PODEROSAS MICROALGAS En la FAUBA, un proyecto de
investigación y transferencia profundiza en el potencial de las algas
microscópicas para el agro y la industria. En esta nota les contamos las
ventajas de esta tecnología, desde el saneamiento ambiental hasta la generación
de compuestos de altísimo valor comercial.
Por Pablo Roset (SLT-FAUBA) Como el resto del mundo, nuestro
país tiene un interés creciente en el desarrollo de tecnologías amigables con
el ambiente. En ese sentido, desde 2008, investigadores de la Facultad de
Agronomía de la UBA (FAUBA) vienen trabajando con vistas a aprovechar las
potencialidades de las microalgas (plantas de una sola célula), ya sea desde el
puro interés científico como desde la transferencia de esta tecnología. Sus
usos son múltiples; entre otros, saneamiento de aguas contaminadas, generación
de energía y obtención de subproductos de alto valor comercial (como ciertos
antioxidantes y colorantes que valen cientos de dólares por gramo). "La
Dirección de Agroenergía, que depende del Ministerio de Agroindustria, nos
convocó junto a otros investigadores de diferentes instituciones
público-privadas del país que también trabajan en el tema de las microalgas.
Así surgió la Red de Microalgas de Argentina, con integrantes de todo el
país", le contó Juan Gori, docente de la cátedra de Bioquímica de la FAUBA,
al sitio de divulgación científica Sobre La Tierra. En el marco de la red, Gori
y un grupo de colegas recibieron un entrenamiento por parte del Ministerio de
Ciencia y Técnica, y así nació la Antena de Vigilancia Tecnológica en
Microalgas. Esta ’antena’ recopila información en tres grandes ramas de
interés: bioprocesos (es decir, diferentes formas de cultivar y/o de cosechar
las microalgas), biorremediación y bioproductos (todo lo que podemos obtener de
ellas: biodiesel, bioetanol, energías alternativas, carbohidratos, proteínas,
vitaminas y compuestos antioxidantes y colorantes de gran valor agregado).
"Ciertas moléculas que producen las microalgas, como por ejemplo la
astaxantina, un antioxidante muy importante, tiene actualmente un valor
comercial mayor a U$S7000 por kilo. Ajustando la tecnología, su producción es
posible", acotó el investigador. Suena cruel: para que las microalgas
produzcan compuestos de alto valor comercial, como los ya mencionados, hay que
estresarlas. "La producción tiene dos pilares. Por un lado, las
estimulamos en un ambiente controlado para que se multipliquen y produzcan
mucho material vivo (lo llamamos biomasa). Por otro, les generamos algún tipo
de estrés al cambiarlas de ambiente. Eso lo conseguimos pasándolas del agua
contaminada a otro contenedor donde se les genera algún ’problema’. Por
ejemplo, las dejamos sin nutrientes o les damos mucha luz. Al defenderse, las
microalgas producen aceites, vitaminas, antioxidantes, colorantes, y varios
compuestos más. Por ejemplo, los beta-carotenos son moléculas de alto interés
para la industria cosmética y farmacéutica", puntualizó Gori.
Efluentes nutritivos El
grupo de investigación de Gori trabaja en dos proyectos de biorremediación: uno
sobre efluentes de un tambo y otro sobre la parte líquida de los residuos
sólidos urbanos (o sea, el juguito que chorrea de las bolsas de basura), ambos
en la localidad de Lincoln, en la provincia de Buenos Aires. Al trabajar con
efluentes, los investigadores dejaron de gastar en sales para cultivar las microalgas
a usar las aguas contaminadas, ricas en nitrógeno y fósforo, como medio de
cultivo. "Al comparar los análisis químicos de las aguas ya biorremediadas
con los estándares del Código Alimentario Argentino comprobamos que, en los
parámetros medidos, son potables. Sin embargo, no son aptas para consumo humano
porque provienen de materia fecal o de basura en descomposición, y siempre
existe la posibilidad de que algún microorganismo patógeno se ’escape’. De
todas maneras, el agua se puede usar perfectamente para limpiar las
instalaciones del tambo o para riego, en lugar de emplear agua de pozo, que sí
es potable para las personas y los animales", le contó Juan a SLT.
A cada microalga le
llega su fotobiorreactor Juan Gori y su equipo estudian las microalgas a
varias escalas, y así se lo explicó a Sobre La Tierra: "A escala de
laboratorio usamos tubos de ensayo, recipientes de 1 a 2 litros y bateas de
entre 5 y 120 litros. El fotobiorreactor que construimos en la FAUBA contiene
70 litros. Es un tubo 3 metros de altura por 30 cm de ancho, ubicado en la
terraza de la cátedra. Si bien lo usamos para investigación, también nos sirve
para producir inóculo de microalgas para biorremediación, y tranquilamente
podríamos producir hasta 200 gramos de biomasa seca por cosecha. Por otra
parte, en nuestros proyectos en Lincoln ya nos movemos a escala piloto, con
piletones de entre 1500 y 2000 litros".Las tecnologías a emplear varían
según el volumen, el espacio disponible y el lugar físico donde se van a
aplicar. Ciertas empresas o industrias, como las ubicadas cerca del Riachuelo,
por ejemplo, no podrían construir piletones porque requieren mucha superficie.
En esos casos, los fotobiorreactores son ideales porque pueden ajustarse al
espacio disponible, desde patios hasta techos de edificios. "En la
actualidad estamos construyendo un sistema nuevo, un poco caro aún y en fase
experimental. Se basa en el uso de lo que llamamos ’encapsulados’ que son como
fotobiorreactores minúsculos con forma de ’pelotitas’. En su interior, por
métodos químicos, asociamos las microalgas con bacterias que promueven el
crecimiento vegetal. A estos minifotobiorreactores los colocamos en unos
filtros, siempre expuestos a la luz solar para que se produzca la fotosíntesis.
El agua contaminada entra al sistema donde están los filtros, fluye de forma
continua y sale descontaminada por el otro extremo. De esta manera nos
ahorramos el costo de separar el agua de las microalgas, que es bastante caro.
Lo estamos diseñando para permita obtener, además de los productos ya
mencionados, otros nuevos como bioinoculantes o biofertilizantes",
adelantó el investigador. Fuente: Prensa FAUBA TOMADO DE ENVIO DE RPEGON
AGROPECUARIO DE AR
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