viernes, 25 de marzo de 2016

EMPRESA VERDES POR FUERA Y NEGRAS POR DENTRO

Las empresas verdes por fuera y negras por dentro
La necesidad de proteger al medio ambiente ha calado en la conciencia de millones de personas a nivel mundial Autor: Lázaro Hernández Rey, estudiante de Periodismo |
Chevron es una de las empresas más contaminantes a nivel mundial. Foto: AP
La necesidad de proteger al medio ambiente ha calado en la conciencia de millones de personas a nivel mundial, emparejado al in­cremento de los efectos del cambio climático y a las políticas diseñadas (y no siempre bien implementadas) para hacerle frente.
Producto de ello, hay muchos que optan por adquirir productos amigables con la naturaleza, en detrimento de aquellos que no lo son, razón por la cual numerosas compañías capitalistas, bajo la consigna de maximizar las ganancias a cualquier precio, han optado por incursionar en el marketing verde (aquel orientado a dar preferencias a mercancías ecológicas). La ambigüedad del término, el cual no define con claridad qué es beneficioso para el medio ambiente y qué no, constituye el punto por el cual varias corporaciones adoptan posturas ecológicas con el fin de aumentar dividendos mediante la ven­ta de los artículos. Tal práctica, conocida como lavado verde (green washing, según la terminología inglesa), pretende generar en la mente de los consumidores la idea de estar contribuyendo a la sostenibilidad ambiental mientras la empresa hace lo contrario. Los engaños más comunes están referidos a la atribución de cualidades “verdes” al producto cuando en realidad no los tiene, o los posee en una cantidad ridículamente menor a los efectos negativos que genera. También existen esa clase de artimañas cuando los beneficios ambientales de los artículos referidos no existen, carecen de importancia o pueden ser malinterpretados por el comprador; cuando más allá de la mentira deliberada (por ejemplo, mediante etiquetas de calidad no certificadas), se omiten fases del proceso de producción que resultan perjudiciales o se canjean los perjuicios por los efectos positivos en una desproporción abismal, respaldada por grandes campañas publicitarias. Y es precisamente en este sector donde se generan más de­sa­venencias y retrospecciones por parte de muchos consumidores comprometidos con el medio ambiente. Por medio de las tecnologías de la información y las comunicaciones las compañías recurren a la seducción mediante la referida publicidad o, al verse presionados por grupos de ecologistas, emplean instrumentos legales y jurídicos con tal de mantener intactos sus intereses. Ejemplos de ello lo constituyen las empresas de fracking (fracturación hidráulica) en Estados Unidos que, bajo leyes gubernamentales que privilegian sus beneficios, pueden explotar con total irrespeto los yacimientos cercanos a centros poblacionales sin recatar en las salud de las personas ni en las consecuencias ambientales, sobre todo en los daños al subsuelo y a las aguas subterráneas. En los países del Tercer Mundo la situación es más dramática. En Latinoamérica, sobre todo en países con gobiernos de corte neoliberal, las compañías mineras reciben generosas prerrogativas y, con una fachada ambiental, consiguen derechos de extracción sobre zonas ocupadas por poblaciones originarias o de gran importancia ambiental, como en el caso de las reservas ecológicas.  En África, la situación de expoliación tampoco resulta halagüeña y, lejos de disminuir, ha aumentado la expoliación por parte de corporaciones “verdes”, pues esta categoría, que funciona como una fachada perfecta y difícil de comprobar, es el pretexto ideal bajo el cual se lleva a cabo el saqueo sistemático de los recursos naturales de los países pobres, con regulaciones ambientales “más flexibles”. Como si eso fuera poco, viejas firmas conocidas por su huella ecológica negativa, tratan de asaltar los mercados verdes para desplazar las alternativas sustentables y afianzar su poder a nivel global.

Tal es el caso de la Chevron (antigua Texaco), consorcio petrolero estadounidense, vinculado a los casos de contaminación de los campos del Lago Agrio, en Ecuador, y que ahora, empleando su arsenal mediático, continúa entablando diatribas legales con el gobierno sudamericano mientras intenta mostrar una cara en favor del medio ambiente. En una situación similar se halla la British Petroleum (BP), causante del derrame del 20 de abril del 2010 en el Golfo de México. Numerosos expertos sitúan la recuperación de las consecuencias del derrame en varias décadas, pero eso no le impide a la BP camuflar sus páginas web con materiales de carácter ambientalista en pos de la conservación de la naturaleza. Obviamente, esto no significa el sinsentido del marketing verde. Existen experiencias positivas que han demostrado la viabilidad de apostar por el medioambiente. Otras soluciones provienen de instituciones dedicadas a prestar servicios ecológicos como el reciclaje (tanto de productos procesados como de materiales orgánicos en la agricultura), la elaboración de productos biodegradables, la realización de deforestaciones controladas y el suministro de alternativas para la utilización y ahorro del agua. A pesar de eso, prácticas vinculadas al lavado verde continúan siendo protagonistas de muchos falsos emprendedores sustentables al punto del patrocinio y financiamiento de documentales televisivos u otros materiales, por parte de las mismas empresas causantes del deterioro de la naturaleza. La inversión de conceptos de reciclaje y deterioro causados por la publicidad en muchos materiales audiovisuales o no, ha de ser contrarrestados por la observación  y denuncia ante la violación de las normas ambientales en cada país. TOMADO DE LA GRANMA DE CUBA 

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