provisión de madera y
fibras por plantaciones forestales. Como consecuencia de ello, éstas pasan a
ser decisivas en la satisfacción de las demandas crecientes de la sociedad sin
exponer a los bosques nativos a su sobreexplotación. La actividad forestal
basada en el cultivo de árboles tiene sus propios desafíos en el marco de la
sustentabilidad, entre los que el "agua", como recurso natural, cobra
especial relevancia (si bien no es el único). Estos dos integrantes del bioma
–árboles y agua- poseen una relación recíproca: para producir madera hace falta
agua, y la vegetación arbórea impacta los ciclos hidrológicos. Así, la escasez
de este recurso genera mermas en la productividad, impactando en la
sustentabilidad económica de la actividad. Por otro lado, la producción
forestal con especies de rápido crecimiento puede implicar un impacto negativo
sobre los recursos hídricos locales, amenazando la sustentabilidad en términos
ambientales. Los árboles de rápido crecimiento y su alto consumo de agua:
¿problemas para los recursos hídricos?
Las especies de rápido crecimiento, es decir aquellas que
normalmente se utilizan en plantaciones forestales con fines comerciales,
pueden utilizar varios miles de litros de agua por día y por hectárea, pero
menos del 2% de esa agua queda retenida en la biomasa de los árboles. La gran
mayoría del agua circula desde el suelo por el árbol y vuelve a la atmósfera,
formando parte del ciclo del agua.
Los árboles, en general, poseen raíces profundas que pueden
hacer un uso más exhaustivo de los recursos hídricos disponibles en el suelo,
en comparación con la vegetación herbácea (pastos, cultivos agrícolas),
alcanzado en algunos casos la capa freática (o napa). Ahora bien, ¿cuándo es
esperable un impacto negativo de los árboles sobre los recursos hídricos
locales? La respuesta depende de diversos factores, destacándose:
- la especie de árbol (su uso de recursos, hábito foliar,
profundidad de raíces, etc.),
- la tasa de crecimiento de los árboles,
- el nivel de cobertura de árboles,
- la profundidad del suelo y su textura, y la distancia a la
capa freática,
- el clima,
- la superficie total forestada de la cuenca y
- la distancia a cursos de agua superficiales.
La otra cara de la moneda: impacto de la falta de agua sobre
los árboles
La otra cara de la moneda de la relación recíproca entre
árboles y agua, se refiere al impacto de la sequía sobre el crecimiento y
supervivencia de los árboles, ya sea en bosques nativos como en forestaciones
con fines industriales o de remediación. La variabilidad climática, con mayor
frecuencia de eventos de sequía y temperaturas extremas, es una característica
distintiva del cambio climático global. A su vez, la actividad forestal se
vería particularmente afectada por estar relegada a zonas marginales para la
agricultura, por la lógica competencia con este uso del suelo más rentable en
el corto plazo. De acuerdo a la región, los efectos del cambio climático se
sobre-imponen entonces a las limitantes propias de los sitios de implantación.
Para enfrentar estos desafíos deben desarrollarse normas de manejo para
aumentar la adaptabilidad, y seleccionar genotipos más resistentes al estrés
ambiental.
En síntesis, la sustentabilidad en la producción forestal,
así como en otras actividades productivas, requiere de conocimiento que permita
la toma de decisiones a distintas escalas espaciales y temporales, y por parte
de distintos actores. En la Argentina, se viene trabajando en estas líneas
desde hace algunos años, con el compromiso de contribuir al desarrollo de la
sociedad sobre la base de actividades productivas rentables pero aplicadas con
una visión responsable para con el medioambiente y adaptadas al desafío que
impone el cambio climático global.
Fuente: INTA EEA Balcarce tomado de envio de pregon
agropecuario de ar
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