Análisis e investigación de una tragedia inconclusa.
FUKUSHIMA, PUNTO FINAL DE LOS MITOS
NUCLEARES *
A cinco años de la crisis
nuclear
Esta crónica pretende ser un llamado que reafirme
el rechazo a la energía de origen nuclear y que ayude a comprender los enormes
peligros presentes en todo el ciclo, desde la minería a la gestión final de los
residuos. Argentina no está exenta de riesgos. Un Fukushima en potencia se
erige en Buenos Aires, a 100 km de capital federal. Con tres centrales
construidas y la cuarta por concretarse, la amenaza atómica estará siempre
latente. Lejos de pretender generar desasosiego, el presente trabajo
es una invitación a la denuncia y al compromiso ciudadano para impulsar un
cambio en la matriz energética que inicie la urgente transición a las
energías limpias, renovables y descentralizadas.
*Autor: Pablo Palicio Lada Movimiento Antinuclear del
Chubut www.machpatagonia.com.ar
Red Nacional de Acción Ecologista (RENACE)
El 11 de marzo de 2011 un terremoto
de magnitud 9 sacudió Japón generando el devastador tsunami que golpeó la costa
noreste de la isla con olas que superaron los 30 metros de altura.
El letal maremoto arrastraba casas, destruía pueblos y se llevaba 20.000 vidas.
Las pérdidas económicas se calcularon en cientos de miles de millones de
dólares. El más potente terremoto jamás registrado en ese país generaba
imágenes que recorrían el mundo como escenas del Armagedón. La destrucción del
fenómeno natural impactó en la audiencia mediática planetaria. Pronto nos
enteraríamos que en Fukushima se gestaba la peor tragedia nuclear civil de la historia
humana. Sus impredecibles consecuencias persistirán por cientos de años y su
final sigue siendo incierto. Si algún desprevenido todavía creía en el mito de
una industria nuclear limpia, segura y barata, y Japón lograba conservar cierta
aura de eficiencia y de infalibilidad tecnológica (a pesar de un amplio
historial de fugas radioactivas, incidentes y “accidentes”[1] en
sus plantas) Fukushima desterraría definitivamente esas fantasías.
La fusión del
núcleo de tres reactores del complejo Daiichi en las unidades 1, 2 y 3 y el
casi colapso de la pileta de desechos radioactivos de la unidad 4 escaparon a
cualquier escala de medición de accidentes que no contemplaban semejante
situación. Los reguladores nucleares nipones ni siquiera preveían que un
terremoto y un accidente nuclear pudieran ocurrir a la vez. Los peores
desastres de la historia, Three Mile Island en Estados Unidos y Chernobyl en
Ucrania -el más grave hasta ese momento-fueron resultado de la fusión de un
solo núcleo, y aun así, 30 años después, la tragedia de Ucrania nos sigue
recordando su vigencia, la emisión radioactiva nunca se detuvo. (Ver
recuadro aparte: comparación de casos) Imaginar el escenario de la
fusión de tres reactores en la pequeña isla de Japón y su prolongación en el
tiempo estremece.
Génesis de una tragedia En
la década de los años sesenta la compañía norteamericana General Electric
comenzó la construcción de la primera unidad del complejo nuclear Fukushima
Daiichi compuesto por seis centrales diseñadas íntegramente por la corporación
norteamericana. Los edificios con forma de cubo se ubican en línea frente
a la costa, aunque las primeras cuatro unidades se aprecian más próximas al
océano que las unidades cinco y seis, situadas tierra adentro y a mayor altura
sobre el nivel del mar. La decisión de General Electric de remover grandes
cantidades de suelo para que las primeras cuatro centrales queden cerca de la costa
se debió a motivaciones técnicas y económicas: de esta manera bombear el agua
para enfriamiento de las plantas colapsadas presentaría facilidades y menores
costos. Las unidades cinco y seis, construidas posteriormente, subsanaron este
error y se hicieron a mayor altura y distancia. Al día de hoy uno de los
problemas más serios en Fukushima es el agua subterránea que fluye directo a
los sótanos de las centrales, transformándola en un líquido altamente
radioactivo que debe ser bombeado y acumulado en miles de tanques distribuidos
sobre una enorme superficie.
Los tanques con agua
radioactiva se acumulan por todos lados
Aunque el terremoto por
si mismo ya había producido severos fallos en el complejo y éste (ni ningún
otro en el mundo) está preparado para un sismo de magnitud 9, la llegada del
tsunami con una ola de 15 metros de altura superó con facilidad la barrera de
contención que soportaba olas de sólo seis metros. El agua anegó las centrales
anulando los sistemas de suministro eléctrico de emergencia y otras
instalaciones vitales que impidieron el enfriamiento de los reactores y
provocaron la fusión en el núcleo de tres de ellos. Durante los primeros días
del desastre la empresa “Tokyo Electric Power Company” (Tepco) - la mayor
generadora de energía de Japón y tercera del mundo- negó la fusión e intentó
mostrar que tenía la situación bajo control. El jefe de gobierno de entonces
Naoto Kan[2] declaró que la compañía retaceó
información y lo dejó al margen de las decisiones; al punto de enterarse de la
primera explosión en las centrales a través de la televisión. Cuatro días
después del desastre, Tepco y la agencia reguladora nuclear japonesa,
minimizaban los riesgos ante el público pero secretamente pedían autorización
al primer ministro para que todos los trabajadores evacuen la planta porque de
otro modo probablemente morirían. Naoto Kan rechazó esta posibilidad, abandonar
las centrales implicaba la fusión en cadena de todo el complejo y
una emisión descomunal de radioactividad que hubiese hecho inhabitable a gran
parte del territorio de Japón. Esta confesión, salida de la boca de quien tenía
el mando en Japón, ejemplifica la gravedad de lo que estaba sucediendo por esos
días. Naoto Kan denunció también la existencia de una red de poder paralelo
llamada la “aldea nuclear”, un lobby atómico integrado por Tepco, y por políticos,
funcionarios e investigadores de la universidad que se encargan de suprimir
toda declaración en contra de la energía nuclear y evitar además la denuncia de
sus peligros. Son responsables de financiar partidos políticos, medios de
comunicación y tienen la capacidad de destruir carreras y realizar campañas
difamatorias. En Japón los barones del átomo manejan en las sombras los
resortes del poder.
Al igual que en
Chernobyl fueron seres humanos anónimos los que dejaron sus vidas para evitar
una catástrofe mayor. Los llamados “héroes de Fukushima” arriesgaron todo
manteniéndose en sus puestos en los primeros momentos. Cientos de voluntarios y
trabajadores de la central, con la ayuda de bomberos y militares, apagaron
incendios, restablecieron la electricidad, limpiaron escombros y bombearon agua
de mar para intentar enfriar los maltrechos reactores y las piscinas de
combustible. Muchos de ellos sucumbieron a la radioactividad, incluido el
director de la central de entonces Masao Yoshida, víctima de un cáncer de
esófago. En cierto modo el azar jugó a favor del pueblo japonés y
que la tragedia no fuera mayor: los primeros días el viento soplaba hacia el este
a través del océano pacífico con lo cual buena parte de la fuerte radiación de
esas primeras horas deambulaba sobre extenso mar. El 15 de marzo el viento rotó
hacia el noroeste contaminando Tokio[3], la
ciudad más poblada del planeta. La capital japonesa, de 36 millones
de habitantes, quedó severamente contaminada como pudo certificarlo el
prestigioso ingeniero nuclear estadounidense Arnie Gundersen,[4] analista
de muestras al azar en distintos puntos de la megalópolis. Luego de
examinarlas, concluyó que en Estados Unidos serían consideradas como desechos
radioactivos peligrosos. La otra razón azarosa es que el accidente sucedió un
viernes, detalle increíblemente importante porque de haber ocurrido al día
siguiente -durante un fin de semana- otro sería el destino de Japón.
Al momento del desastre había unos 1000 trabajadores ubicados entre Fukushima
Daiichi y Fukushima Daini que pudieron llegar rápidamente al lugar del
siniestro. Durante los fines de semana el staff se reduce al mínimo porque
Tepco (como la mayoría de las centrales nucleares) no quiere correr con el
costo de mantener todo el equipo de trabajo en los días de descanso. Con las
carreteras destruidas por el terremoto, los trabajadores habrían estado
demasiado lejos como para llegar a tiempo. Es difícil predecir cuál hubiera
sido el escenario ante esta situación, pero hay muchas probabilidades de que
hubiesen perdido el control del lugar y con esto los niveles de radiación
emitidos habrían impedido acercarse a Fukushima. La corrupta industria nuclear
cree que los desastres respetan feriados. Tepco no escapa a la
conducta habitual de las corporaciones nucleares que pretenden ocultar la
realidad de una actividad inviable que condena a un futuro incierto la vida de
las presentes y futuras generaciones. Decenas de radioisótopos generados en los
fusionados reactores de Fukushima infectarán la tierra por miles de años. El
objetivo de la empresa y del gobierno es mostrarle al público que Fukushima
es un problema que puede resolverse, un error humano o una tragedia natural que
se arregla con más medidas de seguridad y controles, justificando de esta
manera la puesta en marcha de los 48 reactores nucleares que
estuvieron apagados durante cuatro años[5],
permitiéndoles continuar por el camino nuclear en una de las regiones más
sísmicas del planeta. Un camino que podría conducir al abismo. Tepco
contaba con un amplio historial de mentiras, engaños y corrupción. Durante
décadas falsificó documentos que evidenciaban graves problemas: fisuras en el
reactor, fugas radioactivas, violación de medidas de seguridad. El ingeniero
nuclear Yukitero Naka vio como silenciaban las advertencias sobre estos
problemas. Kei Sugaoka inspeccionó durante años las centrales de Fukushima y
sufrió la falsificación y el ocultamiento de sus lapidarios informes. Esta es
la ética de la corporación nucleoeléctrica que sigue al frente de las
operaciones para decomisar el complejo nuclear de Fukushima y poner bajo
control un desastre -que a cinco años de iniciado- está lejos de lograrse. Cinco
años de constante emisión radioactiva Adentrarse en el distrito de Futaba
donde se encuentra la prefectura de Fukushima, sus pueblos y aldeas, es viajar
en el tiempo cinco años atrás. La imagen congelada de casas abandonadas,
comercios cerrados y calles desiertas nos llevan al escenario de un paisaje pos
apocalíptico. Más de 200.000 personas abandonaron sus hogares partiendo hacia
otros rumbos y alrededor de 20.000 viven aún en residencias temporales, en una
suerte de módulos minúsculos en la que habitan familias enteras fuera de la
zona de exclusión. Muchos de los que quedaron en los módulos son ancianos que
mueren con la tristeza del desarraigo y la vana esperanza de poder regresar
alguna vez a lo que fue su hogar. Alrededor de 130 personas se quitaron la vida
por depresiones vinculadas al desastre nuclear, son las víctimas silenciadas de
Fukushima.
Módulos temporales preparados para usarlos
durante dos años
Las carreteras vacías
son un testimonio de la devastación causada por el desastre. Crédito: Dailymail
Al perder refrigeración
los núcleos de los reactores 1, 2 y 3 se recalentaron a temperaturas tan
elevadas que comenzaron a derretirse fundiendo todo a su paso y llevando
consigo el combustible que estaba fisionando en el reactor. El zirconio (metal
que recubre las barras de combustible) cuando se funde reacciona con el agua
generando hidrógeno. Este gas es extremadamente inflamable y fue el que hizo
volar por los aires los edificios de los tres reactores liberando enormes
cantidades de elementos radioactivos. La reconocida doctora
australiana Hellen Caldicott[6] explica
claramente lo sucedido: “Se estima que el 15 de marzo -en cuestión de horas-
escaparon a la atmósfera tres veces más gases nobles que los liberados en
Chernobyl. Estos gases son emisores de radiación gamma de muy alta energía,
similares a los rayos x, penetran el cuerpo humano y al ser inhalados se
instalan en los pulmones y en los tejidos grasos exponiendo a los órganos
cercanos a la radiación gamma. El cesio y el yodo 131 son también emisores de
radiación beta y gamma, entran en el cuerpo por inhalación o ingestión. Otro
elemento muy peligroso es el estroncio 90, tóxico por 100 años, análogo al
calcio se concentra en los huesos, los dientes y la leche materna, puede causar
cáncer de huesos, leucemia o cáncer de mama. Pero alrededor de otros 100
elementos radioactivos fueron también liberados durante las semanas y meses del
accidente y miles de personas fueron expuestas a nubes de radiación” Esta
explicación es vital para comprender la imagen desolada del comienzo en la
prefectura de Futaba, territorio entregado a las miasmas radioactivas liberadas
de la caja de pandora que se abrió en Fukushima.
El producto de la fusión
del núcleo de los reactores es una masa negra similar al magma de un volcán.
Arrastra consigo las más temibles sustancias inventadas por la industria. Uranio,
plutonio y otros elementos radioactivos y metales fundidos están presentes en
el magma atómico llamado “corium” en la jerga nuclear. En Chernobyl se tomaron
fotografías del mismo y se lo conoce como la “pata de elefante”. Al día de hoy
la pata de Chernobyl sigue siendo letal; en Fukushima mataría a una persona en
minutos. El “corium” es la materia de los 6 extremos: extremadamente potente,
tóxica, radiactiva, caliente, densa y corrosiva. Esta lava ardiente atravesó la
gruesa vasija de acero de contención de los reactores y se encuentra sobre la
base de hormigón de los mismos, aunque nadie puede aproximarse para comprobarlo
fehacientemente. Ni siquiera los famosos robots japoneses que resultan
inutilizados ante la radioactividad. Esta es la razón por la que el agua que
entra en los sótanos de las centrales (construidas demasiado bajas para ahorrar
costos) sale altamente radioactiva. Desde el comienzo del desastre una parte
del agua termina en el mar a un ritmo de 300 toneladas diarias. Más de 500 mil toneladas
vertidas contaminaron el océano pacífico y las consecuencias de la acumulación
radioactiva en los ecosistemas marinos planetarios comienzan a notarse aunque
los gobiernos se empeñen en negarlo. La repentina muerte de focas, orcas,
estrellas y leones de mar, devastados por extrañas enfermedades (pérdidas de
pelo, llagas supurantes y úlceras en la piel) a lo largo de toda la costa del
pacífico, desde Alaska hasta México, no fue tenida en cuenta para profundizar
las investigaciones. Daniel Madigan, investigador de la universidad
estadounidense de Stanford capturó atunes rojos apenas seis meses después del
accidente, concluyó que “de manera inequívoca los atunes rojos están
transportando partículas radioactivas procedentes de Fukushima”. Otras 400 toneladas
diarias del agua que fluye a través de los reactores son acumuladas en miles de
tanques provisorios construidos a toda prisa. Sus costuras se abren, las
mangueras pierden y las fugas son constantes, si hubiera un nuevo terremoto
todo ese agua iría derecho al mar. En una de las filtraciones descubiertas las
mediciones se contaron en 2200 milisieverts por hora. Se estima que
era radiación beta incapaz de atravesar la ropa de los trabajadores, de haber
sido radiación gamma[1][7] los hubiera matado en pocas
horas. Para contener el agua radioactiva Tepco y el gobierno planearon la
construcción de un faraónico muro de hielo de U$S 400 millones que congele los
suelos para intentar impedir el contacto del agua con los reactores. Aunque
voces calificadas se alzaron diciendo que no servirá para nada, pronto
comenzará su construcción. Científicos y personalidades de todo el mundo
reclamaron la intervención de una misión internacional de expertos que ayude
para encontrar soluciones a un desastre que afectará a toda la humanidad,
denuncian incapacidad técnica, ética y económica de la corporación Tepco para
seguir al frente de tan titánica tarea.
La piscina de combustible
del reactor Nº 4
Cada día que pasa se estarán moviendo
barras de combustible agotado en alguna de las 430 centrales nucleares
existentes alrededor del planeta. Computadoras especialmente diseñadas
manipularán un brazo robótico para extraerlas, manteniendo convenientemente alejados
a los seres humanos. Los sistemas informáticos calculan milimétricamente los
movimientos que se harán a través de grúas automatizadas. Transportar las
barras de combustible agotado desde el núcleo del reactor hasta la pileta para
su enfriamiento es una tarea sumamente delicada, aun en las mejores
condiciones. El reactor Nº 4 del complejo Fukushima Daiichi se encontraba
detenido por mantenimiento el día del terremoto, por lo que todo el combustible
en uso estaba en la piscina. Esto significa que algunas de las barras estaban
altamente irradiadas y muy calientes. La función de la pileta es justamente
contener el combustible agotado enfriándolo durante años para recién después
poder reutilizarlo o darle una disposición final; el combustible que más tiempo
lleva estará más frio y habrá decaído parte de su radioactividad. La piscina
del reactor cuatro contenía 450 toneladas de combustible nuclear, distribuidas
en 1.535 barras de las cuales 1.231 estaban irradiadas y en su
interior había aproximadamente 37 millones de curies de radioactividad de largo
plazo. ¿Qué nos indica esto? Que si hubiera acontecido un nuevo evento sísmico
generando una reacción en cadena dentro de la pileta, se hubiesen liberado 10
veces más cesio 137 que en el accidente de Chernobyl
La humanidad estuvo en
peligro.
La pileta del reactor Nº 4 fue construida entre el
cuarto y el quinto piso a 30 metros de altura. El potente sismo de
magnitud 9 dañó severamente la edificación. Como señala el experto Arnie
Gundersen, en las primeras horas del accidente la pileta debió haber perdido
agua generando una reacción en cadena parcial que hizo saltar el techo por los
aires. La integridad estructural del edificio se encontraba dañada y
apuntalada, con un nuevo sismo la pileta habría caído al suelo, o hubiese
sufrido rajaduras que habrían liberado todos los elementos radioactivos
presentes. Era conocido que no podía resistir un nuevo terremoto que supere el
grado 7 de la escala Richter y para colmo de males los sismólogos más
destacados de Japón predicen que existe un 98% de probabilidades de que esto
ocurra en los próximos años. ¿Cuáles serían las consecuencias del peor
escenario? La destrucción de la pileta del reactor 4 o la pérdida total del
agua refrigerante habría iniciado una serie de eventos de carácter apocalíptico
que al decir de Gundersen y otros reconocidos científicos implicarían que
“la gente abandone Japón y los residentes de la costa oeste de EEUU y Canadá
cierren todas sus ventanas y permanezcan al interior durante un tiempo”. Si la piscina
se hubiese roto quedando sin agua, el combustible se habría calentado
provocando un estallido que hubiese liberado una gran cantidad de sustancias
radioactivas dispersándose sobre una extensa área. La radiación resultante
habría impedido acercarse a todo el complejo disparando nuevas reacciones en
cadena en todas las barras de combustible usado del resto de los reactores. No
eran teorías conspirativas o exageraciones para generar pánico, era una
terrible realidad denunciada por muchas personalidades. Existen más de 11.000
barras de combustible agotado en todo el complejo, la cantidad de Cesio 137,
por nombrar uno de los peligrosos radionucleidos presentes, es alrededor de la
mitad de Cs 137 liberado en todas las pruebas nucleares, accidentes como Chernobyl
y plantas de reprocesamiento de todo el planeta en los últimos 60 años: algo
así como casi 100 Chernobyl. Muchas voces y ciudadanos independientes del mundo
se alzaron denunciando esta situación. El ex embajador de Japón ante Suiza
Mitsuhei Murata declaró que el derrumbe del edificio de la unidad 4 habría
afectado también a la pileta común ubicada a solo 50 metros que contiene 6.375
barras de combustible. Murata aseguró en ese momento “que esto causaría
una catástrofe global nunca vista. La responsabilidad de Japón ante el resto
del mundo es inconmensurable” Akio Matsumara ex asesor en la ONU envió una
desesperada carta[8] al Secretario General
de Naciones Unidas Ban Ki-Moon solicitando la “intervención de un equipo
internacional de expertos independientes” liderado por la ONU. Para argumentar
el pedido escribía que ante la posibilidad del colapso de la piscina de
combustible “incluso en el mejor de los casos sería una catástrofe mundial sin
precedentes. Las posibles consecuencias son la evacuación de 35 millones de
habitantes de Tokio, el desuso permanente de la tierra de Japón, y el
envenenamiento de los cultivos de alimentos en los Estados Unidos. Estas no son
proyecciones fantásticas, son razonablemente expectativas conservadoras”,
alertaba Matsumara. La consultora internacional Holophi especializada en temas
de alta complejidad realizó un informe especial[9] en
donde destacaba las estimaciones de estroncio, cesio y plutonio presentes en la
pileta del reactor 4 y en todo el complejo, y analizaba distintos escenarios en
caso de accidente. Sus conclusiones coincidían con los temores de Murata y
Matsumara y recomendaba a los ciudadanos presionar a los gobiernos para
que tomen acción.
Tepco inicia la remoción de las barras de combustible de
la pileta colapsada
En noviembre de 2013 Tepco comenzó a mover las barras
de combustible de la pileta del reactor Nº4[12].
La tarea más peligrosa e importante realizada a la fecha. Para llevarla
adelante debieron desarrollarse tecnologías nunca probadas. Recordemos que el
edificio voló en pedazos y los sistemas informáticos junto con las grúas
automatizadas desaparecieron. Durante dos años Tepco construyó un nuevo
edificio que rodea y tapa la pileta, también colocaron grúas que se apoyan en
estas nuevas estructuras construidas por fuera de la edificación antigua (lo
que demuestra la debilidad estructural del edificio de la unidad 4
que no podía soportar el peso de la grúa). La tarea que antes realizaba
milimétricamente una computadora, la hicieron manualmente trabajadores
expuestos a un ambiente de altísima radiación, que trabajaban con trajes y
máscaras que reducían la visión, bajo estrés constante y que debían ser
reemplazados de sus puestos regularmente debido a niveles radioactivos que
superaban los límites permitidos rápidamente. El plan de Tepco fue introducir
una barrica de acero dentro de la pileta para luego insertar las barras de
combustible, una por vez dentro de la misma. La barrica, que permanecía con
líquido en su interior (caso contrario explotaría), era elevada por otra grúa
que la introducía en un camión que la transportaba hasta la pileta contigua que
se encuentra en buen estado. Debieron repetir esta operación 1.535 veces. Hemos
citado en este trabajo al ingeniero nuclear norteamericano Arnie Gundersen por ser
una voz con autoridad. Gundersen tiene más de 40 años de experiencia en altos
cargos de la industria nuclear, trabajó en la fabricación de barras de
combustible, construyó y operó reactores. Como a tantos científicos la realidad
de esta industria fatídica lo llevó a cruzar a la vereda opuesta, hoy preside
“Fairewinds Energy Education” un centro de información y educación que intenta
desmitificar las bondades de la energía nucleoeléctrica. El ingeniero nuclear
cuestionó los planes de Tepco para retirar las barras porque subestimaban los
peligros implícitos. La tarea debía realizarse con sumo cuidado, el más mínimo
error podía haber disparado una reacción en cadena. Al decir de Gundersen no se
podía saber con exactitud el estado de las barras y varillas de combustible.
Dentro de la pileta cayeron pequeños escombros que no pudieron ser retirados,
hubo una explosión y era posible que las barras al haberse calentado estuvieran
deformadas, temía Gundersen. “Imagínese que está retirando cigarrillos de un
paquete lleno”, ejemplifica. “Si el paquete no está dañado se podrá retirar un
cigarrillo sin problemas, ahora si usted aprieta el paquete y lo deforma, el
cigarrillo se atascará”. De manera análoga las barras se encuentran muy juntas
en una caja, si estuvieran deformadas, el más mínimo roce podría haber desatado
una reacción en cadena. La riesgosa tarea en la piscina del reactor cuatro
finalizó en noviembre de 2014, pero queda por delante un desafío aún más
difícil: retirar el combustible agotado de las piletas y de los núcleos de los
fusionados reactores 1, 2 y 3. Esta tarea deberá realizarse a distancia debido
a los altos niveles de radiación que impiden la presencia humana. El comienzo
de los trabajos en la piscina del reactor 1 fue anunciado para 2019 y del combustible
de la unidad para 2025. Es imposible pensar –en el mejor de los casos-
desmantelar el complejo antes de 2050. Y habrá que cruzar los dedos para que
nada salga mal. Los antecedentes de Tepco no llaman a la confianza, en estos
últimos años mintieron constantemente y fracasaron recurrentemente
en encontrar soluciones a los problemas. Incluso situaciones tan ridículas como
la acción de roedores sobre los cables de alimentación llevaron a
interrupciones del suministro eléctrico que pusieron en peligro nuevamente -al
menos en dos oportunidades- al complejo Fukushima Daiichi.
Inexplicablemente el gobierno hizo oídos sordos a todas estas advertencias. Un
periodista del diario japonés “Mainichi” pudo visitar la pileta del reactor 4 y
cubrir lo que estaba sucediendo allí dentro mientras trabajaban en la remoción
de las barras de combustible. Escribía el reportero[13]:
“las escenas reales de la devastación ponen de relieve un duro camino por
delante para desmantelar las instalaciones, una tarea desalentadora que
probablemente tenga 40 años por delante” “Las instalaciones nucleares
paralizadas por el tsunami permanecen regadas de escombros tres años después
del estallido de la crisis nuclear”. Una frase escrita como un mantra sobre un
pilar de acero donde realizaban la peligrosa tarea ejemplifica la presión a la
que estaban sometidos los trabajadores: “¡No caiga! ¡No deje caer! ¡No quede
atrapado!” si hubiese sucedido cualquiera de estas cosas mientras manipulaban
las grúas que retiraban las barras de la pileta, sus vidas habrían tenido los
minutos contados.
Esclavos nucleares en
Fukushima
Las potencias occidentales aseguraban que el accidente
de Chernobyl había ocurrido porque el gobierno comunista era corrupto y no
contaba con la tecnología apropiada acusando a la antigua URSS de imponer un
férreo manto de silencio para ocultar aquella tragedia. El desastre de
Fukushima ocurrió en uno de los países capitalistas más organizados. Para buena
parte del imaginario popular Japón es sinónimo de robots, honor y
pujanza económica. La antigua Unión Soviética entregó a los llamados
“liquidadores” a una muerte segura, miles de ellos fueron llevados por la
fuerza o bajo engaño a inmolarse frente al reactor ardiente. Por el contrario
en Japón poco después del accidente los “héroes de Fukushima” recibían el
premio Príncipe de Asturias de la Concordia, por su valor y ejemplo. Tres años
después una investigación de la agencia Reuters[14] y
otra del diario El Mundo[15] de España
dejaban en evidencia que los “héroes” habían sido reemplazados por indigentes,
desempleados sin recursos, personas endeudadas y mendigos que viven
en las calles. Mediante subcontrataciones de empresas que reciben fondos de
Tepco son reclutados por los Yakuza, la poderosa mafia japonesa. Expuestos a
altas dosis radioactivas trabajan sin máscara ni traje de protección, no tienen
seguro médico, no reciben formación y una vez que enferman son desechados sin
ninguna compensación. Son los esclavos nucleares de Fukushima. Su paga: poco
más que un plato de comida. Un “empleado” de la ciudad de Mito declaraba: “No
recibimos comidas o máscaras protectoras, el trabajo de descontaminación es
como un gran campo de concentración” La necesidad de renovar constantemente el
plantel de trabajadores que han recibido el máximo de radioactividad permitida
puso a los Yakuza como intermediarios finales para reclutar a los que no tienen
opción, a los pobres de la tierra. “Más de 50.000 empleados pasaron por la Zona
de Exclusión Nuclear y las previsiones indican que se necesitaran otros 11.000
cada año. A pesar de todo Tepco apenas cubre dos tercios de sus necesidades de
mano de obra en Fukushima”, asegura el demoledor informe. En Ucrania los
“liquidadores” eran soldados, campesinos y bomberos, cientos de miles murieron
de cáncer y enfermedades, pocos llegaron a los 50 años de vida. El moderno
Japón también ofrenda sus “liquidadores” al dios del átomo, en la democracia
occidental el ejército de reserva es la mano de obra desempleada, los pobres;
sus violentos reclutadores, la mafia. Queda claro que en los desastres
nucleares la ideología no hace diferencia.
En el país del fascismo naciente En Japón
empieza a fortalecerse un Estado autoritario que parece estar
dirigido por lo que el ex primer ministro Naoto Kan llamó “la aldea nuclear”, a
la que nos referimos al comienzo. En noviembre de 2012, coincidiendo con el
inicio de los trabajos en la pileta del reactor 4, el gobierno del conservador
Shinzo Abe promulgó una polémica ley de secretos de estado que castigará hasta
con 10 años de cárcel a quien divulgue secretos nacionales, llamados “secretos
especiales”, definidos de manera vaga y dando la posibilidad a que cuestiones
como la difusión de lo que ocurre en Fukushima, pueda ser clasificado dentro de
esta categoría. Defensores de derechos humanos, periodistas y ciudadanos creen
que esta ley restringirá el derecho a la información. El gobierno de Abe se
manejó de manera poco transparente sobre todo respecto a la información sobre
Fukushima, “los funcionarios de gobierno sistemáticamente limitaron sus
informes sobre las condiciones ambientales después del desastre, en detrimento
de la salud de muchas personas”, destaca el portal Gloval Voices. La
organización Médicos por la Responsabilidad Social[16] (PSR,
por sus siglas en inglés) calificó como normas “sin conciencia” a los niveles
de radiación permitidos en las escuelas primarias y secundarias de la
prefectura de Fukushima. El gobierno declaró como “segura” la exposición a 20
milisieverts por año para los niños que utilizan los patios de recreo en la
región. PSR denunció que con esos niveles permitidos se los exponen a un riesgo
de 1 en 200 de contraer cáncer y si están expuestos a esta dosis durante dos
años, el riesgo es de 1 en 100. Para los médicos ganadores del premio nobel de
la paz en 1985 “no hay manera de que estos niveles de radiación sean
considerados como seguros”. Mientras estas mentiras se desparraman,
en los hospitales de Japón los doctores reciben órdenes de sus superiores de no
decir a los pacientes que sus problemas están relacionados con la radiación,
pero recientes estudios demuestran que el cáncer de tiroides en niños[17] está comenzando a dispararse mucho antes
de lo esperado. En Chernobyl los impactos masivos en la salud comenzaron cuatro
años después del accidente nuclear. Con los alimentos y cultivos en la zona (y
en todo el país) altamente contaminados, es de esperarse que la incidencia
exponencial de todo tipo de cáncer y enfermedades relacionadas con la
radiación, devaste la salud de la población. El gobierno japonés se propone
silenciar esta realidad promoviendo leyes que restringen la información. Pero
la mayor cortina de humo es sin dudas el anuncio de la realización de los
juegos olímpicos 2020 en Tokio, que contó con la irracional aprobación del
comité olímpico que no consideró los riesgos a los que someterán a los
deportistas en una ciudad que tiene importantes niveles de contaminación
radioactiva[18]. Mientras tanto un régimen
nuclear en las sombras sueña con reactivar[19] todas
las centrales apagadas. Por esta razón se hace lo posible para que
parezca que Fukushima tiene solución y rechazan la posibilidad de construir un
sarcófago como en Chernobyl. El ingeniero nuclear Arnie Gundersen sugiere
“cubrir todo con hormigón y alejarse por 100 años”. Creemos que la respuesta
más clara al rechazo de esta posibilidad la dio el escritor japonés Hirose
Takashi cuando dijo: “aceptar la solución del sarcófago significa
admitir que estuvieron equivocados y que no podrán arreglar las cosas.
Significa la derrota de la idea de la energía nuclear, una idea que sostienen
con casi una devoción religiosa. Y no significa solamente la pérdida de esos
seis (o diez) reactores, significa cerrar todos los demás también, una
catástrofe financiera. Si pudieran al menos enfriarlos y ponerlos en marcha
otra vez, podrán decir “ven la energía nuclear no es tan peligrosa después de
todo”. Fukushima es un drama con el planeta entero observándolo, que puede
terminar en la derrota o la victoria de la industria nuclear”
Estamos convencidos que en estas palabras se resume el
título de nuestro trabajo. Fukushima es el punto final a todos los mitos
nucleares. El colapso del complejo nuclear Fukushima Daiichi determinará el
final de la industria nuclear planetaria, sería cuestión de tiempo. Entonces se
habrá evitado que la pesadilla del genial cineasta japonés Akira Kurosawa
reflejada en el corto “El Fujiyma en rojo”[20] de
la película “Los sueños de Kurosawa” se haga realidad. En solo siete minutos el
premonitorio film resume el espanto de la energía nuclear. El drama ronda en
los diálogos de los últimos sobrevivientes de la explosión de seis reactores
nucleares en Japón (increíblemente la misma cantidad del complejo Fukushima).
Una mujer que carga un bebé en su espalda entabla un dramático diálogo con un
hombre de la industria atómica:
- “Nos
dijeron que las plantas nucleares eran seguras. El peligro son los errores
humanos no la planta en sí misma”. “No habrá accidentes, no hay peligro. Eso
fue lo que dijeron. ¡Qué mentirosos! ¡Si no los cuelgan por esto, los mataré
con mis propias manos!”-. Grita desesperada la mujer
- “No
te preocupes. La radioactividad los va a matar”.- Responde el funcionario “Lo
siento…yo soy uno de esos que merece morir”, finaliza.
Las caras se iluminan, la
radioactividad se acerca. En la siguiente escena el burócrata del átomo se
habrá arrojado al mar. ¿Será ese el destino de Japón? ¿Exageramos al pensarlo?
Estamos convencidos que sólo el compromiso de los
pueblos alrededor del mundo pondrá fin algún día a esta irracional manera de
obtener energía. Las plantas nucleares nos enfrentan al fantasma de la bomba
atómica, al drama sin solución de los residuos radioactivos y a la posibilidad
de otro Chernobyl o de otro Fuksuhima. La sola acumulación de elementos
radioactivos pululando la tierra durante milenios pone en riesgo la existencia
humana. ¿Con qué derecho condenamos a decenas de generaciones?
Es el momento de abjurar de la energía nuclear, el planeta
no puede soportar otro Fukushima. Socializar la información es un deber que
todo ciudadano comprometido con la vida debe asumir. Quedarse al margen es
inmoral.
[1] Si
bien en el texto respetaremos la palabra “accidente”, advertimos
una diferencia fundamental que nos lleva a preferir el uso del término incidente por accidente en
la actividad nuclear. Suelen presentarse como sinónimos pero, en nuestra
opinión, la actividad nuclear provoca riesgos insalvables,
originados por sí misma, que no deberían considerarse como accidentes. Incide significa
que incurre, comete, quebranta. Accidente, en cambio, lo asociamos
a circunstancia, un hecho que pudo haber sido salvado. El funcionamiento de las
centrales atómicas tiende inevitablemente a generar desastres per se que inciden en
su causa.
[2] “La mentira de
Fukushima” documental de la televisión alemana, incluye declaraciones del ex
primer ministro Naoto Kan https://www.youtube.com/watch?v=AOHIv7kffFs
[3] El ex primer ministro
Naoto Kan declaró recientemente que si el viento hubiese venido del norte
tan solo un día de esos primeros momentos, grandes áreas de Tokio habrían sido
contaminadas obligando la evacuación de la capital. Kan admitió que
esto habría significado “el colapso de nuestro país” y citó “una serie de
coincidencias afortunadas” por las que esto no ocurrió, a las que llamó “divina
providencia” http://www.psr.org/assets/pdfs/fukushima-report.pdf
[4] “Muestras del suelo de
Tokio deberían considerarse desechos nucleares en EEUU” https://vimeo.com/38995781
[5] A la fecha de este
informe hay cuatro reactores funcionando. En agosto de 2015 se puso en marcha
el primer reactor nuclear pos desastre. El cuarto reactor entró en
funcionamiento en febrero de 2016 en la central de Takahama, pero una semana
después debió detenerse nuevamente debido a una fuga de líquido radioactivo. A
los pocos días fue reactivado a pesar de la fuerte oposición pública.
[7] “Los rayos gamma son
particularmente dañinos, porque penetran los tejidos humanos con gran
eficiencia como lo hacen los rayos X. En consecuencia, el daño que
causan no está limitado a la piel. En cambio, la piel detiene casi todos los rayos
alfa, y los rayos beta solo consiguen penetrar aproximadamente 1cm más allá de
la superficie de la piel. Por lo tanto, ni uno ni otro son tan peligrosos como
los rayos gamma a menos que la fuente de radiación entre de alguna manera en el
cuerpo. Dentro del organismo, los rayos alfa son particularmente peligrosos
porque transfieren su energía al tejido circundante e inician daños
considerables (…)” Fuente: “Razones que nos permiten oponernos a la
energía nucleoeléctrica”, Javier Rodríguez Pardo.
[8] Carta abierta al
Secretario General de la ONU Bank i-moon: http://akiomatsumura.com/2013/05/tomemos-accion-en-fukushima-carta-abierta-para-el-secretario-general-ban-ki-moon.html
[9] “Estimación del
potencial impacto del fallo de la piscina de combustible agotado de la unidad 4
de Fukushima Daiichi” http://web.archive.org/web/20140329180323/http://www.holophi.ch/resources/Holophi-Special-Report-on-Fukushima-SFP-4-r.pdf
[10] “Chernobyl fue la
causa de la caída de la Unión Soviética” http://edant.clarin.com/suplementos/zona/2006/04/23/z-03503.htm
[11] “Japón cierra 2011 con
déficit comercial por primera vez desde hace 30 años”. http://www.elmundo.es/elmundo/2012/01/25/economia/1327480833.html
[12] El reactor Nº 4 del
complejo Fukushima Daiichi se encontraba parado por recarga, por esta razón la
pileta contenía una cantidad inusual de barras de combustible altamente
irradiado. Los reactores 5 y 6 también estaban detenidos por
mantenimiento. De haber estado en marcha los seis reactores
nucleares el accidente podría haber sido mucho más grave.
[13]Nota de prensa del diario
Mainichi http://web.archive.org/web/20140309073549/http://mainichi.jp/english/english/newsselect/news/20140305p2a00m0na013000c.html
[14] “Trabajar en
Fukushima: sueldo bajo, riesgo alto, y la mafia japonesa”. http://www.publico.es/internacional/477660/trabajar-en-fukushima-sueldo-bajo-riesgo-alto-y-la-mafia-japonesa
[15] “Los mendigos
que limpian la nuclear por dentro”.
http://www.elmundo.es/cronica/2014/02/02/52ecb785268e3ec34f8b456b.html
Enviado por renace en red foroba
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