Queridos amigos:
Quiero compartir con ustedes la aparición de mi última obra,
referida a los aspectos ecológicos y ambientales de la Antigüedad clásica.
Este libro analiza las condiciones del medio ambiente en la
cultura grecorromana durante la época clásica. Es una herramienta para la
educación ambiental. Cada cultura, cada forma de organización de los seres humanos
tiene una particular relación con el medio natural que le sirve de soporte. Esa
relación es producto de su historia, como todo lo que hacen los seres humanos.
Así, la historia ambiental permite comprender procesos sociales que de otro
modo quedarían ocultos.
En este libro vemos una megalópolis de hace 2 mil años con
problemas semejantes a los actuales, los efectos políticos de la
superpoblación, los comienzos de la contaminación en gran escala y un modo de
diseñar ciudades que aún influye sobre nosotros.
En Grecia y Roma hay dioses que cuidan que la corriente de
los ríos se mantenga limpia, tiranos que mejoran la vida en sus ciudades y
bárbaros que se mueven al ritmo del cambio climático.
Veremos un médico que descubre las enfermedades ambientales,
un naturalista que denuncia la infame explotación de los mineros y un
arquitecto que advierte por qué no debemos usar cañerías de
plomo.
En este libro encontraremos una faceta casi desconocida de
la rica y compleja vida cotidiana de otros tiempos.
Quiero contarles además que voy a estar a cargo del
Observatorio Ambiental de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos
Aires, organismo conducido por Alejandro Amor. El miércoles 8 de junio vamos a
presentar el Observatorio y su primer informe, que es sobre la gestión
ambiental de pilas y baterías usadas. Es a las 14 horas, en Belgrano 673,
Ciudad de Buenos Aires.
En esta entrega ustedes reciben:
Un fragmento del libro, sobre el impacto del Circo Romano
sobre la fauna y el ambiente de esa época.
El modo de acceder a mi libro sobre el ambiente en la época
clásica, con dos opciones:
o Ustedes pueden
bajar gratuitamente mi copia de autor del libro completo en el enlace que les
indico más abajo, o
o Las personas
interesadas en comprar la copia impresa pueden ponerse en contacto con la
Editorial en el enlace que va al final de este mensaje.
La tapa de mi último libro.
La invitación a la jornada de lanzamiento del Observatorio
Ambiental de la Defensoría del Pueblo.
La obra de arte que acompaña esta entrega es una escena de
la captura de elefantes para el circo romano. Es un mosaico que se encuentra en
Piazza Armerina, Sicilia.
LA TRISTE SUERTE DE LOS LEONES
Estamos habituados
a condolernos de los primeros mártires cristianos y admirar su coraje al
enfrentar a los leones y morir por su fe. Tanto, que eso nos lleva a olvidar a
los otros protagonistas de la misma tragedia. ¿Nos preguntamos, acaso, qué les
pasó a los leones? Les sucedió lo mismo que a los santos, sólo que un instante
después, ya que el circo romano fue una de las más formidables máquinas de
muerte de la Antigüedad.
Roma era un sitio
incómodo para vivir, con hambrunas e inundaciones, con pestes, incendios y
derrumbes. Para entretener a la gente que sufría éstas y otras calamidades, y
para garantizar el apoyo político a las figuras de turno, se inventa la fórmula
de panem et circensis, aludiendo al reparto público de trigo y a la reiteración
de espectáculos sangrientos que servían para canalizar la violencia colectiva.
Y no era sólo el Coliseo: todas las ciudades romanas tenían sus arenas, aún las
ubicadas en las colonias de España o de África.
El Imperio
necesitaba de enormes batidas de caza en toda su periferia para alimentar el
espectáculo. Era necesario llenar los circos de todas las ciudades romanas de
animales de gran porte, los únicos que podían ser vistos a la distancia por
miles de personas. Se trata de aquellos que son más escasos en la naturaleza.
Ya en el 51 AC, Marco Tulio Cicerón, procónsul en Sicilia (base de operaciones
para las cacerías en África) recibe una carta en la que le indican que sería
deshonroso para él si enviara menos de diez panteras a Roma. Contesta
desconsolado: "Con respecto a las panteras, los cazadores se están
ocupando de ellas atentamente bajo mis órdenes, pero su número es
extraordinariamente limitado".
Por la abundancia
de fieras que hemos visto en el cine, a menudo nos cuesta percibir hasta qué
punto algunos de estos animales son realmente escasos (especialmente los
grandes carnívoros). Por ejemplo, se estima que una extensión de selva como la
del Parque Nacional Iguazú no podría sostener más de veinte yaguaretés[1], (que
son parientes cercanos de las panteras). Se comprende, entonces, la inquietud y
las dificultades de Cicerón.
EL LLANTO DE LOS ELEFANTES
Había importantes
motivos políticos para matar elefantes en el circo romano. Y es que los elefantes
habían sido las armas que aterrorizaron y destruyeron la infantería romana en
las guerras en Asia y África. Fueron el arma estratégica con que Aníbal derrotó
las legiones de Roma. Durante la primera guerra púnica, L. Cecilio Metelo logra
capturar 140 elefantes que lleva al continente transportándolos en balsas
fijadas encima de botes. La operación es arriesgada, pero es necesario mostrar
al pueblo la victoria de los legionarios sobre esos monstruos.
En los juegos
organizados por Pompeyo en el 55 AC, "Plinio describe ante todo escenas
lamentables de elefantes heridos (el elefante que, con los pies perforados por
los dardos de los gétulos, se arrastra sobre las rodillas); el elefante muerto
por un sólo venablo hundido bajo el ojo)
y un intento de fuga general por parte de los paquidermos asustados. En aquella
ocasión, sin embargo, habiendo perdido ya toda esperanza de fuga los elefantes
intentaron el recurso de los afectos y conmocionaron a los espectadores, asumiendo una actitud tal que hace pensar que
se pusieron a llorar. Sus lastimosos berridos provocaron tal turbación en la
multitud que todos, olvidados de la presencia de Pompeyo, se levantaron
llorando y comenzaron a maldecir al magnífico organizador de los
juegos"[2].
En el circo había
avestruces, leopardos y leones. En el último siglo de la República, se
agregaron hipopótamos, cocodrilos y rinocerontes. César mandó un lince de
Galia, Augusto exhibió rinocerontes africanos y tigres de la India, y Nerón se
dio el gusto de mostrar osos polares cazando focas: "Dio una naumaquia en
la que se vieron monstruos marinos nadando en agua de mar"[3]. Los
emperadores romanos acostumbraban bajar al circo para matar fieras
personalmente. El más apasionado de esta actividad fue Cómodo (el mismo que
aparece representado en la película Gladiator): "no había animal que
huyese de su furia, desde los salvajes (leones, tigres, panteras, osos,
elefantes, hipopótamos, rinocerontes) hasta los inofensivos (ciervos, gamos,
avestruces y jirafas). Los hipopótamos eran su pasión, tanto que logró ejecutar
a cinco de ellos en una sola oportunidad"[4].
Estas
excentricidades afectaron la fauna en forma significativa. Una exhibición común
y corriente podía arreglarse con un centenar de animales, pero tenemos algunos
récords interesantes: Augusto hizo matar 3.500 animales en 26 espectáculos. En
la consagración del Coliseo, bajo Tito, se mataron 9 mil en cien días. Y la
conquista de Dacia por Trajano fue celebrada matando 11 mil fieras.
Tenemos que
aclarar que estas cifras muestran sólo una parte pequeña del efecto del circo
romano sobre la fauna. Por razones que hacen a la lógica del espectáculo, sólo
se admitían animales vivos y sanos. Pero no todos llegaban en ese estado.
Lo habitual es
que, por cada animal que llega vivo a su destino final (y esto vale también
para los zoológicos actuales y las empresas de venta de simpáticas mascotas
silvestre), los que lo capturan se vean obligados a matar a unos cuantos que,
por ejemplo, estaban defendiendo sus crías. A esto se agrega la mortandad
provocada por el estrés del cautiverio y el transporte, lo que multiplica en
varias veces la cantidad de animales que efectivamente se pierden [5], [6].
Existen mosaicos
romanos que describen minuciosamente las escenas de caza, lo que nos permite
seguir las técnicas utilizadas. Están en Piazza Armerina, Sicilia, en una
mansión que parece haber sido de un importante proveedor de fieras para el
circo de la época imperial. Pueden verse los jinetes que conducen ciervos hacia
una trampa de redes; un jabalí perseguido por los perros, que termina, en una
escena siguiente, atado y llevado cabeza abajo por dos hombres que lo sujetan
con un palo. Hay también un bisonte enlazado y arrastrado por los cuernos; una
tigresa llevada con bozal y arnés; un rinoceronte conducido con cuerdas y un
avestruz llevado en brazos, como si fuera un ganso. Una carreta de bueyes
arrastra una jaula y un cazador recibe sobre su escudo el ataque de una leona
herida. Enviado por Antonio Elio Brailovsky)
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